Bienestar familiar

Cada semana comento la lectura del Evangelio de la celebración litúrgica del domingo. Espero sea de provecho.

Lc 2, 41-52.

 

El modelo de nuestras sociedades occidentales es, desde hace décadas, el del Estado de Bienestar. Sin entrar en valorar este concepto, lo que parece evidente es que el 'bienestar' de las personas pasa por el 'bienestar' familiar. El mismo Hijo de Dios quiso nacer y vivir en el seno de una familia, rodeado del amor de su madre, que lo dio a luz, y de su padre adoptivo, san José, verdadero esposo de la Virgen María.

Conocemos el 'bienestar' de muchas familias que, superando mil dificultades, siguen siendo testimonio del Evangelio de la Familia. Pero también es verdad que somos espectadores del fenómeno creciente de la descomposición familiar, que tantísimo 'malestar' genera, sobre todo en los más pequeños. La pérdida de estos cuatro valores que vamos a enumerar, genera tal descomposición. La educación en esos valores es el remedio necesario para gozar de 'bienestar' familiar.

 

La vida es para amar. La vida no es para la autorreferencialidad, ni para la autocomplacencia, ni para la autosatisfacción. El modelo de felicidad individualista y hedonista que se nos quiere vender apelando a nuestras pasiones más primarias es un fraude que se asemeja al lavado de cerebro. La insatisfacción personal que genera el paradigma de vida egocéntrico es uno de los más extendidos cánceres espirituales. Si al gran empresario y al político les beneficia una sociedad egoísta, fragmentada y manipulable, la familia tiene la misión divina de educar en el amor, la solidaridad, la generosidad y la entrega. Como repetía tanto san Juan Pablo II, la felicidad está en darse.

 

El amor es fiel. El amor es fiel, y si no es fiel no es amor. Antes los novios se prometían amor eterno. Parece que cada vez se cree menos en el amor, y ya se da por sentado que el noviazgo tiene fecha próxima de vencimiento, que es un "te quiero hoy; mañana ya veremos", un "te quiero en la salud, pero no en la enfermedad". Si el amor es un cuidarse, será cada vez más firme y fiel. Si el amor se entiende como un usarse, el límite es el desgaste, más pronto que tarde. La otra cara del no apostar por el amor fiel es el 'malestar' de la soledad.

 

La vida es un proyecto de amor fiel. El relativismo es no amar nada ni a nadie de modo absoluto y fiel. Y la persona sin amor a unos valores, a unas personas, a Dios, es alguien sin proyecto de vida, perdido, sin norte. El que vive la vida como una improvisación constante, pronto cae en la depresión del sinsentido. Aquel para el que el matrimonio, los hijos, la familia, forman parte fundamental del argumento y el proyecto de su vida, encontrará cada día algo verdaderamente valioso por lo que levantarse, por lo que luchar.

 

La familia es una misión. Una de las verdades más consoladoras y a la vez comprometedoras es el hecho de que nuestra vida es una misión que Dios nos da, de la que tendremos que rendir cuenta. Para realizarla nos otorga su perdón, su misericordia y múltiples ayudas y gracias. Y para la mayoría de las personas, esa misión incluye el proyecto de amor fiel que supone formar una familia. San Juan Pablo II escribía en su Carta a las Familias del Año de la Familia 1994: "Una nación verdaderamente soberana y espiritualmente fuerte está formada siempre por familias fuertes, conscientes de su vocación y de su misión en la historia".

 

Sagrada Familia de Nazaret, ruega para que nuestras familias realicen el proyecto y la misión de amor fiel que Dios Padre les ha encomendado.

 

@fraytuk

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