La oración es eficaz

Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.

Querido Señor.

            La confianza filial se prueba en la tribulación; esto es, en la congoja, en la aflicción o en la adversidad.

            ¿Pedimos y no recibimos? Es que pedimos mal, afirma el apóstol Santiago. También lo sostiene san Pablo cuando escribe que “no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26)

            También puede ser oportuno preguntarnos: mi oración ¿agradará al Señor? Cuando pedimos ¿exigimos un resultado? No vaya a ser que nos estemos imaginando un dios instrumental al servicio de nuestros deseos y caprichos.

            Nuestro Padre sabe bien qué nos hace falta antes de que se lo pidamos (Mt 6,8). Entonces ¿por qué tenemos que pedir? Por un lado, Dios espera por que respeta nuestra libertad. Además, muchas veces quiere que perseveremos: “No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides–recuerda Evagrio-: es él quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia en permanecer con él en oración.” En el mismo sentido, san Agustín escribe, “El quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que él está dispuesto a darnos.”

            Señor, nosotros sabemos que la oración es siempre eficaz y que, su primera respuesta es la transformación de nuestro corazón. La eficacia de nuestra oración reside en que Vos rezás en nosotros, con nosotros y por nosotros, de modo que Vos ocupás nuestro lugar y pedís en favor nuestro.

            Si nuestra oración está resueltamente unida a la tuya, obtenemos todo lo que pidamos en tu Nombre.

            También sabemos que podemos orar continuamente; esta oración continua no puede venir más que del amor. “Ora continuamente el que une la oración a las obras y las obras a la oración”,afirma Orígenes: “Sólo así podemos encontrar realizable el principio de la oración continua.”

            Orar siempre es posible: “Es posible incluso en el mercado o en un paseo solitario (…). Sentado en vuestra tienda, comprando o vendiendo, o incluso haciendo la cocina.” (San Juan Crisótomo).

            Si no rezamos, además, caeremos en la esclavitud del pecado (Ga 5,16-20), “Quien ora se salva ciertamente, quien no ora se condena ciertamente.”

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