El que es de la verdad, escucha mi voz

Cada semana comento la lectura del Evangelio de la celebración litúrgica del domingo. Espero sea de provecho.

Jn 18, 33b-37.

"Mi realeza no es de este mundo". Pilato le dijo: "Entonces tú eres rey". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".

En la solemnidad de Cristo Rey, tratamos de comprender cómo es el reinado de Jesucristo para integrarnos más plenamente a él.

 

Mi realeza no es de este mundo.

Jesús no se presenta con una autoridad política. No pretende ser emperador de Roma, ni rey de los judíos al modo de Herodes, ni sumo sacerdote al modo de Caifás, ni siquiera caudillo de una facción de los judíos.

Sin embargo, sí se muestra con autoridad, como rabí judaico, como más que profeta (cf. Mt 12, 41), intérprete de la Ley (cf. Mt 5, 7) y se deja llamar Maestro, porque no tienen más que un Maestro, que es el Mesías, y todos ustedes son hermanos (Mt 23, 8.10). Como tal, ejerce un liderazgo sobre sus apóstoles y sobre el grupo más amplio de los discípulos, y les enseña pacientemente, sobre todo por medio de parábolas, los misterios del Reino, como continuación y plenitud del reinado de Dios sobre el pueblo de Israel, reinado que con Jesús se extenderá hasta los confines de la tierra (Hch. 1, 8).

Aunque no de tipo político, Jesús actúa con potestad (cf. Mt 7, 29), la de un taumaturgo. Transmitió a sus apóstoles poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia (M 10, 1). Con sus acciones milagrosas, Jesús mostraba otro tipo de poder, el de perdonar los pecados (cf. Lc 5, 23-24), poder que verificaba que el reino de Dios se había hecho presente (cf. Mt 12, 28), en pugna abierta contra el reinado de Satanás (cf. Mt 4, 8-10).

Por lo tanto, Jesús no se presenta como gobernador político, porque Su realeza no es de este mundo, pero sí como Rey-Maestro y como Rey-Salvador. Maestro de la verdad de Dios, y Salvador de la esclavitud que el Maligno ejerce sobre cada persona por medio del pecado, reina Jesucristo Crucificado y Resucitado hoy en su Iglesia "sentado a la derecha del Padre".

 

Soy Rey para dar testimonio de la verdad.

Según nuestra sensibilidad, habríamos esperado que Jesús afirmase: "he venido al mundo para dar testimonio del amor". La palabra 'verdad' es tabú en nuestra cultura postmoderna, y casi inadvertidamente, debido a la deformación mental a la que nos somete la dictadura del relativismo, asociamos 'verdad' con 'dogmatismo', 'intolerancia', 'imposición', 'rigidez', 'frialdad', 'desafecto', 'cerrazón'… mientras quizá hayamos asimilado parte de la pseudo-verdad 'dogmática' e inhumana de la ideología reinante.

Pero el reinado de Jesús consiste en dar testimonio de la verdad, pues sólo en la verdad está el verdadero amor. ¿Cómo amar a Dios si no sé quién es? ¿Cómo amar ignorando que Dios es la fuente de todo amor, que regenera en nosotros el amor con su misericordia? ¿Cómo amarse ordenadamente a uno mismo, sin saberse pecador, redimido por la sangre de Cristo y llamado a la vida eterna? ¿Cómo amar, sin desenmascarar cuáles son las amenazas contra el verdadero amor: el pecado, la pasión desordenada, el egoísmo? ¿Cómo amar al prójimo si no veo en él a un hermano, hijo de un mismo Padre? ¿Cómo amar al enemigo desconociendo que es buscado con amor por Jesús como a oveja perdida para que vuelva al rebaño?

 

El que es de la verdad, escucha mi voz.

Como señala San Agustín, Jesús no dice "el que escucha mi voz es de la verdad", sino el que es de la verdad, escucha mi voz. El que va erradicando de su vida la mentira, la autojustificación, el juicio temerario, la demagogia, y busca con sencillez la verdad y vivir en la verdad, ese tiene los oídos abiertos para escuchar al Rey de la Verdad, a Jesucristo. Y al contrario, quien escucha a Jesús, aunque aprenda de memoria los Evangelios, sin esta apertura humilde a la verdad permanecerá en la oscuridad.

Para que Cristo Rey-Maestro, Rey-Salvador, ejerza su reinado de gracia, verdad, perdón y amor en nuestros corazones, es necesario ser de la verdad y escuchar su voz. Pero son tantas las interpretaciones del Evangelio y tantas las nuevas problemáticas existenciales de nuestro mundo postmoderno, que al que busca sinceramente la verdad le asalta la duda de si al leer el Evangelio está escuchando a Jesús, o a sí mismo, o a un Jesús adulterado, adaptado a lo que es agradable para los oídos contemporáneos. Por eso, para escuchar la voz de Jesús entre tanta confusión, es esencial tener, consultar, meditar y llevar a la vida, el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio.

 

San Juan Pablo II decía: "Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial… Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial" (Fidei depositum 115.117).

Y el Papa Emérito Benedicto XVI afirmaba: "Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable" (Porta fidei 11).

Y Francisco: "El Catecismo de la Iglesia Católica [es] instrumento fundamental para aquel acto unitario con el que la Iglesia comunica el contenido completo de la fe, todo lo que ella es, todo lo que cree" (Lumen fidei 46).

 

@fraytuk

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