Los santos, ejemplos de vida a imitar
El 1 de noviembre se celebra la festividad de Todos los Santos, ocasión en la que la Iglesia conmemora a aquellos que son conocidos como los que no. Los santos son intercesores ante Jesucristo y ejemplos de vida a imitar, no sólo a quienes se recurre en algún momento de la vida para pedir favores o protección por la popularidad que estos tienen entre los fieles.
La fiesta de Todos los Santos se origina en las catacumbas, donde los antiguos cristianos acostumbraban celebrar Misa junto a los restos mortales de aquellos numerosísimos mártires que, principalmente en tiempos del emperador romano Diocleciano, fueron inmolados. La persecución de Diocleciano fue la más violenta y cruel de todas contra la Iglesia primitiva, y pretendió frenar la expansión del cristianismo en el Imperio Romano. La fecha se relacionó después a la consagración de una capilla en la Basílica de San Pedro en honor a todos los santos, llevada a cabo por el Papa Gregorio III, en el año 700, quien fijó como fecha de conmemoración el 1 de noviembre. Posteriormente, a mediados del siglo IX, Gregorio IV extendió esa celebración a toda la Iglesia para recordar a los santos reconocidos y quienes no.
"Esta fiesta nos hace reflexionar sobre el doble horizonte de la humanidad, que expresamos simbólicamente con las palabras tierra y cielo: la tierra representa el camino histórico, el cielo la eternidad, la plenitud de la vida de Dios. Y así esta fiesta nos permite pensar en la Iglesia en su doble dimensión: la Iglesia en camino en el tiempo y la que celebra la fiesta sin fin, la Jerusalén celestial. Estas dos dimensiones están unidas por la realidad de la comunión de los santos: una realidad que empieza aquí abajo, en la tierra, y alcanza su cumplimiento en el cielo. Los santos, aquellos a quienes la Iglesia proclama como tales, pero también todos los santos y santas que sólo Dios conoce, y a quienes hoy también celebramos, vivieron intensamente esta dinámica. En cada uno de ellos, de manera muy personal, se hizo presente Cristo gracias a su Espíritu, que actúa mediante la Palabra y los sacramentos. De hecho estar unidos a Cristo, en la Iglesia, no anula la personalidad, sino que la abre, la transforma con la fuerza del amor, y le confiere, ya aquí, en la tierra, una dimensión eterna", reflexionó el Papa Emérito Benedicto XVI, en la solemnidad de Todos los Santos en 2012.
Los santos son intercesores ante Jesucristo y modelos de vida a imitar. Son un estímulo para los fieles dado que todos están llamados a la santidad y ellos lucharon como actualmente muchos lo hacen con las diferentes cruces que Dios nos pone. Hay unos santos que fueron canonizados, declarados oficialmente santos por el Papa, dado que por su intercesión se consiguieron milagros, y porque después de haber examinado exhaustivamente sus escritos y de haber realizado una minuciosa investigación y consulta a los testigos que lo acompañaron en su vida, se llega a la conclusión de que tuvieron una vida fue ejemplar y virtuosa. Si comprueba que su comportamiento fue ejemplar, se le declara Siervo de Dios. Si se concluye que sus virtudes, fueron heroicas, se lo declara Venerable. Por otro lado, si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable se lo declara Beato. Finalmente si se obtiene otro milagro por haber pedido su intercesión ante Jesucristo, el Pontífice lo declara santo. Los santos canonizados oficialmente son miles, pero además existe una considerable cantidad de santos no canonizados, que también tienen el gozo de estar con Dios en el cielo. Ahora ellos gozan de la herencia eterna a la que todos están llamados, es por eso que los veneramos y no los adoramos, porque sólo se adora a Dios.
La devoción a los santos varía según los países y las tradiciones locales. Es preciso en este sentido destacar la religiosidad popular. La religiosidad equivale a la práctica y cuidado en cumplir las obligaciones religiosas, que implica dar a Dios el culto que le corresponde. Popular es lo relativo al pueblo; lo que es peculiar de él o procede de él. Al respecto, la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM) reunida en 1979, en la ciudad mexicana de Puebla, reflexionó sobre la evangelización y religiosidad popular en Hispanoamérica. "La religión popular latinoamericana sufre, desde hace tiempo, por el divorcio entre elites y pueblo. Eso significa que le falta educación, catequesis y dinamismo, debido a la carencia de una adecuada pastoral. Los aspectos negativos son de diverso origen. De tipo ancestral: superstición, magia, fatalismo, idolatría del poder, fetichismo y ritualismo. Por deformación de la catequesis: arcaísmo estático, falta de información e ignorancia, reinterpretación sincretista, reduccionismos de la fe a un mero contrato en relación con Dios. Amenazas: secularismo difundido por los medios de comunicación social; consumismo; sectas; religiones orientales y agnósticas; manipulaciones ideológicas, económicas, sociales y políticas; mesianismos políticos secularizados; desarraigo y proletarización urbana a consecuencia del cambio cultural. Podemos afirmar que muchos de estos fenómenos son verdaderos obstáculos para la Evangelización", sostiene el documento.
La tentación de la religiosidad popular es la superstición, un desvío indeseado de lo religioso, que debe ser corregido por los pastores de la Iglesia que se comprometieron ante Dios a cuidar a su rebaño. La Iglesia debe velar para purificar, fortalecer y elevar todas estas manifestaciones de fe (cf "Lumen gentium", 13), atendiendo a la capacidad que este tipo de vivencia posee para mantener abierto el puente, o el paso, a la trascendencia. Es por ello que se debe tener cuidado y especial atención sobre ello. El cardenal español y arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, creó la Comisión Diocesana de Religiosidad Popular, en julio pasado, para purificar las celebraciones con las que el pueblo se expresa. Asimismo, recientemente un obispo de Bolivia pidió recuperar la centralidad de la Eucaristía en los santuarios, dado que va a ser lo que más va aportar a la gente que va a los templos. Los santos son modelos de vida que debemos seguir que nos enseñan a interpretar el Evangelio, para evitar adecuarlo cómodamente a la mediocridad humana y a las desviaciones de la cultura. Ellos son nuestros inmediatos intercesores ante Jesucristo, de quien dieron testimonio con su vida, para alcanzar la santidad. La solemnidad de Todos los santos está a dedicada a conmemorarlos.