Círculo Itálico B: «Actuar como pastores es continuar ofreciendo la verdad cristalina como el agua de un manantial»
Seguimos publicando aportaciones del Sínodo de la Familia. Este grupo, moderado por el cardenal Menichelli, consideró que "es preciso anunciar el significado positivo de la corporeidad, el lenguaje del amor cuya gramática consiste en la mutua donación y, al mismo tiempo, indicar el valor y la belleza de la continencia y de la castidad".
Autor: VenL. / Fuente: VIS.
COMENTARIO A 'INSTRUMENTUM LABORIS' III.
En la lectura y la reflexión de la Tercera parte (“La misión de la familia de hoy”) los Padres han señalado la necesidad de buscar un lugar más adecuado para los párrafos relativos a los matrimonios mixtos y con disparidad de culto, sugiriendo armonizar mejor la titularidad teológico-canónica de tales realidades. En referencia a las “peculiaridades de la tradición ortodoxa”, se considera necesario aclarar el tema y colocarlo en la parte más adecuada.
Partiendo del hecho de que la evangelización es un deber de todos los cristianos, durante el diálogo, los Padres han destacado la necesidad de que las familias, en virtud de la gracia del sacramento del matrimonio, sean cada vez más sujetos de la pastoral, expresión de una misión que se manifiesta a través de la vida concreta; no se trata de algo teórico, sino de la experiencia de una fe arraigada, en los problemas reales de la gente.
En esta perspectiva, los sacerdotes deben formarse para reconocer tal subjetividad, valorando las competencias y las experiencias de todos: laicos, consagrados y ordenados. También es preciso anunciar el significado positivo de la corporeidad, el lenguaje del amor cuya gramática consiste en la mutua donación y, al mismo tiempo, indicar el valor y la belleza de la continencia y de la castidad.
Se consideró importante el reconocimiento del valor propositivo, testimonial y de apoyo de las diversas experiencias eclesiales que nacen y operan alrededor de la pareja, de la familia y de sus perspectivas. El Sínodo expresa la experiencia de la escucha y dialoga con las historias: la historia de Dios con la humanidad (la Revelación y sus fuentes) y la historia de la humanidad con sus pueblos, que nosotros representamos. Respecto a la especial sensibilidad de los asuntos relacionados con esta parte, es necesario mantener el equilibrio de la relación Dios-historia-historias. La Verdad divina y sus leyes, de hecho, nunca rompen estas relaciones, buscando orientar todas las almas a la salvación.
Durante los trabajos del círculo apareció la necesidad de prestar especial atención a dos cuestiones principales:
- La primera se refiere a todas aquellas mujeres que han sido violadas y que testimonian elocuentemente el respeto a la vida y el coraje de asumir las responsabilidades de dar a luz y de criar a los hijos de la violación, a pesar de un buen número de amenazas ambientales, a menudo, incluso dentro de la familia.
- La segunda es una particular llamada de atención que debe involucrar la solidaridad eclesial, dirigida a aquellos cónyuges —con frecuencia esposos y padres— empobrecidos por las separaciones.
Para muchos, el sacramento del matrimonio es un horizonte lejano; el ministerio pastoral debe promover la valoración de lo que es bueno en las personas y las relaciones, confiando en la disposición salvífica de Dios y empleando todos los medios para mostrar la libertad de dicha meta.
Entre los muchos casos que revelan la necesidad de una reflexión observamos la situación de convivencia que deriva del matrimonio civil de un catecúmeno o de una catecúmena con una persona bautizada y casada, y después divorciada civilmente. A nivel canónico tales situaciones serían irreparables, a menos que el matrimonio de la parte bautizada no pueda ser reconocido como válido. Así que el aspirante cristiano, estando en una condición que no permite el acceso a los Sacramentos de la Iniciación cristiana, vive las normas de admisión al catecumenado (cf. RICA, nn. 14-17.68-97), pero no el rito de elección (cf. RICA, nn. 22-23.133-151.); sobre todo, no puede participar de la celebración unitaria del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Es comprensible la amargura de la gente que acepta la invitación de entrar en la Iglesia, pero que ve de hecho obstaculizado el acceso a la forma sacramental.
El deseo del pastor es identificar y encontrar cualquier medio doctrinalmente válido para ayudar a aquellos que han experimentado el fracaso a la hora de hallar el camino del abrazo pleno con la Iglesia.
Acerca de la disciplina relativa a los divorciados vueltos a casar, hasta la fecha, no es posible establecer requisitos que incluyan todos los casos, a veces muy diferentes unos de otros. Hay divorciados vueltos a casar que tratan de caminar según el Evangelio, ofreciendo ejemplos significativos de caridad. Al mismo tiempo, no se puede negar que, en determinadas circunstancias, se dan factores que limitan la capacidad de actuar diversamente. En consecuencia, a juicio de una situación objetiva no se puede formar un juicio sobre la “imputabilidad” subjetiva. Los límites y las circunstancias se convierten en una llamada al discernimiento, principalmente del obispo, que sea preciso y respetuoso con la complejidad de estas situaciones.
Hemos contemplado itinerarios de fe, de integración pastoral y de reconciliación en los que se encuentran en situaciones de convivencia estable fuera del matrimonio, interpelando a una reflexión adicional. El Santo Padre pide que se vuelvan a evaluar la conveniencia de armonizar y de profundizar en este tema tan complejo (doctrina, disciplina y derecho) sobre el sacramento del matrimonio, considerando acciones pastorales hacia los divorciados vueltos a casar.
El tema de la misericordia cruzó el Sínodo, cuestionando nuestro ministerio pastoral, conscientes de que expresa plenamente el misterio de la voluntad salvífica de Dios. Esta determinación divina ha sido confiada también en nuestra misión y en los medios sacramentales que encuentran su justa hermenéutica en el significado de ser llamados a la conversión, siendo apoyo, medicina y socorro para nuestra salvación.
La pasión y la compasión son constitutivas de la verdad de Dios. Frente al pecador Él ha entregado al Hijo, elocuencia de la precedencia y de la prevalencia de su amor. De acuerdo con la enseñanza de San Ambrosio, la Iglesia custodia y mantiene la presencia de su Cuerpo, ofrecido en oblación pura y santa, “el agua y las lágrimas, el agua del bautismo, las lágrimas de la penitencia”. Actuar como pastores es continuar ofreciendo la verdad cristalina como el agua de un manantial, es participar, compartir la empatía hasta las lágrimas, que, cuando son del pecador, serán de todos nosotros.
Traducido al castellano por David Saiz para VenL.