San Efrén, doctor de la Iglesia
† 373. Nísibe, Mesopotamia (actual Irak) . Memoria: 9 de junio
San Efrén logró ya durante su vida gran fama como poeta y compositor de himnos religiosos, y en la antigüedad fue el más grande poeta cantor de la Santísima Virgen. La Iglesia Católica lo ha declarado Doctor de la Iglesia y los antiguos lo llamaban “Arpa del Espíritu Santo”. Tenía una especialísima cualidad para escribir poesías y San Basilio Magno dice que era tal la estimación que los antiguos tenían por sus escritos, que después de las lecturas de la Sagrada Escritura, en varias iglesias se leía alguna página escrita por este santo.
A él le debemos en gran parte la introducción de los cánticos sagrados e himnos en las ceremonias católicas. Por medio de la música, los himnos se fueron haciendo populares y se extendieron prontamente por todas las iglesias. Los himnos de San Efrén se hicieron famosos por todas partes.
Primera conversión. Un sueño profético. Huida a Edesa
Efrén nació en Nísibe, Mesopotamia (actual Irak) en el año 306. Él afirma de sí mismo que de joven no le daba mucha importancia a la religión, pero que cuando le llegaron las pruebas y los sufrimientos, entonces se dio cuenta de que necesitaba a Dios.
El santo narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas partes racimos muy agradables y provechosos. Con esto se le anunciaba que sus obras (sus himnos y cantos) se iban a extender por muchas regiones, llevando alegría y agrado.
Los persas de Irán invadieron la ciudad de Nísibe, tratando de acabar con la religión católica, y entonces Efrén, junto con gran número de católicos, huyeron a la ciudad de Edesa, y en esa ciudad pasó los últimos años de su vida, dedicado a componer sus inmortales poesías, y a rezar, meditar y enseñar religión a cuantos más podía.
Compositor de himnos religiosos
Dicen que la idea de dedicarse a componer himnos religiosos le llegó al ver que los herejes llevaban mucha gente a sus reuniones por medio de los cantos que allí recitaban. Entonces Efrén dispuso hacer también muy simpáticas las reuniones de los católicos, por medio de himnos y cánticos religiosos, y realmente lo consiguió.
Para mejor inspirarse, nuestro santo buscaba siempre la soledad de las montañas, y en los sitios donde santos monjes y eremitas vivían en oración y en continuo silencio. Allí lejos del remolino de la vida social, le llegaba mejor la inspiración de lo alto.
Pero el obispo de Edesa, al darse cuenta de las cualidades artísticas del santo lo nombró director de la escuela de canto de la ciudad y allí estuvo durante trece años (del 350 al 363) formando maestros de canto para las parroquias. Sus himnos servían en las iglesias para exponer la doctrina cristiana, alejar las herejías y los vicios, y aumentar el fervor de los creyentes. Y aun hoy sus composiciones poéticas siguen siendo de grandísimo provecho para los lectores. Él expone las enseñanzas de la religión católica demostrando gran admiración por sus dogmas o verdades de fe. Los herejes se quejaban de que los muy bien ensayados coros de Efrén en los templos católicos atraían tantos devotos, que los templos de las sectas se quedaban vacíos.
De San Efrén se conservan setenta y siete himnos en honor de Cristo, de la Virgen Santísima y de los temas más sagrados de la religión católica. Su admiración inmensa hacia los sufrimientos del Señor le llevó a componer himnos verdaderamente admirables y conmovedores. Con razón las gentes lloraban cuando lo escuchaban o cuando leían sus emocionantes escritos. Por Jesús y por María tenía los más profundos sentimientos de simpatía y admiración. A María la llama siempre “Madre de Dios”.
Diácono. Gran predicador
La humildad de San Efrén era tan grande que se creía totalmente indigno de ser sacerdote, aunque las gentes lo consideraban un gran santo, y su vida era la de un fervoroso monje o religioso. Por eso prefirió quedarse de simple diácono.
Dicen los historiadores que cuando hablaba de la segunda venida de Cristo y el día del juicio final, empleaba una elocuencia tan vigorosa que el pueblo estallaba en gemidos y sonoros llantos. Y en sus predicaciones consideraba como deber suyo principalísimo prevenir y preparar al pueblo para que nadie se dejara engañar por los errores de las sectas.
Misericordioso con los más necesitados
La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el año 370 cuando hubo una gran carestía y una pavorosa escasez de alimentos. Los ricos habían acaparado los alimentos y se negaban a repartirlos entre los pobres por temor a que se aprovecharan los avivados. Entonces San Efrén se ofreció de mediador y como a él le tenían total confianza, organizó un equipo de distribuidores y logró llevar cuantiosos alimentos a las gentes más necesitadas. En una grandísima epidemia organizó un grupo de trescientos camilleros y con ellos recogía a los enfermos y los llevaba a sitios especiales para tratar de conseguir su curación. Uno de sus biógrafos comenta: “Estas dos labores fueron dos ocasiones formidables que Dios le dio a nuestro santo, para que se ganara dos bellísimas coronas más para la eternidad: la de calmar el hambre de los más pobres y la de devolverles la salud a los enfermos más abandonados”. Seguramente al llegar al cielo, habrá oído de labios de Jesús aquella bellísima frase que El prometió que dirá un día a los que ayudan a los pobres y enfermos: «Estuve enfermo y me visitasteis. (…) Tuve hambre y me disteis de comer. (…) Venid al banquete preparado para vosotros desde la creación del mundo.» (Mt 25, 40).
Su muerte sucedió probablemente en junio del año 373.
Espíritu Santo: envíanos muchos poetas y escritores que, como tu fiel discípulo San Efrén, redacten bellos escritos que nos entusiasmen a todos por nuestra santa religión católica.