Catolicismo en Polonia

El 14 de abril pasado, Polonia celebró el 1050 aniversario del bautismo de la nación, es decir el día en el que recibió el sacramento de iniciación cristiana el primer gobernante y príncipe polaco Mieszko I. Este evento que es considerado como el comienzo del estado polaco, marcado por la llegada de la fe cristiana al país. 

Polonia celebró el 14 de abril pasado el 1050 aniversario del bautismo del duque histórico Mieszko I, quien se convirtió en el primer rey de Polonia documentado. Él recibió el bautismo en 966 y adoptó el Catolicismo como religión oficial de los polacos, una tribu eslava que habitaba en los campos abiertos, que hasta ese momento eran paganos. En años posteriores, los habitantes se convirtieron de forma masiva a la religión católica, Iglesia fundada por Jesucristo. Este momento es considerado de modo innegable por los historiadores como el nacimiento de Polonia como entidad nacional. 

Según el Eurobarómetro de 2012 el 91% de los polacos son católicos, y de los cuales un 86.7% son católicos romanos. El grupo restante de católicos no romanos en Polonia está formado por fieles del rito greco-católico de rito bizantino (ucraniano), y de la Iglesia Católica Polaca, una Iglesia polaca no adscrita al Vaticano. El Presidente de Polonia, Andrzej Duda, recordó en un solemne discurso ante la Asamblea Nacional donde resaltó la importancia de la fe en la identidad y el destino del la nación europea, que "en los momentos más oscuros, cuando nuestros enemigos intentaron destruir la Iglesia para demoler la base de la identidad polaca, el pueblo polaco desafió esta intención y abarrotó los templos en búsqueda de su sentido de comunidad y dio testimonio de la perenne sabiduría de la decisión un día tomada por nuestros padres".

"El Bautismo del Duque Mieszko I es el más importante evento en toda la historia del estado y la nación polacos. La decisión tomada por nuestro primer mandatario histórico ha predeterminado el futuro completo por venir a nuestro país. Desde ese momento, comenzamos a pensar y a hablar de nosotros mismos como 'nosotros, los polacos'", destacó Duda. Por otro lado, el arzobispo de Poznan y presidente de la Conferencia Episcopal, Stanislaw Gadecki, afirmó que "el bautismo de Mieszko I es el evento fundacional en la historia de Polonia", dado que es "el acontecimiento fuente de la identidad y la espiritualidad de nuestro pueblo, del que nuestra nación puede cosechar abundante inspiración y motivación para nuestras vidas", en la homilía de la Misa, presidida por el cardenal Pietro Parolin, en la que se conmemoró el 1050 aniversario del bautismo del duque polaco.  

En Edad Media, Polonia se encontraba poblada por tribus eslavas, que luego en el siglo IX se fundieron en una gran unión intertribal y luego en el siglo siguiente permitieron la formación del estado polaco, tal como se lo conoce en la actualidad. La creación del estado polaco se sitúa en los terrenos de la actual Polonia Mayor, con la capital en Gniezno, donde el poder era gobernado por los príncipes de la dinastía Piast, a la cual pertenecía Mieszko I. Dicha dinastía rigió en Polonia desde sus comienzos como Estado independiente hasta 1370. En 966 tuvo lugar el bautismo del primer príncipe Mieszko I, acto de enorme importancia para el nacimiento del estado, dado que decididamente reforzó su soberanía, la cohesión interna y, también, llevó a Polonia a su integración en la Europa cristiana.

En Gniezno, que en ese momento era la capital, se construyó un templo católico donde fue sepultado el cuerpo de San Adalberto, el patrón de Polonia, que falleció durante un viaje misionero a Prusia, y que en año 1000 ocurrió la Asamblea de Gniezno, un encuentro del emperador alemán Oto III con Boleslao Chrobry, hijo de Mieszko I, quien luego sería coronado como rey de Polonia y fundador de la independencia polaca, tras conquistar las ciudades de  Gdansk, Cracovia y Silesia, y arrebató Moravia a Bohemia. "Del primer príncipe no conocemos su formación intelectual, espiritual, o el mundo de sus valores. Tampoco se puede hablar de su repentina conversión y la iluminación. Más bien al contrario, por lo que se lee en la Crónica alemana de Thietmar; Crónica polaca de Gallus y la Crónica Checa de Kosmas y otros registros (Anuario de Malopolska; Código szamotulski; Código Lubin, Código de Königsberg; Anuario Trask, Anuario Sedziwoj, Polonia Crónica, Crónica Mierzwy; Crónica polaco-Silesia; Chronicle príncipes polacos), sabemos que el proceso de conversión del príncipe fue lento y supuso una preparación más larga", consideró el arzobispo Gadecki, según traduce InfoCatólica, en la holilía titulada 'Polonia semper fidelis', la máxima que adoptó el pueblo del país europeo desde ese entonces. 

"A pesar de esto, es imposible negar el éxito de Mieszko en la evangelización, como resultado de su fidelidad – por la cruz. Era sin duda, mucho más modesta que la de Pablo, pero no menos persistente. La primera etapa de su conversión al cristianismo y renuncia al paganismo se produjo a riesgo de su propia muerte. Ciertamente, la expresión de su fidelidad era el apoyo a los misioneros que fueron a las ciudades principales, donde se convocó al pueblo y se enseñaron las verdades fundamentales de la fe y de la moral cristiana. El príncipe tuvo que hacerse cargo de las necesidades materiales de los recién nacidos en el Estado en el seno de la Iglesia. Con sus recursos se erigieron templos y equipado los principales castillos de la monarquía. Mieszko también hizo traer el clero necesario para el imperio, para construir nuevas iglesias, para celebrar dignamente la liturgia y todo lo que ayude a los fundamentos de la fe", indicó el prelado. 

El arzobispo de Poznan afirmó que "hacia el final de su vida, fue apoyado y rodeado del cuidado de la iglesia emergente en su país, e inculcó el culto de San Pedro Apóstol, que encontró su máxima expresión en la consagración de la catedral más antigua de Polonia en Poznan, dado que a través de este acto, hizo hincapié en el vínculo con la Iglesia y la Santa Sede". "El fortalecimiento de las relaciones entre el gobierno polaco y el papado fue trascendental, y esto lo demuestra un documento llamado Dagome iudex, del año 991, emitido por la Santa Sede. Seguramente esto le costó al príncipe muchas dificultades, pero debido a ellas los polacos adquirieron valores hasta entonces desconocidos o incluso rechazados, y de este modo su propio lenguaje, sus ideas políticas y religiosas, la cultura material. Obtuvieron una dimensión superior, pues se produjo un enraizamiento en culturas más antiguas y mejores que ya habían recibido la fe cristiana", sostuvo al citar al profesor e historiador Jacek Kowalski. 

El presidente de la Conferencia Episcopal de Polonia, resaltó que Mieszko I realmente "soñaba con una Polonia potente y fiel, como la que después de mil años sigue existiendo". El hecho que la mayoría de ciudadanos del país europeo en la actualidad sean católicos se debe también en consecuencia al heroísmo de los católicos en la Segunda Guerra Mundial. El 1 de septiembre de 1939 por la madrugada. 60 divisiones alemanas invadieron Polonia. El Alto Mando del ejército alemán, dividió a sus efectivos en dos grupos de Ejército y aprovechó la ventajosa posición de las fronteras alemanas que por el oeste, norte y sur envolvían casi totalmente el territorio polaco.

"Aquel 1 de septiembre de 1939 no se borrará nunca de mi recuerdo: era el primer viernes de mes. Había ido a la iglesia de Wawel para confesarme. La catedral estaba vacía. Fue quizás, la última vez que pude entrar libremente en el templo. Después fue cerrado. El castillo real de Wawel se convirtió en la sede del Gobernador General Hans Frank. El padre Figlewicz era el único sacerdote que podía celebrar la Misa, dos veces por semana, en la catedral cerrada y bajo la vigilancia de policías alemanes", sostuvo san Juan Pablo II en su libro 'Don y Misterio', según citó Aleteia. El 17 del mismo mes, los ejércitos de la Unión Soviética invadieron Polonia por el este. Diez días después, Polonia se rendía y el Tercer Reich de Hitler y la Unión Soviética de Stalin se repartieron el territorio polaco. 

El Cardenal Hlond, primado de Polonia, logró llegar a Roma en terribles días de la invasión nazi. "Polonia, no has sucumbido, porque Dios no ha muerto. Dios no ha muerto, y se manifestará a su tiempo en el gran entrevero de los pueblos, y hablará tu idioma. Es por su querer que resucitarás en la gloria y en la potencia, y que serás feliz mi Polonia bien amada", declaró Hlond en Radio Vaticana. La parte occidental de Polonia denominada 'Warthegau', debía entrar a formar parte del Gran Reich y por ende se debía proceder a una completa germanización de la población en el plazo de una generación y en base a principios raciales. Esta región, llamada así por el río Warta, comprendía las arquidiócesis de Gniezno y Poznan, buena parte de la diócesis de Wloclawek y de Lódz y una pequeña parte de las diócesis de Czestochowa y Varsovia. 

El centro de Polonia, con las ciudades de Varsovia y Cracovia, debía formar un 'Gobierno General', una reserva de mano de obra barata, que estaría al servicio del Gran Reich. Para eso era necesario comprimir en los niveles más bajos la instrucción e impedir la formación de grupos intelectual y económicamente desarrollados. La Iglesia Católica y el clero, centro de resistencia y de nacionalismo desde siglo, padeció un verdadero martirio. En 1939 contaba con unos 30.000.000 de fieles, de los que tres y medio eran de rito oriental. Para el cuidado pastoral de los mismos existían 25 diócesis agrupadas en cinco provincias eclesiásticas (Gniezno, Varsovia, Cracovia, Vilno y (Lwów) de rito latino, una provincia eclesiástica de rito oriental (Lwów) y una diócesis de rito armenio. Había que añadir, además, el obispado de la ciudad libre de Danzig, que dependía directamente de la Santa Sede a través detenía 46 obispos y 14.000 sacerdotes en 8.000 parroquias.

Las persecuciones religiosas comenzaron inmediatamente, dado que mientras ejército conquistaba el territorio polaco, el aparato de represión nazi lo secundaba. Los que recibieron autorización para quedarse fueron humillados, se les puso todo tipo de trabas, se vieron privados de todos sus derechos. Estaban completamente bajo el dominio de la Gestapo. Hasta 1941 fueron ejecutados unos 700 sacerdotes y 3.000 estaban en los campos de concentración. En la diócesis de Chelmno en los meses de septiembre a diciembre de 1939 fueron asesinados 215 sacerdotes. El 20 de octubre de 1939, en un sólo día los nazis fusilaron a 17 sacerdotes, mientras otros 24 murieron. En el bosque de Szpegawsk, también en un sólo día, el 16 de octubre de 1939, fusilaron a 30 sacerdotes. Más de 1.300 iglesias fueron clausuradas, así como los seminarios mayores, las escuelas católicas y muchas casas religiosas; y se prohibió la enseñanza religiosa.

"Ciertamente el motivo del arresto no fue la conducta antialemana, ni acciones o declaraciones en ese sentido. El objetivo era aniquilar el clero. Los alemanes nos anunciaron explícitamente que la persecución apuntaba a la destrucción. ¡Ustedes serán humo!", afirmó monseñor Sarnik, entonces seminarista deportado a Dachau. "La Iglesia en Polonia no olvida jamás los sacrificios enormes realizados por los obispos y sacerdotes, los dirigentes laicos y espirituales de nuestra vida y de nuestra cultura religiosa. En primer lugar, recordamos a obispos como Nowowiejski, Kozal, Wetmanski, Goral y el padre Kolbe al frente de ellos. Entre las víctimas se encuentran millares de sacerdotes. Muchos encontraron la muerte en los campos de concentración", indicaron en la Carta Pastoral de los Obispos Polacos con motivo del trigésimo aniversario de la declaración de la Segunda Guerra Mundial. El 13 de junio de 1999, en su séptimo viaje a Polonia, san Juan Pablo II beatificó a 108 mártires de la era nazi: 3 obispos, 52 sacerdotes diocesanos, 26 sacerdotes religiosos, 3 seminaristas, 7 religiosos, 8 religiosas y 9 laicos.

Francisco escribió una carta al cardenal Pietro Parolin, quien presidió la Misa central de 1050 aniversario del bautismo de Polonia. "La Iglesia ascendió a la dignidad del altar en numerosos hijos e hijas de la tierra polaca, que en varias ocasiones demostraron las virtudes cristianas o se adornaron con la palma del martirio. Con una lista muy larga, nos gustaría mencionar por su nombre a los que han vivido en nuestro tiempo, y son venerados en todo el mundo: a saber, San Maximiliano María Kolbe, sacerdote franciscano y mártir, que demostró su servicio en el holocausto de la caridad; Santa María Faustina Kowalska, una virgen que realmente se preocupaba por la revelación del misterio de la Divina Misericordia y San Juan Pablo II, el Papa que mostró sin descanso a todas las naciones al Salvador del hombre", sostuvo el Papa, según citó InfoCatólica. 

San Juan Pablo II afirmó que "la fidelidad a las raíces no significa una copia mecánica a los patrones del pasado". "La fidelidad a las raíces es siempre creativa, lista para entrar en lo más profundo, abierto a nuevos retos, sensible a los signos de los tiempos. Se expresa también en el interés por el desarrollo de la cultura nativa, en el que la historia cristiana estuvo presente desde el principio. La fidelidad a las raíces significa, sobre todo, la capacidad de construir vínculos orgánicos entre los valores eternos que tantas veces se han demostrado en la historia, y los desafíos del mundo moderno, entre la fe y la cultura, entre el Evangelio y la vida", sostuvo el primer Papa nacido en Polonia, uno de los países más católicos del mundo. 

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