El alma humana es inmortal

Recordemos las verdades olvidadas que Cristo nos enseñó y su Iglesia proclama, puesto que la verdad nos hace libres, siendo luz en nuestro sendero.

La prosopagnosia es una enfermedad que impide reconocer los rostros, incluso el propio. Debe ser terrible, para quienes la padecen, no poder reconocer a sus familiares, a sus amigos, a sus seres queridos, ni siquiera a ellos mismos en una fotografía, por ejemplo. Veo el rostro de mi madre, de mi abuelo, de mi hermana, de mi primo, de mi excompañero de la escuela, y no reconozco quién es la persona que está detrás de ese rostro.

Sin embargo, existe una enfermedad espiritual más terrible, que consiste en no reconocer que detrás del rostro de cada hombre y de cada mujer, incluso del propio rostro, existe un alma inmortal, creada directamente por Dios, que asemeja al hombre a Dios y le confiere una dignidad sagrada, inmensamente superior a la de los animales.

Padece 'prosopagnosia espiritual':

  • el ultraecologista que no percibe la diferencia entre el hombre y el resto de los animales;
  • el abortero que profana asesinando la vida del ser humano más tierno e indefenso;
  • el explotador que mantiene a sus trabajadores en condiciones infrahumanas;
  • el político para el cual las personas son votos, estadísticas, títeres;
  • el desesperado que no es capaz de notar el valor sagrado de su propia vida;
  • el despiadado que vive como si su alma no fuese a presentarse ante el juicio de Dios.

Gaudium et Spes 14, documento del Vaticano II que el próximo 7 de diciembre cumplirá 50 años, llama a quienes padecen esta prosopagnosia espiritual "juguetes de un espejismo ilusorio", en el que lamentablemente viven las personas que olvidan la verdad de la inmortalidad del alma humana:

"No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad humana. Por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino. Al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y sociales exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la realidad".

El Catecismo de la Iglesia Católica 366 no deja lugar a dudas cuando afirma con claridad que "la Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios, no es producida por los padres, y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final".

Es verdad que la certeza de "la resurrección final" solamente la conocemos por la fe. Sin embargo, "con la sola razón se puede demostrar la espiritualidad y la inmortalidad del alma" (DH 2766). No podemos ver el alma humana, como tantas cosas importantes en la vida que no son visibles. Pero cuando amamos, elegimos, reímos, lloramos, ayudamos, reflexionamos, se pone de manifiesto que no somos simplemente un cuerpo.

La noche que velamos con dolor el cuerpo sin vida de un ser querido, tenemos la certeza de que algo se fue, de que algo permanece: su alma inmortal.

 

Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica

70. ¿Quién da el alma al hombre?

El alma espiritual no viene de los progenitores, sino que es creada directamente por Dios, y es inmortal. Al separarse del cuerpo en el momento de la muerte, no perece; se unirá de nuevo al cuerpo en el momento de la resurrección final.

 

@padrearturosaiz

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