La Iglesia nos enseña a orar

Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.

Querido Señor:

            La oración no se reduce al brote espontáneo de un impulso. Para orar es necesario aprender a orar y querer orar. El Espíritu Santo en la tradición de su Iglesia nos enseña a orar. El Espíritu Santo es el “agua viva” que, en el corazón del que reza, "brota para vida eterna" (Jn 4, 14). Él es quien nos enseña a recogerla de la misma fuente que sos Vos, Señor. En nuestra vida hay manantiales donde nos esperás para darnos a beber el Espíritu Santo. Tu Iglesia, Señor, nos recomienda insistentemente que nos avoquemos a la lectura asidua de la Escritura, para adquirir tu ciencia suprema (Flp 3,8).

            Un padre espiritual llamado Guido El Cartujano recomienda: "Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad orando, y se os abrirá por la contemplación

            La oración debe interiorizarse y asimilar la liturgia: durante su celebración y también después. El corazón se convierte así en un altar. En la oración como en la liturgia entramos por la fe. El Espíritu Santo nos enseña a celebrar la liturgia esperando tu retorno; también los salmos alimentan nuestra esperanza: "En el Señor puse toda mi esperanza…" (Sal 40, 2) y “la esperanza no falla” (Rm 5, 5).

            El amor a Vos, Señor, es la fuente de la oración, el que bebe de ella alcanza su cumbre. Escribía su oración san Juan María Vianney: “Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, Dios mío infinitamente amable, y prefiero morir amándote a vivir sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es amarte eternamente… Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los momentos que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cada vez que respiro.”

            Aprendemos a orar escuchando tu Palabra y participando de tu Misterio Pascual; pero en todo tiempo -en los acontecimientos de cada día- tu espíritu se nos ofrece para que brote la oración.

            Es justo y bueno orar para que la venida del Reino de justicia y paz influya en la historia, pero también es importante impregnar de oración las humildes situaciones cotidianas. Uno de los secretos que revelaste a los “pequeños” es que podemos orar en los acontecimientos de cada día y de cada instante.

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