La oración del Sumo Sacerdote

Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.

Querido Señor:

            Con tu soberana libertad te entregaste enteramente a la obra del Padre. Llegada “tu hora” te consagraste al Padre como sumo sacerdote y víctima pascual. Gracias, Jesús, por haber querido cumplir la voluntad del Padre.

            Tu muerte violenta no fue el fruto del azar de una desgraciada constelación de circunstancias. Dios permitió la ceguera de personas como Herodes y Poncio Pilato para realizar su designio de salvación. Este divino designio de salvación por medio de la muerte del “Siervo justo” (Is. 53,11 y Hch 3,14) había sido anunciado en la Sagrada Escritura como misterio de salvación para liberarnos del pecado y de la muerte eterna.

            Tu muerte redentora, Señor, vino a cumplir la profecía del Siervo doliente del libro de Isaías (Is. 53,7-8); Vos mismo presentaste el sentido de tu vida y de tu muerte a la luz de estos textos. Se los recordaste a tus discípulos, camino a Emaús (Lc 24,25-27) y luego a los apóstoles (Lc 24,44-45) cuando les decías: "es necesario que se cumpla lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los profetas y en los salmos acerca de Mí."

            Tu sacrificio, Señor, nos ha devuelto la comunión con Dios (Ex 24,8). Es único, da plenitud –y sobrepasa- a todos los sacrificios.

            Reparó nuestra desobediencia…: como por la desobediencia de un solo hombre (Adán), todos fuimos constituidos pecadores, por tu obediencia, Señor, podemos llegar a ser santos (Rm 5,9).

            Ningún hombre estuvo jamás en condiciones de tomar todos los pecados de los hombres y ofrecerse en sacrificio por todos; solo Vos, Señor, Dios y hombre verdadero, podías hacerlo. Sos nuestro único sumo sacerdote, mediador entre Dios y los hombres. Todo sacerdocio tiene su fuente en el tuyo: el sacerdocio ministerial y el común de todos los fieles bautizados. Siendo esencialmente diferentes están ordenados uno al otro. El sacerdocio jerárquico está al servicio de todos los fieles y el sacerdocio común se realiza con el desarrollo de la gracia bautismal: vida de fe, esperanza y caridad, vida según el espíritu.

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