Estar atentos al paso de Dios
Rubén Oscar Frassia es Licenciado en Teología Moral por la Universidad Gregoriana de Roma. Fue ordenado obispo por san Juan Pablo II en 1992. Actualmente es obispo de la diócesis de Avellaneda-Lanús.
Mt 24, 37-44.
En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
En este texto se nos habla de una venida, imprevista, de la preparación que uno tiene que tener, de no estar distraído mirando para otro lado. Venimos de Dios, caminamos con Dios, regresamos a Dios y algún día, cuando Dios quiera, nos llamará a su presencia y “en el atardecer de nuestra vida seremos juzgados en el amor”, por lo tanto uno tiene que estar remotamente preparado para el encuentro definitivo.
Pero ese encuentro definitivo nos hace volver a nuestras realidades; y en este tiempo tenemos que tener un discernimiento: cómo vivimos, cómo gastamos las energías, cómo nos damos a los demás, cómo tratamos a los otros, cómo somos con nuestras cosas, cómo somos con las personas, el bien que podemos hacer y el mal que podemos evitar. De alguna manera uno tiene que tener una responsabilidad. Cada uno es responsable de su propio crecimiento, de su propia maduración.
No se puede vivir “sólo por hoy” sin pensar en el más allá, sin pensar en la finalidad y sin pensar en las consecuencias. No sabemos cuánto tiempo vamos a vivir, pero sí es importante tener calidad de tiempo y calidad de vida.
Que tengamos espíritu crítico; que reconozcamos tanto las cosas que están bien, como las que están mal, realizadas por nosotros; porque quien niega la realidad nunca va a cambiar ni modificar; quien sabe reconocer tanto sus virtudes como sus errores puede crecer, puede madurar, puede desarrollarse.
Llevemos esto al plano personal, al plano familiar, al plano institucional, al plano de la política, a todos los ámbitos donde fuimos tejiendo la historia en las últimas décadas y al plano de la Iglesia. Cada uno tendrá que reconocer, discernir y responder, pero hay que hacerse autocrítica; reconocer lo bueno y lo malo; quien niega la realidad permanecerá en la ignorancia; quien hace negar la realidad, hace equivocar a los demás.
¡Tremenda responsabilidad de la cosa pública, del bien común, del bien de Dios, de la Iglesia, de la patria y de la sociedad! Que Dios nos ayude a estar atentos a este pasar suyo por nuestra vida.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén