El Pontífice afirmó que "la maravillosa realidad de la Asunción de María manifiesta y confirma la unidad de la persona humana y nos recuerda que estamos llamados a servir y glorificar a Dios con todo nuestro ser, alma y cuerpo".
Un grupo de argentinos desplegó hoy frente al Papa una bandera celeste con la inscripción 'Salvemos las 2 vidas', durante la Audiencia General de Francisco en el Aula Pablo VI.
El Pontífice indicó que "no es suficiente hablar de su importancia, es necesario promover medidas concretar y desarrollar su papel en la sociedad con una buena política familiar".
El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Luis Ladaria, precisó que el Papa recordó que "la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona".
El Pontífice afirmó que "servir a la gloria de Dios en todo lo que hacemos es el criterio decisivo para nuestra actitud, la síntesis de aquello que significa vivir la amistad con Jesús". Exhortó a hacernos "imitadores de santos; hagamos todo por la gloria de Dios y por la salvación de los hermanos".
El Pontífice precisó que "con Jesús a nuestro lado, se puede proceder con seguridad, se pueden superar las pruebas, avanzar en el amor hacia Dios y hacia el prójimo".
El Papa sostuvo que para todos los bautizados "esta misión es auténtica sólo a partir de su centro inmutable que es Jesús". "No se trata de una iniciativa individual de los fieles o de los grupos, puesto que es la misión de la Iglesia, unida inseparablemente a su Señor", precisó.
El sacerdote italiano Davide Pagliarani, de 47 años, fue elegido como nuevo superior general de la Fraternidad San Pío X. Actualmente, es el director del seminario Nuestra Señora Corredentora en La Reja, Argentina.
El Pontífice precisó que la reunión, donde descansan las reliquias de San Nicolás, cuyo testimonio es considerado tradicionalmente como "puente entre el Oriente y Occidente", implicó "día especial de oración por la paz" en Oriente Medio.
El Papa pidió oraciones "para que los sacerdotes que viven con fatiga y en la soledad el trabajo pastoral se sientan ayudados y confortados por la amistad con el Señor y con los hermanos". Indicó que "en esos momentos es bueno" que los presbíteros "recuerden que la gente quiere a sus pastores, los necesita" y que "confía en ellos".
El Pontífice recordó a los 30 prelados que recibieron el palio -entre los que se encuentran los argentinos Carlos Azpiroz Costa, Carlos Sánchez, Sergio Fenoy, Víctor Manuel Fernández y Marcelo Colombo- que a veces "sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor", por lo que los exhortó a "conocer la fuerza revolucionaria de la ternura de Dios".
El Pontífice precisó que "no nos salvamos solos, sino a partir de un grito de ayuda", por lo que exhortó a los fieles a rezar dado que "Dios escucha el lamento". "A menudo nuestras obras fallan porque comenzamos de nosotros mismo y no de la gratitud", indicó.
El Papa exhortó a desactivar "la complicidad con el trabajo sucio de la muerte, sostenido por el pecado". Indicó que hay "una vida humana concebida, en gestación, salida a la luz, una vida niña, una vida adolescente, una vida adulta, una vida envejecida y consumada, y existe la vida eterna".
El Pontífice sostuvo que Jesús "no vino a abolir la Ley sino a darle cumplimiento", e indicó que Él es "la Palabra del Padre, no es la condena del Padre. Jesús vino a salvar, con su Palabra, no a condenarnos".
El Papa exhortó a la juventud a que soliciten al Señor "el don de la sana inquietud, la capacidad de no contentarse con una vida sin belleza, sin color", dado que "si los jóvenes no están hambrientos de vida auténtica, ¿dónde irá la humanidad?".
El Pontífice afirmó que "el testimonio más grande que puede dar un cristiano es entregar la vida como la entregó Jesús, es decir, el martirio", al mismo tiempo que recordó que "hay otro tipo de testimonio que es el testimonio de cada día, que consiste en ser sal y luz para los demás".
El Pontífice aseguró que Dios "llega a nosotros y nosotros lo llevamos adelante". "Las obras de misericordia son el camino de amor que nos enseña Jesús en continuidad con el amor de Dios", reflexionó.
El Papa sostuvo, al comentar una oración de San Ambrosio en el que pide el encuentro con Jesús, que "es el Señor el primero en tomar la iniciativa y nosotros no podemos hacer nada sin Él".
El Pontífice indicó que "nunca terminaremos de cumplir el mandato", y destacó "los efectos que el don del Espíritu Santo hace madurar en los que reciben la Confirmación, llevándoles a ser, a su vez, un don para los demás".
El Pontífice aseguró que el diablo "desde el principio buscó hacer esto –podemos leerlo en el Libro del Génesis–, destruir la armonía entre el hombre y la mujer que el Señor creó, esa armonía, que deriva del ser imagen y la semejanza de Dios".
El Papa nombró al arzobispo emérito de Varsovia, Henryk Hoser, como visitador apostólico para la parroquia de Medjugorje, el pueblo de Bosnia Herzegovina donde sostienen que la Virgen aparece desde hace más de 30 años.
El Pontífice indicó que "el Espíritu es un don para conservar con cuidado, para secundar con docilidad, dejándose moldear por su ardiente caridad, 'para reflejar a Jesucristo en el mundo de hoy'".
El secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina, Carlos Malfa, precisó que dialogó con el Pontífice sobre "la cultura del encuentro". "Hablamos del camino sinodal, que es un acontecimiento histórico y evangelizador", indicó el prelado.
El Pontífice recordó que "San Pedro exhorta a no conformarse con los deseos de los tiempos en que se viva en la ignorancia", y afirmó que "para andar hacia la santidad es necesario ser libres".
El Pontífice aseveró que estos casos "pueden generar escándalos que desfiguran el rostro de la Iglesia", y recordó la Ratio Fundamentalis 'El don de la vocación presbiteral' en la que afirmó que "en relación a las personas con tendencias homosexuales que se acercan a los seminarios, la Iglesia, respetando profundamente, no puede admitirlos al seminario y a las órdenes sagradas".
El Pontífice aseguró que "aquel que de verdad puede ser sal que da sabor y preserva de la corrupción, y luz que ilumina el mundo, es solo el Espíritu Santo". "En todo sacramento opera el Espíritu, y en modo especial en la Confirmación. En este Sacramento es Cristo el que nos colma de su Espíritu, consagrándonos sus testigos", reflexionó.
Los 34 obispos de Chile que viajaron a Roma para encontrarse con el Pontífice precisaron que quieren "restablecer la justicia y contribuir a la reparación del daño causado, para reimpulsar la misión profética de la Iglesia en Chile, cuyo centro siempre debió estar en Cristo".
El Pontífice pidió a los fieles que dejen que "todo esté abierto a Dios". "La presencia viva de Cristo, que debemos proteger, defender y dilatar en nosotros, es la lámpara que ilumina nuestros pasos, orienta nuestras decisiones, calienta los corazones para ir al encuentro del Señor", sostuvo el obispo de Roma.
El Pontífice sostuvo que "sobre cada uno de nosotros, renacidos del agua y del Espíritu Santo, nuestro Padre Celestial hace resonar con amor infinito su voz que dice: 'Tú eres mi hijo amado'" y que con esa "voz paternal, imperceptible para el oído pero bien audible desde el corazón de aquellos que creen, nos acompaña a lo largo de la vida, sin abandonarnos nunca".
El Pontífice afirmó que la vida humana "siempre debe cuidarse y ser amada desde el momento de la concepción hasta el ocaso natural", y es por ello que se debe trabajar en la defensa del no nacido, el cuidado de los ancianos o el cuidado de los enfermos.
El Pontífice indicó que "en la medida en que digo 'no' a las sugestiones del diablo, puedo decir 'sí' a Dios que me llama a conformarme a Él en pensamientos y obras". "El acto de fe presupone un compromiso que el Bautismo mismo ayudará a mantener con perseverancia en las diferentes situaciones y pruebas de la vida", reflexionó el obispo de Roma.
El Pontífice recordó que "el Cielo será este encuentro con el Señor que ha ido allí a preparar el puesto, el encuentro de cada uno de nosotros".
El Pontífice precisó que el Bautismo "habilita a quien lo recibe a luchar contra el espíritu del mal, creyendo que Dios mandó al mundo a su Hijo para destruir el poder de satanás", al alertar que "la vida cristiana está siempre sujeta a las tentaciones de separarse" del Señor.
El Papa imploró a que "el Señor nos dé la gracia de saber resistir a lo que nos quitar la libertad y sepamos abrirnos a la novedad, pero solo esas que vienen de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo".
El Pontífice aseguró que esa "misión requiere disponibilidad generosa, abnegación y abandono confiado a la voluntad divina". Pidió a los fieles que "no se cansen de buscar a Dios y su Reino por sobre todas las cosas y comprometerse con el servicio de los hermanos, siempre en el estilo de la sencillez y la fraternidad".
El Papa indicó que "después de haber encontrado al Resucitado no se puede esperar; se necesita ir, salir, a pesar de todos los problemas y incertidumbres", puesto que "la Palabra de Dios hace así: libera, realza, hace ir adelante, humildes y valientes al tiempo mismo".
El Pontífice sostuvo que "la vida cristiana está entrelazada con una serie de llamadas y respuestas: Dios sigue pronunciando nuestro nombre a lo largo de los años, haciendo resonar de mil maneras su llamada a conformarse a su Hijo Jesús". Precisó que los adultos deben "enseñar a los niños a hacer bien la señal de la cruz", dado que expresa "el sello de Cristo".
El Pontífice indicó que sus palabras equivocadas se debieron "por falta de información veraz y equilibrada" en el caso del obispo acusado de encubrir abusos, Juan Barros. Convocó a los obispos de Chile a Roma para hablar sobre el informe elaborado por su enviado especial al país trasandino. Pidió perdón a los ofendidos y aseguró que espera poder disculparse personalmente con las víctimas.
El Pontífice aseguró que "el Bautismo nos sumerge en la muerte y resurrección del Señor, ahogando en la fuente bautismal al hombre viejo, dominado por el pecado que divide de Dios, y haciendo nacer el hombre nuevo, recreado en Jesús".
El Pontífice aseguró que "la defensa del inocente que no ha nacido debe ser clara, firme y apasionada", en su Exhortación Apostólica 'Gaudete et exsultate', en la que precisó que Dios "nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada". Advirtió que "la vida cristiana es un combate permanente", puesto que implica "una lucha constante contra el diablo".