Él sabe lo que hace

Rubén Oscar Frassia es Licenciado en Teología Moral por la Universidad Gregoriana de Roma. Fue ordenado obispo por san Juan Pablo II en 1992. Actualmente es obispo de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

Mt 5, 38-48.

Jesús, dijo a sus discípulos: "Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo".

 

En el antiguo Israel, la Ley del Talión -"ojo por ojo y diente por diente"- era una aplicación tal que si te hacían un mal -un ojo- podrías hacer el mal a otro ojo, pero no dos ojos sino el límite, es decir ojo por ojo y diente por diente, y no había que pasarse de más ni tampoco de menos. Ese era el espíritu de la Ley del Talión. Una ley que restringía una venganza mayor. Tenía que ser igual.

Pero la presencia de Cristo en nosotros, que hace superar la adversidad y el mal, nos dice que tenemos que tener una actitud distinta: en la bofetada poner la otra mejilla; al que te pide algo no darle la espalda… Y así nos pide amar con el mismo amor de Dios, amar de una manera superior, de una manera nueva, distinta; como la novedad que, de alguna forma, es capaz de recrear nuevos ámbitos, nuevos vínculos.

Es cierto que nuestra sociedad está tan fragmentada, tan atomizada, que sólo ve la cosa individual y particular: no hay que preocuparse demasiado por el otro, hay que "sacarse a la gente de encima", no hay que sufrir por los demás, hay que hacer lo que uno siente, lo que uno tiene ganas. Y por otro lado está el tema del "deber ser": por eso mismo tengo que hacer tal cosa, como si fuera un decreto o un imperativo categórico.

El amor de Cristo nos da fuerza para que, en todas nuestras relaciones con los demás, podamos dar buenas obras, producir buenos resultados y servir sinceramente, sin segundas intenciones.

Comparto con ustedes una oración del Cardenal Newman: "El (Cristo) no hace nada en vano, puede prolongar mi vida, puede acortarla; Él sabe lo que hace, puede llevarse a mis amigos, puede lanzarme entre extraños, puede hacerme sentir desolado, puede hacer que mi ánimo se hunda, puede ocultarme el futuro; pero aun así, Él sabe lo que hace".

Dios sabe lo que hace y Él es quien paga toda nuestra entrega, todo nuestro sacrificio. No tengamos duda, ni temor, ni miedo, ni desconfianza de hacer las cosas por Dios a nuestros hermanos.

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

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