Círculo Itálico C: «Hay que remontarse a las palabras de Jesús sobre el matrimonio y la familia»
Seguimos publicando aportaciones del Sínodo de la Familia. Este grupo, moderado por el cardenal Bagnasco, recordó que "el camino de la cruz está también en el corazón de la Palabra de Jesús sobre el matrimonio y la familia", y que las "características 'específicas' de la alianza esponsal son: santidad, unidad, fidelidad, fecundidad y generatividad".
Autor: VenL. / Fuente: VIS.
COMENTARIO A 'INSTRUMENTUM LABORIS' II.
Obispo Brambilla, relator.
Los Padres del Círculo Itálico C han sentido de una manera especial que la segunda parte es el corazón de la vocación y de la misión de la familia. Para hacer brillar la belleza y el poder transformador del mensaje cristiano sobre el matrimonio y la familia desean que el Sínodo vuelva al manantial abierto del mensaje de Jesús, a su eco en la Iglesia y a su capacidad de acompañar las etapas de la vida familiar. Es posible recoger el rico debate que surgió en el grupo alrededor de tres círculos concéntricos, que son como las tres olas generadas por la piedra lanzada al mar de la historia desde la venida de Cristo.
El primer círculo hace que escuchemos la Palabra que es Jesús y la enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y la familia.
Esta palabra se centra en la elocuencia de la Encarnación del Verbo. Jesús nació y se crió en una familia. El hecho de la encarnación del Verbo en una familia humana, incluso en la familia de Nazaret, es la piedra que mueve con su novedad la historia del mundo. Debemos sumergirnos en el misterio del nacimiento de Jesús; en el sí de María al anuncio del ángel que hace germinar la Palabra en su seno; en el consentimiento de José, que hace su parte al dar el nombre a Jesús y que acogió consigo a María; en el reconocimiento de los Reyes Magos y en las tramas de Herodes; en la participación de Jesús en las vicisitudes de su pueblo en el exilio, perseguido y fugitivo; en la espera de Zacarías y en la alegría de Juan el Bautista; en la transmisión de la bendición de generación en generación; en la recepción del resto de Israel en los pastores, en Simeón y Ana; en la Presentación en el Templo de Jesús que cumple la promesa; en la pérdida y hallazgo de Jesús que quiere estar en relación con su Padre (Lc 2, 49). Y, a continuación, hay que estar en los treinta interminables años donde Jesús silabeaba la oración y la tradición religiosa de su pueblo para educarse en la fe de sus padres y para dejar crecer esa fe hacia el misterio del Reino. ¡Éste es el misterio de la Navidad y el secreto de Nazaret que tanto han fascinado a San Francisco, a Santa Teresa de Lisieux y a San Carlos de Foucauld! Ésta, más que la 'sagrada' familia, es la familia 'santa y santificada' por la encarnación de aquél que es el Hijo del Padre, el hijo de María y de José.
En este evento siempre hay que remontarse a las palabras de Jesús sobre el matrimonio y la familia. Jesús se enfrentó a la concesión de Moisés, refiriéndose al 'principio' de la creación y anticipando el 'cumplimiento' de su cruz y resurrección. La llamada al 'principio' es hecha por Jesús recordando que varón y hembra los creó, que 'la mujer es dada al hombre' como compañera puesta junto a él por la ternura benevolente de Dios y que el hombre debe dejar su primera casa para construir una nueva historia en una sola carne. Así también las bodas de Caná 'dan comienzo' al ministerio de Jesús, cuando Jesús mismo convierte en vino nuevo las otras aguas de los que no tienen nada, para dar alegría al propio camino. Se comprende por qué la exigencia del Reino, que se hace próximo y se lleva a cabo en el tiempo, requiere la conversión, la fe y el discipulado. Amando al padre y a la madre, al marido y a la mujer y a los hijos más que a Cristo, la familia no vive en la luz de la Pascua. Por tanto, el camino de la cruz está también en el corazón de la Palabra de Jesús sobre el matrimonio y la familia, en el sentido de que estos bienes, si bien grandes y sagrados, deben estar configurados según el misterio de la Nueva Alianza, que completa la antigua, de los cuales el amor conyugal es una imagen privilegiada. Ésta es la pedagogía divina, el estilo de la vida de familia y la plenitud sacramental de que se trata en el primer capítulo.
El segundo círculo nos hace sentir la enseñanza de Jesús en el eco de la palabra de la Iglesia de los Apóstoles y el Magisterio actual.
Los Padres han insistido mucho aquí en que el vínculo Cristo-Iglesia-Eucaristía (el 'gran misterio') se configure pensado en su riqueza dentro de la acción viva del Espíritu Santo. Cristo hace de la Iglesia su cuerpo a través del don de sí en el cuerpo de la Eucaristía, de modo que todos los miembros se comuniquen con Cristo en el Espíritu y lo comuniquen al mundo en la variedad de los diferentes miembros, apreciando y estimando especialmente los que lo transmiten con fidelidad y generosidad, y teniendo cuidado de los débiles y heridos, ya que todo lo que dicen y dan, a su manera, es Jesús al mundo y el mundo a Cristo.
Los Padres han propuesto poner seguidos los números 47, 49, 50, 52 y 54 para hacer sentir, en la voz de la Iglesia del Concilio, de Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto y Francisco, el eco de la Iglesia de los Apóstoles y de la gran tradición. De esta manera se pueden recoger y describir con sencillez en el segundo capítulo las características 'específicas' de la alianza esponsal: la santidad, la unidad, la fidelidad, la fecundidad de la vida familiar y la generatividad en la educación, en la sociedad y en el mundo.
Se propone a continuación conectar los otros números (48, 51, 53, 55) destacando el punto focal del Sínodo: el valor evangelizador del matrimonio y de la familia. Comenzando con el estilo de testimonio de la vida cotidiana familiar vivida y rezada en la fe, que se transmite en la familia a través de la vida práctica y la catequesis, que valora las figuras presentes en el espacio familiar (la mamá, el papá, los hermanos, los abuelos, los parientes…), abriéndose a la comunidad, a la escuela y a la vida cívica. Se ha insistido mucho en que la comunidad cristiana se convierte en una 'familia de familias', que mide la propia acción pastoral con el estilo de las familias y que transmite una fuerza humanizante a la vida del mundo, superando la actual deriva individualista.
El tercer círculo hace resonar y volver a escuchar el evangelio de Jesús en las etapas de la vida de familia.
La parábola que se desarrolla en el tercer capítulo compara la belleza y la verdad del diseño creatural en la familia, centrándose en la gracia del misterio pascual de Jesús, y el cuidado amoroso y misericordioso que la Iglesia debe tener en la asistencia a las familias en las diferentes etapas de sus vidas. También en este caso los Padres sugirieron leer en secuencia al menos los números 56, 58, 60 y 62, que abarcan teológicamente el arco de la edad de la vida familiar. Luego pidieron ordenar la mirada, el estilo y los gestos de acompañamiento de la familia.
En primer lugar, la gracia y los esfuerzos de apertura a la comunidad cristiana y que estimulan la comunidad cristiana a hacerse cargo de las etapas de la vida de la familia, considerándola un bien esencial para la propia Iglesia y acompañándola en las diversas etapas prometedoras y agotadoras de su viaje. Debe entonces prestarse especial atención al itinerario de la 'iniciación de los jóvenes' al matrimonio y la familia. Un largo viaje que debe comenzar en la adolescencia y juventud con la educación de las emociones, fundamentando durante el noviazgo el sentido de la opción de vida, ayudando a discernir y a vivir en la fe este paso decisivo, en la preparación para el matrimonio como punto de partida de la convivencia, en la proximidad a la vida de los primeros años de matrimonio.
Sólo con esta constante presencia se puede exorcizar la desconfianza en la alianza matrimonial, por un lado deseada, pero por otro temida o pospuesta. Tal vez aquí se debería incluir una guía temática, casi una especie de índice, también para las otras etapas de la vida. La etapa familiar en que los hijos se van, los momentos de crisis y de heridas, los momentos de enfermedad y de sufrimiento y las tareas de asistencia a los ancianos. En este capítulo —se ha dicho— no se trata aún de delinear acciones pastorales, sino de describir un nuevo estilo de Iglesia 'al lado' de la familia, un estilo de cercanía contagioso y de ternura fuerte y exigente. Incluso los modi se han presentado en este horizonte.
Termino con una fuerte recomendación que nuestro círculo dirige a los Padres: esta parte es el corazón palpitante del Sínodo. Debe hacer circular la savia del Evangelio en el cuerpo de la Iglesia y de la familia, para irradiar energía y vitalidad también en la vida civil y social, especialmente en el cambio de la sensibilidad actual, totalmente centrada en los derechos del individuo. ¿Es un reto imposible? Si nos hacemos eco de las palabras de Jesús, si vivimos en el corazón de la Iglesia, si miramos con misericordiosa ternura las etapas de la vida familiar, no haremos otra cosa que hacer brillar el misterio de la Navidad y de la Pascua en la vida de los hombres y de las mujeres de hoy.
Traducción al castellano por David Saiz para VenL.