En tu Nombre
Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.
Querido Señor:
San Juan nos cuenta que Vos afirmaste que en esta Nueva Alianza la oración tiene una particularidad muy especial: Ahora podemos pedir en tu nombre. Lo dijiste claramente: “Hasta ahora nada le habéis pedido en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea perfecto" (Jn 16, 24).
Durante tu ministerio, escuchaste oraciones llenas de fe.
Muchas veces expresadas en palabras: “Si querés podés curarme” (Mc 1, 40) te rogó de rodillas un leproso. “Quiero, queda limpio” le respondiste inmediatamente. A Jairo solo le pediste fe y luego le entregaste sana a su hija, que daban por muerta (Mc 5, 36). La mujer cananea -sirofenicia- insistió hasta que expulsaste el demonio que habitaba en su hija (Mc 7, 29). El mejor ladrón del mundo, que te “robó” el cielo a punto de morir en la cruz al lado tuyo, también hizo una oración llena de fe (Lc 23, 39-43).
En silencio, te rogaron la hemorroísa que pensó: “con solo tocarle la orla de su vestido seré curada…” (Mc 5, 28) y los cuatro amigos del paralítico que lo bajaron desde el techo (Mc 2, 5).
Con lágrimas, besos y perfumes -demostración de su gran amor- la pecadora alcanzó tu perdón (Lc 7, 37-38). También escuchaste los gritos de los ciegos: “Hijo de David, ten piedad de nosotros” y les respondiste “que suceda según vuestra fe”; y se ve que la tenían, pues fueron curados (Mt 9, 27).
Terminamos esta meditación con el admirable resumen que nos hace san Agustín de las tres dimensiones de tu oración; Vos, Señor, rezás por nosotros como nuestro sacerdote, rezás en nosotros como nuestra cabeza y a Vos te dirigimos nuestra oración como a nuestro Dios.