Síntesis

Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.

Querido Señor:

            Terminamos la primera sección de la cuarta parte del catecismo: La oración cristiana. En las próximas meditaciones comenzaremos a hablar, Señor, de la oración que nos enseñaste: el Padrenuestro.

            Nuestro querido catecismo, después de tratar un tema, hace un resumen. Esta primera sección tiene 8 cortos resúmenes. En esta última meditación, querido Señor, me gustaría que charlemos sobre todo lo que hemos meditado, aprovechando estos resúmenes: hagamos su síntesis.

            Después de recoger la definición de oración de san Juan Damasceno, el primer resumen afirma que la oración acompaña toda la historia de la salvación. Esta idea me invita al examen de conciencia y a preguntarme: la oración ¿acompaña la historia de mi vida?

            Desde el comienzo, grandes hombres nos dieron ejemplo con su oración: Abel, Noé, Abraham, Moisés, el gran David… A ellos les pedimos que nos ayuden a rezar.

            Madre nuestra, Virgen María, a Vos –que le enseñaste a rezar a Jesús (y luego Él a sus apóstoles)- te pedimos que sepamos imitar su oración filial, rezando en secreto para amar la voluntad del Padre.

            También le pedimos al Espíritu Santo –que enseña a toda la Iglesia- que nos eduque en la piedad.

            Gracias, Dios nuestro, porque tu bendición inflama nuestro corazón para adorarte, pedir e interceder por otros; queremos que toda nuestra vida y nuestras actividades sean una ofrenda de acción de gracias.

            También queremos darte gracias por todos aquellos que enviaste como maestros de oración: muchos santos, las familias, sacerdotes, religiosos, catequistas, etc.

                       Cuántos lindos lugares tenemos para rezar. Junto a Vos en los sagrarios de capillas, iglesias, monasterios y santuarios; en bellos paisajes que ofrece la naturaleza o en algún rincón especial de nuestro hogar.

            Hemos rezado: solos, en familia o comunidad; con la Sagrada Escritura, textos litúrgicos, joyas de la literatura y otros libros; oraciones vocales como el rosario o el Vía Crucis y meditando o contemplándote. No dejes de prestarnos tu fortaleza para vencer las tentaciones del abandono, la tibieza y las distracciones. Y, si tristemente caemos en ella, vení a rescatarnos, Pastor nuestro, para llevarnos de nuevo al rebaño.

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