Madre, Hija y Esposa

Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.

Querida Madre:

            Tu oración ha cooperado de manera única: en la Anunciación -para la concepción de Jesús- y en Pentecostés para la formación de la Iglesia.

            Llena de gracia respondiste con la ofrenda de todo tu ser y supiste acoger el don de Dios. Tu “fiat” (hágase) es el prototipo de la oración cristiana: ser todo de Él ya que Él es todo nuestro.

            En Caná intercediste para que no se aguara la fiesta. Y al pie de la cruz fuiste escuchada como la Mujer, la nueva Eva, verdadera madre de los vivientes.

            El Magnificat es a la vez un canto Tuyo y también de la Iglesia: un cántico de la Hija de Sión y del Nuevo Pueblo de Dios. Un canto de acción de gracias.

            También nosotros queremos ser agradecidos. Por eso, le agradecemos al Señor el haberte pedido, Virgen María, que te convirtieras en nuestra madre. Gracias, Señor, por el pedido. Y a Vos, la más bella y buena de las mujeres, te agradecemos el haber aceptado ese pedido y haberte comprometido completamente con esta nueva llamada. Gracias, gracias, gracias…

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