Aprovechar cada día de la Semana Santa

Rubén Oscar Frassia es Licenciado en Teología Moral por la Universidad Gregoriana de Roma. Fue ordenado obispo por san Juan Pablo II en 1992. Actualmente es obispo de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

Mt 21, 1-11.

Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó a dos discípulos, diciéndoles: “Vayan a la aldea de enfrente e inmediatamente encontrarán una asna atada con su cría, desátenla y tráiganmelos. Si alguien les dice algo responda que 'El Señor los necesita y los devolverá pronto'". Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: “Digan a la hija de Sión: 'Mira que tu Rey,  viene hacia ti, humilde, montado en una asna, sobre la cría de un animal de carga'”. Los discípulos fueron e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la asna y su cría, echaron encima sus mantos y Jesús se montó. Entonces, la mayor parte de la gente extendió sus mantos por el camino, algunos cortaban ramas de árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba: “¡Hosanna al Hijo de David!” “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”, “¡Hosanna en las alturas!”. Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió y preguntaban “¿Quién es éste?” y la gente respondía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea.

 

Jesús sabe perfectamente a lo que va; es importante afirmar que Jesús no muere porque lo matan; Jesús se entrega sabiendo que lo van a matar: para esto he venido, para hacer la voluntad del Padre, y Cristo se entrega por el Padre y por amor a nosotros; no lo toma de sorpresa; no le quita el sufrimiento; no le ahorra nada, ninguna tribulación. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! pero pocos días después, esas mismas voces van a gritar ¡crucifíquenlo, crucifíquenlo! La contradicción humana, la contradicción de la gente, la contradicción de la humanidad y nuestra propia contradicción.

Es momento de introducirnos espiritualmente en esta semana y darnos tiempo para poder meditar, reflexionar, leer la Palabra de Dios. La Iglesia va desgranando el misterio, que es uno y único, -la Pascua del Señor- como en etapas; pero no son etapas fijas y excluyentes porque está integrado en un mismo movimiento, una misma realidad.

Les recuerdo que, en la Iglesia, esta liturgia tiene celebraciones propias. En nuestra diócesis de Avellaneda-Lanús, el miércoles 12 celebraremos la Misa Crismal, que es la Misa de la Eucaristía, del sacerdote y de la unión del Presbiterio con el Obispo, del Obispo con el Presbiterio y, por supuesto, con su pueblo fiel.

El jueves santo, es un día muy especial: Cristo, sabiendo lo que va a pasar en el misterio de la cruz, se anticipa y se constituye como “el verdadero Cordero”, como alimento eterno: la Eucaristía; y deja este mandato a los Apóstoles y a sus sucesores. Después está la Palabra, la institución del sacramento del amor, Cristo.

Cristo también lava los pies a los Apóstoles como signo de humildad, de amor y de servicio. Jesús nos da su alimento y el sacerdote, a quien el Señor confía, hace la Eucaristía y de Ella todos vivimos. Este don de comunión es un don de unidad.

Luego llega el viernes santo, con toda la liturgia de la Palabra, la Adoración de la cruz, la Comunión Eucarística; Cristo muere en viernes santo, crucificado, agoniza y pide perdón al Padre por todos nosotros.

El sábado está la Vigilia Pascual, a la noche (recordamos que durante la mañana no hay nada); la noche más santa, la noche de las noches, la vigilia de las vigilias, donde se pasa de la tiniebla de la oscuridad a la LUZ, donde la palabra es PALABRA ETERNA, donde hay un nacimiento, un BAUTISMO y luego la EUCARISTIA, el amor que nos consuma en su amor: Cristo Jesús sacrificado y resucitado presente en cada Eucaristía. ¡No dejen pasar esta Semana!

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

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