Gracia, alianza, mirada
Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.
Querido Señor:
La contemplación es un don, una gracia.
La oración contemplativa es una alianza que Vos querés hacer con cada uno.
Es comunión: en ella, la Santísima Trinidad nos conforma a su imagen y semejanza. Es mirada de fe en Vos: “Yo le miro y él me mira”, decía un campesino que oraba frente al Sagrario al santo cura de Ars. Tu mirada, Señor, purifica mi corazón, nos enseña tu verdad y tu compasión por todos los hombres.
Contemplarte es escucharte y adherirnos a tu querer; de este modo participamos de tu “sí” y del “fiat” de la Virgen Santísima.
San Juan de la Cruz afirma que la contemplación es “amor silencioso”. Este silencio es insoportable para “el hombre exterior”, por eso, no podrá percibir que el Padre quiere darte a conocer, Verbo encarnado, sufriente, muerto y resucitado.
La contemplación nos une a tu oración en la medida que nos unimos a tu misterio; misterio celebrado por la Iglesia en la Eucaristía.
La contemplación es fuente de vida para la multitud cuando vive la noche de la fe; la noche pascual de la resurrección que pasó por la agonía y el sepulcro.
La oración es un don y una respuesta; supone siempre esfuerzo. Es combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra el Tentador, que hace todo lo posible para separarnos de Vos.
Se vive como se ora y se ora como se vive; el que no quiere vivir según tu voluntad no podrá orar en tu Nombre.
La oración no es simple operación psicológica, concentración para llegar al vacío y palabras rituales.
Algunos no hacen oración por que no tienen tiempo; otros se desalientan por que ignoran que es obra del Espíritu Santo y no solamente de ellos.
Ayudame, Señor, a combatir el desaliento ante la sequedad y dame humildad, confianza y perseverancia para vencer estos obstáculos.