Iglesia grecocatólica en Ucrania

Recientemente, académicos ortodoxos de París, Moscú, Lviv, Misnk y Kiev pidieron perdón a 70 años de la supresión de la Iglesia grecocatólica en Ucrania, una de las 21 iglesias orientales de la Iglesia Católica Apostólica Romana, en 1946 cuando los participantes del seudosínodo ortodoxo suprimieron su estatus legal durante el régimen de Stalin. 

La Iglesia Católica Apostólica Romana se conforma de 22 iglesias rituales con propio derecho cada una, como la Iglesia Latina en Occidente y 21 Iglesias restantes en Oriente. Las Iglesias católicas orientales mantienen la unidad eclesial y defienden la diversidad de sus tradiciones propias. Todas tienen la misma dignidad, y especialmente tienen encomendada la tarea de facilitar la unidad a las Iglesias orientales separadas de la Sede Romana. La iglesia oriental posee diversos ritos, una tradición eclesiástica que indica cómo se deben celebrar los sacramentos, que se dividen en 5 grupos:

  • Tradición alejandrina: Iglesias copta y etíope.
  • Tradición antioquena: Iglesias malankar, maronita y siria.
  • Tradición armenia: Iglesia armenia.
  • Tradición caldea: Iglesias caldea y malabar.
  • Tradición bizantina: Iglesias albanesa, bielorrusa, croata, búlgara, griega, greco-melquita, italo-albanesa, macedonia, rumana, rusa, rutena, eslovaca, ucraniana y húngara.

Una de ellas es la Iglesia grecocatólica en Ucrania, una porción de la Iglesia Católica perteneciente a su parte oriental, en absoluta unidad y total fidelidad al sucesor de Pedro. Posee en la actualidad unos 5 millones de fieles, la inmensa mayoría de ellos en Ucrania, y unos pocos en los países a los que los ucranianos han emigrado, principalmente Estados Unidos, Canadá y Polonia, los cuales, a su vez, constituyen poco más o menos un 10% de la población ucraniana, y ni siquiera la totalidad de los católicos ucranianos, dado que también hay una pequeña comunidad de unos 500.000 fieles que, siendo católicos no son greco-católicos, tratándose de una iglesia minoritaria, 

Tras el cisma de 1054, la Iglesia vivió momentos difíciles, pasando con los siglos a acercarse paulatinamente a Polonia. El patriarca de Kiev asistió al Concilio de Florencia en 1440 y acordó volver a la obediencia de Roma. Esto fue interpretado por los rusos como signo de enemistad. Los grecocatólicos ucranianos acudieron en varias ocasiones a Roma para pedir protección, frente al expansionismo ruso por un lado y la influencia latinizadora de los polacos por otro. En 1596, toda la jerarquía eclesiástica ucraniana pasó a Roma en el Sínodo de Brest. Con la dominación rusa, los grecocatólicos sufrieron una persecución sistemática, hasta el punto de que sólo sobrevivieron en el este de Ucrania, bajo dominio austrohúngaro -Galitzia-. A finales del siglo XIX, prácticamente habían desaparecido. 

En Galitzia, después de la segunda guerra mundial, los comunistas persiguieron aún con más dureza a los grecocatólicos ucranianos, al encarcelar a toda su jerarquía, encabezada por el cardenal Slipyj. Recientemente, un grupo de intelectuales ortodoxos pidieron perdón a través de una carta abierta por "todas las injusticias que los católicos griegos eran víctimas al amparo de la autoridad de la Iglesia ortodoxa", en 1946 cuando los participantes del seudosínodo ortodoxo que no contó con la presencia de obispos de Lviv suprimieron el estatus legal de la iglesia grecocatólica en Ucrania durante el régimen soviético, por voluntad del dictador Iósif Stalin.  

En 1989, acercándose la caída del comunismo, a los greco-católicos ucranianos se les concedió el derecho de registrarse ante el Gobierno. Con el apoyo de las autoridades locales, los ucranianos católicos gradualmente tomaron posesión de sus antiguas parroquias. Todo esto fue el preludio de un fuerte resurgimiento del catolicismo en la región. En 1990, la Iglesia grecocatólica fue reconocida legalmente y pudieron salir de la clandestinidad. Miles de fieles abandonaron la iglesia ortodoxa y volvieron a procesar la fe de sus antepasados. Sin embargo, no fue rehabilitada e implicó que las propiedades que fueron confiscadas y entregadas a los ortodoxos después de 1946 por el dictador Stalin no se le reconocían, y tampoco se le devolvieron. Tras la caída del Muro, las parroquias y las iglesias, las pocas que quedaron de los tiempos soviéticos y las muchas apenas reconstruidas, eran reclamadas por unos y otros. Esta situación contribuyó a la división y conflicto entre ambos, y que aún continúan en la actualidad. 

Este fue un factor que incrementó el desacuerdo entre el Vaticano y la Iglesia Ortodoxa Rusa. La situación de la Iglesia grecocatólica ucraniana, perteneciente al 'uniatismo', es decir esas las Iglesias de rito oriental que aceptaron volver a la plena comunión con la católica romana al mantener los propios ritos, cultos y tradiciones y una amplia autonomía eclesiástica. El uniatismo fue un tema polémico entre la ortodoxia y es el catolicismo. El I Concilio General de los Ucranianos Greco-Católicos, subsiguiente a los acontecimientos que conducen a la caída del comunismo en el país y a su retornada independencia de la URSS, se celebró en Leópolis en octubre de 1996. En junio del 2001, el Papa Juan Pablo II realiza una visita pastoral a Ucrania. Recientemente, el encuentro histórico entre Francisco y el Patriarca Kirill hace concebir esperanzas de una mejora de la situación entre las Iglesias a las que representan. El arzobispo mayor de Kiev, Sviatoslav Shevchuk, lamentó que el Patriarcado de Moscú reiteró antes de la reunión histórica que la Iglesia grecocatólica es el mayor obstáculo para el acercamiento de los ruso-ortodoxos y católicos. 

"Parece que no hay más objeción a nuestro derecho a existir. De hecho, para existir y actuar, no estamos obligados a pedir permiso a nadie. En el pasado hemos sido acusados ​​de expansión en el territorio canónico del Patriarcado de Moscú y ahora nuestros derechos para cuidar de nuestra gente siempre que lo necesiten es reconocido"enfatizó , Shevchuk sobre el el párrafo 25 de la Declaración Conjunta, se habla con respecto a la iglesia greco ucraniana reconocida como sujeto de las relaciones entre la Iglesia católica y la ortodoxa. "El punto 26 de la Declaración Conjunta es el más polémico. Uno tiene la impresión de que el Patriarcado de Moscú rehúsa reconocer que es parte del conflicto, que apoya abiertamente la agresión de Rusia contra Ucrania y bendice a las acciones militares de Rusia en Siria como una 'guerra santa'. La Iglesia y organizaciones religiosas en Ucrania nunca han apoyado la guerra y trabajan constantemente por la paz y la armonía social. Indudablemente este texto ha suscitado profunda decepción entre muchos de los fieles de nuestra Iglesia y entre los ciudadanos conscientes de Ucrania. Me he puesto en contacto con muchos que me dicen que se sienten traicionados por el Vaticano, decepcionados por las medias verdades del texto y el apoyo indirecto de la Santa Sede a la agresión contra Ucrania", aseveró. 

Deja un comentario