Sal y Luz: Testigos de la presencia de Jesús

Rubén Oscar Frassia es Licenciado en Teología Moral por la Universidad Gregoriana de Roma. Fue ordenado obispo por san Juan Pablo II en 1992. Actualmente es obispo de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

Mt 5, 13-16.

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.

 

Hermanos: en primer lugar tenemos que afirmar que Cristo es la Luz, Cristo es la Vida, Cristo es la Verdad; y a partir de esta afirmación, de esta realidad, también nosotros por participación -siendo sus discípulos, sus seguidores- tenemos que ser testigos de la presencia real de Jesucristo en la Iglesia y en el mundo. Y en el texto encontramos dos afirmaciones desde Cristo para nosotros: ser sal y ser luz.

 

Ser sal

La sal es aquello que purifica, aquello que da gusto, que da sentido. Por supuesto que es una afirmación metafórica, pero es importante saber que nuestra vida cristiana tiene que dar gusto, tiene que dar sentido, tiene que tener entusiasmo, tiene que tener presencia, tiene que tener resistencia y tiene que ser servicio para los demás. Tenemos esa misión, esa vocación, que debemos implementar y vivir. No podemos vivir como cristianos indiferentes, como cristianos 'más o menos', según los caprichos de cada día, según el estado de ánimo. ¡No! ¡Tenemos que vivir con sentido y con motivación!

 

Ser luz

Una luz interior, una luz personal. Hay mucha gente que está confundida, opaca. Esto es muy claro: cuando uno pierde la luz entra en la oscuridad y pierde el equilibrio. Lo pierde con respecto a las cosas y a las personas. ¡Dios es la luz y el equilibrio! Pero si uno se aleja de Dios pierde el equilibrio con los demás. Solo basta ver la falta de respeto, la indiferencia, el 'no te metas', y tantas otras cosas que uno se está acostumbrando a vivir en la opacidad, es decir opacado, oscuro. Falta luz, por lo tanto falta transparencia.

 

Pidamos al Señor por todo esto y que tomemos conciencia de la participación que Dios nos hace y también de nuestra respuesta para dar sentido, ser testigos de su presencia siendo sal y luz en este mundo.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

 

Deja un comentario