Jesús es la Luz del mundo

Rubén Oscar Frassia es Licenciado en Teología Moral por la Universidad Gregoriana de Roma. Fue ordenado obispo por san Juan Pablo II en 1992. Actualmente es obispo de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

Mt 4, 12-23.

Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: "¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz". A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca". Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

 

El mundo tiene una dualidad: ve y no ve, tiene grandes avances y crecimientos en cuanto a la técnica, a la ciencia, a la informática, a la creatividad del ser humano, gran desarrollo, gran crecimiento; pero a la vez, simultáneamente, le puede estar faltando todo aquello que sea humanidad, respeto, justicia, amor, libertad, verdad, y en estas cosas siempre hay una tensión.

Con su presencia, Jesucristo sigue llamando porque Él es la Luz para que uno pueda ver; porque cuando uno ve con su mirada, ve más; es más profundo, más sabio, más veraz y así uno sale de la ignorancia.

Dios, en Jesucristo, irrumpe en la vida de los hombres y no sólo llama a un joven para que sea sacerdote y así en diversas formas, llama también a los fieles, a los laicos, a todos. Pero este llamado, esta irrupción de Dios -Jesucristo en nosotros- provoca un encuentro y el encuentro provoca también una conversión, un cambio de vida: antes yo hacía esto, ahora tengo que hacer otra cosa; antes yo era injusto, ahora tengo que ser justo; antes estaba ciego, ahora veo y tengo mayor responsabilidad, antes-ahora, antes-ahora.

Esa conversión muestra el encuentro con la presencia del Dios Vivo. Por eso hay alegría en el encuentro; por eso hay compunción y dolor por los pecados, por las ofensas; por eso hay coraje para reponerse; por eso la paz es un descubrimiento; por eso hay ansia de nuevas cosas; por eso hay alegría y certeza de verdad; por eso hay luz, hay entusiasmo.

El encuentro con Jesucristo provoca en nosotros una conversión; cada uno sabrá de qué manera tiene que mostrar ese cambio, pero también qué prontitud tiene que tener para el seguimiento; y ojalá no pongamos excusas para  mandar las cosas para más adelante. Cuando hay luz, ahí hay que tomar la decisión; el que toma la decisión no se confunde y no confunde a los demás.

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

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