Sed de paz en Asís
Hace 30 años que el Papa San Juan Pablo II decidió reunir a los líderes religiosos del mundo para rezar por la paz. Lo hicieron en Asís, la ciudad de San Francisco, quien pidió al Señor ser instrumento de su paz. Fue un evento sin precedentes.
Algunos pensaron entonces que era sólo una ocurrencia más de un hombre tan original y valiente como el Papa Wojtyla. Otra de sus genialidades que se recordaría en el tiempo como una apertura de la Iglesia al dialogo con otras creencias, pero que quedaría reducido a una experiencia aislada más o menos exitosa. Después de 30 años comprendemos mejor que fue un modo muy concreto de cumplir lo que el Concilio Vaticano II pidió en el documento Nostra Aetate: el diálogo con las otras religiones. Unir las semillas de verdad de todas las religiones para gritar juntos a Dios que queremos vivir en su paz.
La Comunidad de San Egidio se sintió llamada a repetir la experiencia cada año, y con el apoyo del mismo Juan Pablo II, sorteando grandes obstáculos, ha sido fiel a su compromiso que ha llevado este encuentro de oración y de paz por todo el mundo y lo ha convertido en el encuentro de diálogo interreligioso más importante del planeta. Este año, al cumplirse el trigésimo aniversario, se ha realizado de nuevo en Asís del 18 al 20 de septiembre y tuve la oportunidad de participar muy de cerca como invitado de la Comunidad de San Egidio, con la que mantenemos una excelente relación de amistad y cooperación, sobre todo en lo que se refiere a la atención a los necesitados.
La oración por la paz se articuló en dos momentos según el esquema que se suele repetir cada año. En el primero, las confesiones cristianas se reunieron en la Basílica de San Francisco y rezaron juntos compartiendo la Palabra de Dios y los comentarios de los máximos representantes de las Iglesias. En este caso: el Papa Francisco, los patriarcas ortodoxos, el arzobispo de Canterbury, etc. Esta es la parte 'ecuménica'. En el exterior de la Basílica, en una plaza no demasiado grande, tuvo lugar la segunda parte donde pudieron expresarse los representantes de la religión judía, musulmana y de otras confesiones, sobre todo orientales: budistas, hinduistas, etc., con la presencia además de importantes autoridades civiles. Todo en un ambiente de grandísima cordialidad y con la voluntad expresa de no caer en ningún tipo de relativismo religioso, ni mucho menos sincretismo.
En este momento de precariedad de la paz mundial, acosada en muchas partes del planeta por el terrorismo fundamentalista, el signo es muy elocuente y lanza un mensaje muy claro: la religión no es un mal sino un bien que une a todos los creyentes en valores universales reforzados por el mismo hecho de ser creyentes; la verdadera religión no justifica jamás la violencia en nombre de Dios; es necesario fomentar y defender la libertad religiosa y el dialogo entre las religiones.
Los días y las horas que precedieron al encuentro de oración por la paz estuvieron llenos de conferencias de altísimo nivel que reunieron a líderes religiosos, intelectuales y políticos para tratar temas relacionados con la paz, el diálogo interreligioso, la integración, etc. Había que elegir porque eran unas 30 conferencias, muchas simultáneas, por lo que asistir a más de 5 era difícil. Como yo sólo pude permanecer en Asís poco más de 24 horas, solamente pude asistir a dos de ellas. A pesar de ser poco, me ayudaron muchísimo a comprender el sentido del encuentro anual por la paz. Es más, estoy convencido de que es muy difícil entender su alcance sin sentarse a oír a los representantes de las religiones hablar con libertad, sentados en la misma mesa, intercambiando sus conocimientos, sus esperanzas, sus convicciones; respondiendo a las preguntas de los presentes, procedentes de distintos países y creencias, vislumbrando así las luces y las sombras, los avances y retrocesos, las alegrías y las profundas tristezas. Dedicaré otro artículo a compartir lo que fue esta enriquecedora experiencia.