La puerta estrecha
Cada semana comento la lectura del Evangelio de la celebración litúrgica del domingo. Espero sea de provecho.
Lc 13, 22-30.
"Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". El respondió: "Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán". "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!".
El mensaje de Jesús en este evangelio nos previene de un grave pecado: la presunción.
Esperanza
El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una hermosa descripción de la esperanza cristiana: "La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad" (1818).
Pero existe una actitud del corazón humano que, bajo apariencia de esperanza cristiana, es en realidad la peor enemiga de la verdadera esperanza: la presunción.
Presunción
Preguntan a Jesús: ¿Es verdad que son pocos los que se salvan? Y Él no responde que todos se salvan, como podría esperar cualquier cristiano educado en un credo buenista y por lo mismo absolutamente ajeno al Evangelio de Jesucristo. El Señor deja claro con una dura parábola que los presuntuosos no se salvarán. Presunción es la actitud de quienes dicen al dueño de la casa: "Señor, ábrenos". "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Es el que se cree ya salvado por pertenecer a un movimiento de apostolado, por ayudar en una parroquia, por pertenecer a una hermandad, por ser catequista, o consagrado, o sacerdote u obispo. La respuesta es tajante y severa: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!". Allí habrá llantos y rechinar de dientes.
Santo Tomás de Aquino describe la presunción como "una especie de pecado contra el Espíritu Santo. Efectivamente, con este tipo de presunción queda rechazada o despreciada la ayuda de Él por la que el hombre se aparta del pecado" (STh II-IIae, 21). Es el error de quienes creen salvarse por sus propias fuerzas sin necesidad de la ayuda de Dios (pelagianismo), o de quienes esperan la salvación de su fe sin las buenas obras (luteranismo), o de los que creen que algunos o todos están predestinados de antemano a la salvación independientemente de su conducta (calvinismo) y fe (modernismo).
La puerta estrecha
La gracia y la misericordia de Dios tienen múltiples facetas. No sólo existe el don misericordioso del perdón de los pecados, sino también lo que Santo Tomás llama "la ayuda por la que el hombre se aparta del pecado". Y esta es la lección de nuestro pasaje del Evangelio. Para salvarse hay que colaborar esforzadamente con esa gracia que nos da Dios para no caer en la tentación y evitar el pecado. Esa es la puerta estrecha por la que, con esta gracia específica de la misericordia de Dios, uno entra en la salvación porque deja de pertenecer al conjunto de todos los que hacen el mal.
Dios, además de la gracia del perdón y junto con ella, nos concede gracias específicas para poder ir erradicando el pecado que habita en nosotros. Peca de presunción quien no colabora en absoluto con estas gracias para la reforma de vida porque se cree ya salvo, bien por su 'cargo' eclesial, o bien por una abusiva y antievangélica comprensión de la misericordia de Dios. El camino correcto pasa por la puerta estrecha del combate espiritual para no ser de los que hacen el mal sino de quienes tratan de conformar su vida con el modelo supremo: el Sagrado Corazón de Jesús.
Dios Padre, no permitas que abandone presuntuosamente el camino estrecho de la salvación, por el cual el Espíritu Santo quiere purificar mi corazón de hombre viejo y hacedor del mal, para transformarlo a semejanza del corazón bondadoso y misericordioso de tu Hijo.