Misericordiosos como el Padre

Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.

Querido Señor:

            Sabemos que no podrás escuchar nuestro perdón si nosotros no perdonamos antes. Jesús, como el Hijo Pródigo (Lc 15,11-32) nos acercamos arrepentidos y como el Publicano (Lc 18,13) nos reconocemos pecadores. También sabemos que no podemos decir que te queremos a Vos, que no te vemos, si no queremos a los que conocemos… (1Jn 4,20).

            Si negamos el perdón a nuestros hermanos, nuestro corazón se cierra y se petrifica de modo tal que se impermeabiliza para tu amor. Es lo que le pasó al fariseo del Templo: no fue a pedir perdón, su orgullo era tan grande que hasta despreció al publicano. No estaba arrepentido, no había conversión y “no se fue justificado” por mucha alharaca y recuento de sus dotes que hizo en su actuación.

El “como” del Padrenuestro no es el único de tus enseñanzas, Señor:

"Sed perfectos 'como' es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5, 48).

"Sed misericordiosos, 'como' vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6, 36).

"… que os améis los unos a los otros'como' yo os he amado (Jn 13, 34).

También San Pablo exhortó a los efesios a perdonarse mutuamente 'como' nos perdonó Dios en Vos (4,32).

¡Dios Espíritu Santo! ¡Conviértenos en otros Cristos para amar y perdonar como Él y para llegar a ser perfectos y misericordiosos como el Padre! Si no perdonamos somos como el siervo sin entrañas a quien le fue perdonada la devolución de una fortuna inconmensurable y no fue capaz de perdonar una deuda minúscula: un auténtico cretino

La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos. El perdón es la cumbre de la oración cristiana; nos transfigura en Vos, Jesús, nuestro maestro. Vos nos enseñaste que el amor es más fuerte que el pecado y que no alcanza perdonar solo siete veces: hay que perdonar siempre.

No está en nuestras manos no sentir la ofensa y olvidarla. Por eso te pedimos, Señor, que cambies la herida en compasión y que purifiques la memoria transformando la ofensa en oración de intercesión.

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