Un Papa controvertido

El título es una provocación en el mejor de los sentidos y no quiere ser “controvertido”. Después de todo es un hecho: algunas decisiones y algunas enseñanzas del Papa Francisco son fuente de acaloradas discusiones y opiniones contrapuestas. Valgan como ejemplo el famoso capítulo 8 de la exhortación Amoris Laetitia o el encuentro con los luteranos en Suecia.

El Papa está llegando mucho especialmente a los alejados, y mucha gente que no viene a la Iglesia se siente bien con este Pontífice. También dentro del ambiente de la Iglesia es bien aceptado por su cercanía y sencillez. Los signos externos más significativos, como el hecho de llevar un anillo y una cruz en el pecho que no son de oro o usar zapatos “normales”, aun cuando tengan un valor simbólico más que otra cosa, lo hacen aparecer pobre y humilde.

 

Pero para no hacer un juicio superficial conviene huir de tres tentaciones muy peligrosas.

 

La primera es la de mitificar al Papa con afirmaciones como: “Este es el mejor Papa de todos los tiempos, el único que ha intentado de verdad cambiar a la Iglesia” o peor todavía: “El Papa es bueno pero los obispos y casi todos los curas son malos”; “Un Papa bueno en una Iglesia mala y corrupta, un Papa pobre en una Iglesia opulenta”. Y es un error porque las afirmaciones son falsas, no se corresponden con los hechos.

La Iglesia no ha comenzado a cambiar ahora. Hace ya muchas décadas que no llevan al Papa a hombros, que no le besan el pie, que no lleva en la cabeza una tiara imperial, hace más de un siglo que el Vaticano fue despojado de casi todas sus posesiones, que está reducido al Estado más pequeño del mundo, sin ejército y con un presupuesto más reducido que el de cualquier estado del mundo por pequeño que sea. Se podrán encontrar curas avaros y obispos aburguesados, pero nunca millonarios. Los muchos dineros de las congregaciones religiosas más extendidas en el mundo serán administrados mejor o peor pero no son ninguna mafia.

Fue San Juan XXIII el que quiso un Concilio (el Vaticano II) que pusiera al día a la Iglesia, el que dio espacio para una reforma litúrgica profunda. El Beato Papa Pablo VI ya era calificado como un Papa progresista con un pensamiento moderno y sin miedos al cambio. Fue San Juan Pablo II el que pidió perdón por los pecados de los cristianos, el que hace 30 años abrió un diálogo entonces inédito con todas las religiones en la oración por la paz en Asís. Benedicto XVI combatió la pedofilia con gran firmeza, empujó a la dimisión a muchos obispos y avanzó con fuerza  en el ecumenismo sobre todo con la Iglesia Anglicana.

Podemos decir sin temor a exagerar que los Papas del siglo XX fueron de una altura moral, espiritual  e intelectual extraordinaria. Eso no quiere decir que no quede mucho por hacer pero quede claro que el Papa Francisco construye sobre la construcción sólida que sus predecesores han edificado con todos los límites humanos de cada uno de ellos.

 

La segunda tentación muy fuerte es la de instrumentalizar al Papa Francisco. Esto lo hacen continuamente los medios, los lobbies, los enemigos de la Iglesia y también los que desde dentro de la Iglesia quisieran que se abandonaran algunos principios teológicos y morales fundamentales. Es paradigmático que los promotores del aborto en EE.UU. (Planned Parenthood) hayan usado recientemente un slogan que dice más o menos: “Mujeres podéis abortar porque el Papa os perdona”. Otros afirman sin vacilar que Francisco está a favor del divorcio, de la homosexualidad, que no existen ya las leyes en la Iglesia o los mandamientos. Todo esto es también radicalmente falso. Basta leer sus enseñanzas donde encontraremos la doctrina tradicional de la Iglesia: la indisolubilidad del matrimonio, la condena del aborto como un pecado muy grave, etc.

 

La última tentación, no menos grave, es la de descalificar al Papa. Para algunos está llevando a la Iglesia a un callejón sin salida, está sembrando la confusión y su magisterio es superficial e inconsistente. Algunos piensan que es un masón infiltrado o hacen afirmaciones más graves que no me atrevo ni siquiera a escribir. No creo que está sea la actitud correcta de un buen católico ante el Sumo Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra. ¿Hemos perdido la fe en la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia?

 

Creo que lo que debemos hacer, yo lo voy a intentar con todas mis fuerzas en los próximos artículos, es tratar de comprender lo que el Papa quiere para el bien de la Iglesia. Quizás sea nuestra resistencia al cambio lo que nos impide abrir nuestra mente y nuestro corazón, o la tendencia a querer una Iglesia a la medida de nuestro pensamiento o de la formación que hemos recibido, como si la Iglesia tuviera que ser como yo la pienso o la quiero. No me considero ningún ingenuo diciendo esto. Sé que algunas de las afirmaciones del Papa son polémicas o difíciles de digerir, que su teología puede parecer de “andar por casa”, que existe confusión, perplejidad, preocupación. Pero creo que son riesgos que el Papa Francisco está asumiendo conscientemente. Le he oído decir “en directo” más de una vez que hay que arriesgarse aunque corras el peligro de que te salpique el barro. Tendremos tiempo de profundizar muchas de las cosas que sólo he esbozado aquí. 

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