El Espíritu actúa

Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.

Querido Señor:

A lo largo de su historia, la tradición viva de la oración en la Iglesia ha ido proponiendo a sus hijos un lenguaje para orar en palabras, melodías, gestos, iconografía, etc. El magisterio ha ido orientando a los fieles para que puedan discernir esos caminos de oración.

En este sentido, es bueno recordar la carta de la Congregación de la doctrina de la fe sobre la meditación cristiana, de octubre de 1989, a los obispos que, entre otras cosas, explica que no son cristianos los métodos inspirados en el induísmo y el budismo como el “zen”, la “meditación trascendental” y el “yoga”.

No hay otro camino de oración cristiana que Vos, Jesús; sea comunitaria o personal, vocal o mental. Tu santa humanidad es el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar al Padre.

La oración de la Iglesia se alimenta de la Palabra y de la Liturgia.

Tu Nombre, Jesús, contiene todo; queremos invocarlo siempre desde nuestro corazón. La invocación de tu santo Nombre es el camino más sencillo para la oración continua. Los espirituales del Sinaí, de Siria y del monte Athos lo invocan así: Señor Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí que soy un pecador.

La oración de la Iglesia venera y honra tu Sagrado Corazón que fue traspasado por nuestros pecados. Los cristianos te acompañamos -Salvador nuestro- en tu recorrido desde el pretorio al Gólgota y al sepulcro, rezando el Vía Crucis.

San Pablo nos recuerda con verdad que no podemos decirte que Vos sos el Señor sino por obra del Espíritu Santo (1 Co 12, 3). Cada vez que nos dirigimos a Vos es el Espíritu Santo quien nos atrae con su gracia a la oración. Y ya que Él nos lleva a Vos… te pido que me ayudes a orarle a Él; la Iglesia nos invita a implorarlo todos los días, especialmente al comenzar y al terminar cualquier acción importante.

Dios Espíritu Santo, sos el maestro de la oración cristiana, el artífice de la tradición viva de la oración, quiero quererte como te merecés. Hoy me propongo invocarte con la oración más sencilla, más directa y más tradicional: “¡Ven, Espíritu Santo!

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