No peques más en adelante

Cada semana comento la lectura del Evangelio de la celebración litúrgica del domingo. Espero sea de provecho.

Jn 8, 1-11.

 

Jesús fue al monte de los Olivos

Así empieza este conmovedor relato evangélico. Relaciona el monte de los Olivos con el perdón de Jesús a la mujer adúltera, y nos prepara así para celebrar la Semana Santa. El monte de los Olivos es el lugar en el que Jesús, la noche en la que iba a ser entregado, cargó espiritualmente con todos los pecados, pidiendo al Padre que perdone el gran adulterio del ser humano que traiciona su fidelidad a Dios para unirse a falsos dioses: el placer, el poder, el poseer… No olvidemos nunca que Jesús nos redimió a precio de su sangre: sudor de sangre en la oración sufriente de Getsemaní y toda su sangre en el sacrificio de la Cruz.

 

Y tú, ¿qué dices?

Los escribas y fariseos tienden una trampa a Jesús. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices? Si Jesús responde que no, lo acusan de subversivo. Si responde que sí, de rigorista en contradicción con su popular predicación sobre la misericordia del Padre. Tras las sagaces palabras de Jesús, el que no tenga pecado, que arroje la primera piedra, todos los trapaceros acusadores de la mujer adúltera van desapareciendo poco a poco de la escena. Tenían pecados ocultos y temían que Jesús los descubriese. Quizá le habían escuchado esas inquietantes palabras: No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido (Mt 10, 26).

 

Jesús quedó solo con la mujer

Una sana maduración humana y cristiana pasa por:

  • aprender a darle cada vez menos importancia a lo que los demás digan de nosotros, bueno o malo, adulación o calumnia, aplauso o censura, puesto que, como muchos santos repiten, "somos lo que somos delante de Dios y nada más";
  • acostumbrarse a permanecer con Jesús a solas en el silencio de nuestro corazón, en la oración ante el sagrario, en la Confesión y en la Comunión.

Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. En la sagrada intimidad de Jesús con la mujer pecadora, de Jesús con tu conciencia sincera en el sacramento de la Penitencia, Él derrama sobre el alma su perdón, su paz y su misericordia divina. Qué mejor momento que el Jubileo de la Misericordia y el tiempo litúrgico de Cuaresma para hacer una buena Confesión y recibir el abrazo perdonador del Padre.

 

Vete, no peques más en adelante

Es importante subrayar estas palabras de Jesús a un mundo que ha perdido la conciencia de lo que es pecado o lo entiende como algo liviano e intrascendente, en un contexto eclesial en el que fácilmente se puede interpretar la Divina Misericordia como una 'licencia para pecar', y el perdón como un derecho en lugar de un don inmerecido por nuestra parte, conseguido por Cristo con su dolorosísima Pasión.

El propósito de la enmienda es uno de los elementos esenciales de una buena Confesión, así como del examen de conciencia que el cristiano realiza diariamente antes de acostarse. El Catecismo de la Iglesia Católica lo explica en su número 1490: "El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina".

La dinámica propia del amor a Dios lleva al creyente, consecuentemente, a confiar en el perdón misericordioso de Dios, y al mismo tiempo a poner en juego con intensidad los recursos de la libertad y responsabilidad humana contra el pecado: prudencia, oración, reflexión… La asombrosa misericordia de Jesús con la mujer adúltera no debe ensombrecer la fuerza de las palabras finales que a ella y a nosotros nos dirige el Salvador: no peques más en adelante.

 

@fraytuk

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