Tiempos extraños
Soy consciente de que calificar de misterioso, extraño o especialmente difícil un momento de la historia no es algo muy original, por aquello de que siempre nos parece que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”.
Los que vivieron las angustias terribles del fatídico siglo XX marcado por dos guerras mundiales, los totalitarismos, los genocidios nazi y comunista, la guerra fría, la amenaza atómica, etc., bien pudieran decir que no han existido ni existirán tiempos peores. Y nos les faltaría razón.
Aún así, me atrevo a aventurar que los entusiasmos suscitados por el nazismo y el comunismo con todas sus variantes revolucionarias no alcanzaron una difusión tan capilar como las ideologías postmodernas. Al menos no existía una proporción entre los medios usados (política, represión policial, educación, poder militar) y los resultados. La prepotencia de los nazis fue ahogada por la derrota bélica, mientras que el comunismo se hizo fuerte en los países del Pacto de Varsovia, pero era claro que se sostenía como una imposición cada vez más contestada desde dentro y claramente rechazada en el exterior donde se vivía y se pensaba de modo distinto. Hasta que se derrumbo cayendo casi por su propio peso.
En cambio hoy todo el Occidente parece 'sometido' a un pensamiento único que se acepta casi sin reflexión y con una convicción tan radical que se califica de retrógrado todo aquel que disienta. Se supone que pensar distinto es una actitud fundamental de la democracia que todavía se exalta como fundamento de la civilización occidental moderna. Pero en la práctica no es así.
Ya nadie es libre de decir aquello que pueda ser calificado de 'políticamente incorrecto'. Y todo esto está alcanzando niveles tan irracionales que está rozando la locura. Podríamos hablar de una 'esquizofrenia' social generalizada donde se vive, se habla y se piensa fuera de la realidad como si fuese lo más normal del mundo. Supongo que para un esquizofrénico hablar con sus personajes imaginarios y hacer gestos absurdos es una cosa normal.
El más claro ejemplo es el actual 'rodillo' de la 'ideología de género'. Poco a poco todos los países se inclinan no sólo a aceptar sus 'indiscutibles dogmas' sino que los fomentan con todos los medios: cine, televisión, Internet, prensa, educación, legislación, etc.; y con una fuerza tal que bien se podría calificar de adoctrinamiento generalizado. Con tal éxito que incluso en los países donde todavía no se han aprobado leyes que la favorecen ya es aceptada por la mayoría sin problema. Y todo ello en contra de evidencias sociológicas, biológicas y psicológicas indiscutibles, pero ahora discutidas por casi todos, como: la importancia de la familia, la diferencia y complementariedad entre el hombre y la mujer, las necesidades afectivas de los niños que necesitan la figura de la madre y también la del padre.
En la raíz de todo está la crisis de la educación y el poder inconmensurable de los medios de comunicación. Una persona poco formada que desconoce la historia y poco acostumbrada a preguntarse por el sentido de las cosas es fácilmente manipulable.
Es cierto que no todo está perdido, que existe una minoría consciente del peligro y dispuesta a luchar por la defensa de los valores, pero tenemos razones para creer que su peso no es grande y su voz no será escuchada sino sofocada. Esto no nos exime de nuestra responsabilidad. Después de todo sabemos que la Verdad está de nuestra parte y su poder (que viene de lo alto) es más grande que todo. Hoy todos los cristianos y hombres de buena voluntad tienen el deber de ayudar a los demás a 'recobrar la razón' y no consentir que el mundo se convierta en un manicomio. Ni siquiera los psiquiatras ganarían nada con ello.