Las duchas de los refugiados

En estos días me llamó a la parroquia un periodista del 'Messaggero' para preguntarme por las duchas para los refugiados que hay en la parroquia. Le respondí que era un proyecto que estamos preparando desde antes del verano y que queremos ejecutar lo antes posible, pero que las duchas no son "para los refugiados" sino para los que no tienen techo o casa donde dormir, sean italianos, extranjeros, inmigrantes o refugiados.

Es que desde que algunos gobiernos han empezado a recibir con bombo y platillo a los refugiados de las guerras de Siria e Irak, todo lo que se haga por los refugiados está de moda. Hace 4 años que empezó la guerra en Siria y es difícil recordar los años que hace desde que Irak no conoce la paz. La actitud de las Naciones Unidas y de Occidente en general ha sido de indiferencia o incapacidad para buscar una salida a los conflictos. Todos sabemos que detrás existen siempre intereses económicos (comercio de armas…) o estratégicos, y que las personas que sufren en sus carnes la guerra no importan lo más mínimo a los poderosos de este mundo.

La pregunta es ¿a qué viene este inesperado interés de los gobiernos y de los medios de comunicación por los refugiados? No me atrevo a responder que conmovidos por los continuos llamamientos del Papa Francisco y llenos de profundos sentimientos de solidaridad se han decidido a actúar. Me parece que deben existir motivos ocultos, siempre económicos y estratégicos, que han promovido esta campaña mediática y política. Es posible que la presión de los millones de exiliados haya tenido algo que ver pero hay algo más. Yo no oso decir qué, porque no soy entendido en la materia pero sí me atrevo a denunciar la hipocresía, el oportunismo y el espíritu "borreguil" de la población en general. 

La hipocresía  de los que contemplan la masacre de las minorías cristianas y también no cristianas sin mover un dedo y luego reciben con el himno nacional a los que desearían estar tranquilos en su casa y no tener que mendigar limosna en un país extraño. El oportunismo de los que quieren convertirse en protagonistas de la ayuda a los necesitados cuando son responsables en gran medida de la miseria de los mismos que quieren asistir. 

En estos días unas señora me preguntaba si acogeríamos en la parroquia a una familia de refugiados, que ella estaba dispuesta a ayudar.  Me parece estupendo, pero me gustaría saber si estas personas que se emocionan viendo las imágenes de los telediarios, son ciegas para ver tantas situaciones de pobreza presentes en nuestra ciudad delante de sus ojos. Porque me temo que en cuanto empiecen a cambiar los titulares de las noticias muchos pensarán que ya todo está tranquilo y pueden volver a su indiferencia habitual. ¡Señores, que los pobre existen siempre, no sólo cuando les hacen la foto los periodistas o los sacan en televisión!

La caridad la tenemos que vivir siempre y preocuparnos por el vecino que se ha quedado sin trabajo, o el anciano que cobra una pensión de miseria, o por el mendigo que duerme debajo del puente, o el inmigrante venga de Siria, Irak, Afganistán, Sri Lanka, Libia, Somalia o Haití. Esperemos que el Año Santo de la Misericordia ayude a católicos y no católicos a entender lo que significa practicar las obras de misericordia corporales y espirituales, pero a hacerlo siempre y no sólo cuando los creadores de opinión pública nos lo imponen como moda pasejera al servicio de intereses particulares desconocidos.

Sean bienvenidos todos porque el mundo es de todos y todos tienen derecho a buscar una mejor vida en otra parte. Sean bienvenidos todos los refugiados, con tal de que de verdad lo sean

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