¿Es lícito divorciarse?

Cada semana comento la lectura del Evangelio de la celebración litúrgica del domingo. Espero sea de provecho.

Mc 10, 2-16.

Desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido.

 

Providencialmente coincide la lectura de este pasaje del Evangelio del domingo con el inicio del Sínodo de la Familia en Roma. Gran número de obispos se reúnen junto al Papa para rezar y discernir cómo llevar el evangelio de la familia más y mejor al hombre y la mujer del mundo de hoy. El contexto de todo Sínodo es el siguiente:

– Los obispos no se reúnen para inventar un nuevo mensaje para la sociedad actual. El mensaje es el de Jesús, definitivo revelador de Dios a los hombres, puesto que en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo (Hb 1, 2).

La enseñanza de Jesús es para la vida, no para las bibliotecas. Por lo tanto, los obispos disciernen cómo conseguir que esa enseñanza pase a formar parte de las convicciones y de la vida del hombre de hoy, lo cual es un claro ejercicio de misericordia puesto que la verdad os hará libres (Jn 8, 32).

– Si la cultura actual está muy alejada de la doctrina de Jesús, el objetivo de la evangelización no es adaptar los valores y la fe católica al relativismo, al hedonismo y al buenismo, sino tratar de purificar lo negativo de esa cultura, y de potenciar lo positivo, teniendo como criterio el Evangelio de Jesucristo interpretado autorizadamente por la Iglesia en sus dogmas.

 

En cuanto al tema del matrimonio, Jesús habla muy claro en el Evangelio de hoy:

– Desde el principio de la creación. El matrimonio no es un invento de los hombres, de las legislaciones, ni siquiera de la Iglesia, sino una realidad inscrita por Dios en el corazón del hombre, en su propia naturaleza.

– Dios los hizo varón y mujer. El gaymonio no es matrimonio a los ojos de Dios.

El hombre dejará a su padre y a su madre. El amor del matrimonio debe ser más fuerte que el de los vínculos del parentesco de sangre. La nueva familia que el matrimonio forma no debe ser 'hackeada' por la familia de él ni por la de ella.

No son dos, sino una sola carne. No se trata de una unión de conveniencia, pragmática, sino de una verdadera unión de amor y vida.

– Que el hombre no separe lo que Dios ha unido. Jesucristo no acepta el divorcio, y su Iglesia tampoco.

Quien se encuentre lejos de vivir la enseñanza de Jesús sobre el matrimonio pero la acepta, es un cristiano en camino de conversión, y debe confiar en la misericordia de Dios, reconociendo su pecado. Quien no acepte la verdad de esta enseñanza de Jesús debería ser coherente con sus propios principios y reconocerse no cristiano.

 

La pastoral de la Iglesia sobre el matrimonio, una de las principales responsabilidades de los obispos, tiene el peligro de caer en un círculo vicioso:

– Primero se decide que no hay que exigir muchos requisitos a los novios porque si no, no se casan.

– Luego se constata que muchos matrimonios son nulos porque no dieron un consentimiento verdadero por falta de formación.

– Pero cuando se vuelven a encontrar con unos novios que piden el matrimonio por la Iglesia, vuelven a admitirlos sin formación suficiente, porque si no "los estamos alejando de la Iglesia".

¿Qué busca el pastor, formar cristianos adultos, o engrosar unas estadísticas? ¿Cree el pastor que el evangelio católico sobre el matrimonio y la familia es gozoso, o se avergüenza de él porque lo considera una carga? ¿O es que el pastor está convencido de la grandeza del matrimonio católico pero no se atreve a enseñarla por su impopularidad?

La catequesis sobre el matrimonio tiene que generar un círculo virtuoso:

– La educación de los niños en la familia, en las escuelas católicas, en las parroquias, en los movimientos de apostolado, tiene que ser una educación en el amor, la fidelidad y la responsabilidad, con una enseñanza clara de lo que es el sacramento del matrimonio católico, y testimonios coherentes.

– Estas mismas instancias deben acompañar la etapa del noviazgo, como etapa de mutuo conocimiento y crecimiento en un amor casto, el único amor que merece tal nombre.

– Una diócesis que no se avergüenza de las exigencias del matrimonio católico genera localmente, con su pastoral catequística, familiar y juvenil, un ámbito, una cultura que inocula del virus divorcista que pulula en la mentalidad actual. Tal pastoral favorece las condiciones para que las bodas se realicen en las mejores condiciones.

Sólo el pastor que sabe que su misión no es "ser simpático al mundo sino llevar el Evangelio", un Evangelio que es signo de contradicción, es cruz, es profético, es martirial, a la par que salvador, gozoso, e ilusionante; sólo un pastor así es capaz de introducir en su diócesis, con la ayuda del pueblo de Dios a él confiado, el círculo virtuoso de la cultura del amor, del matrimonio y de la familia.

@fraytuk

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