El pueblo asirio

El Estado Islámico saqueó y destruyó con topadoras y excavadoras partes de la localidad asiria de Nimrud, de 3.000 años de antigüedad, en el norte de Irak. 

La ciudad de Nimrud, conocida en la Biblia como Kalakh, fue una de las capitales de Asiria, y está situada junto al río Tigris. Está ubicada a unos 30 kilómetros de Mosul y fue fundada por el rey Salmanasar I en el siglo XIII antes de Cristo, pero fue el rey Asurnasirpal II quien decidió construir su nueva capital en ese sitio. Desde junio pasado se encuentra controlada por los yihadistas.

El imperio de los asirios cubría el actual territorio de norte de Irak y noreste de  Siria, hasta alcanzar algunas regiones del sureste de Turquía y Egipto. En el siglo VII después de Cristo fue conquistado por los árabes. Desde entonces son mayoritariamente musulmanes. Los que no se convirtieron tuvieron que pagar un impuesto, mientras que los que decidieron mantener su religión tuvieron que enfrentarse a grandes dificultades para practicar su fe.

Los idiomas este pueblo son el asirio, también nombrado neo-arameo, caldeo o siríaco. Una de las grandes contribuciones que este pueblo realizó a la civilización fue el primer sistema de escritura y el alfabeto. El término siríaco se utiliza para referirse a todo el arameo clásico de la antigüedad tardía, que se convirtió en el idioma litúrgico de la Iglesia siria oriental. En la actualidad, el idioma moderno de los asirios es el siríaco, la lengua que hablaba Jesús. El idioma asirio se relaciona con el hebreo y el árabe, pero los precede a ambos.

El pueblo asirio comparte  una historia común de persecución colectiva, basada en su religión, carácter étnico, idioma y cultura. Según la Agencia Internacional de Noticias de Asiria (AINA), la gran mayoría de los asirios hablan, además del asirio, el idioma de su país de origen, es decir, árabe, persa, turco, y el idioma del país de residencia y por lo tanto son trilingües. Varios asirios educados en Líbano o Siria bajo el sistema de educación francés son fluidos en el manejo del asirio, árabe, francés e inglés. El momento más duro para el pueblo asirio ocurrió con el imperio otomano. Más de 400.000 huyeron en lo que es considerado como el 'Genocidio Asirio'. Turcos y kurdos iniciaron una cruel persecución durante este imperio, que obligó a decenas de miles de asirios a moverse a Suecia, Jordania, Alemania y Estados Unidos. Además, se asentaron en países como Siria, Irán e Irak donde sufrieron ataques más violentos a manos de los árabes.

La doctrina religiosa de los asirios se encuentra dividida en cinco con sus correspondientes jerarquías y estructuras de poder eclesiástico: Iglesia del Este, Caldeos, Maronitas, Siríacos Ortodoxos y Siríacos Católicos. Estas divisiones formales tuvieron origen durante el siglo V de la Era Cristiana. Los asirios fueron uno de los primeros pueblos que se convirtió al cristianismo en el siglo VI. La Iglesia siriaco-católica es una congregación católica difundida sobre todo en Siria e Irak. Nace en 1782 como escisión de la Iglesia Siriaco-Ortodoxa, también conocida como jacobita, una iglesia que pertenece a las iglesias católicas orientales. El idioma litúrgico es el arameo, que incluso se habla todavía como lengua materna en algunas comunidades de sus fieles, aunque fue reemplazado en gran parte por el árabe. Se utiliza la Biblia en arameo, llamada Peshitta. El Patriarcado se estableció primero en Líbano, se trasladó a Aleppo tras su reconocimiento, en 1829, por el Imperio Otomano y se mudó a Mardin en el sur de Turquía en 1850. Alrededor de 1920, tras las persecuciones de los cristianos durante el derrumbe del imperio, la sede volvió a establecerse Beirut, donde se encuentra aún hoy. Al igual que ocurre en otras Iglesias de la región, el máximo representante lleva el título de Patriarca de Antioquía, si bien no tiene sede en esta ciudad de Hatay.

El patriarca de Antioquía y de todo Oriente de los Siriacos, es decir, el patriarca de la iglesia católica siria, es Ignatius Joseph III Yonan. Benedicto XVI le concedió la comunión eclesiástica que puso de manifiesto en su Visita a Roma el 19 de junio de 2009 coincidiendo con el inicio del Año Sacerdotal. El Patriarca Ignacio José III Younan celebró la Santa Misa por el rito siriaco en la Basílica de Santa María la Mayor como signo de esta comunión.

Al volver a Nimrud, no se puede dejar de apreciar la ciudad que era una reliquia arqueológica de enorme valor para la humanidad, pero que fue reducidas a escombros por un grupo de terroristas. En la metrópolis del Antiguo Oriente, en lo que hoy se conoce como el norte de Irak, se construyeron palacios decorados con imponentes figuras en la entrada de toros alados con cabezas humanas. "Llegaron a mediodía con topadoras, y comenzaron a destruir el palacio. Varias estatuas y las puertas del palacio de Asurnasirpal II han sido destruidas. El Estado Islámico continúa desafiando al mundo”, sostuvieron desde el Ministerio de Turismo y Antigüedades de Irak. 

El Estado Islámico convirtió en escombros antiquísimas esculturas, por interpretar una severa y violenta versión de la ley islámica en los territorios que controla. De esa forma, los extremistas justifican la destrucción de sitios arqueológicos, al argumentar que las estatuas pueden inducir a la adoración de ídolos, algo prohibido en el Corán, pero que sin embargo, para muchos expertos "esa idolatría" que tanto critica el grupo no le impide vender piezas arqueológicas a los coleccionistas en el mercado negro, y de esa forma continuar con el financiamiento de sus ataques. Esta ciudad fue centro de numerosos enfrentamientos y vivió a lo largo de los siglos enormes cambios culturales, durante 3.000 años. Muchas de aquellas figuras sobrevivieron hasta el momento numerosas guerras y catástrofes, pero ese patrimonio antiquísimo fue destruido en cuestión de minutos por un grupo de terroristas, que en pos de establecer un Estado Islámico, no tienen límites ante reliquias arqueológicas, ni ante seres humanos. 

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