San Pío de Pietrelcina, fraile capuchino
† 1968 Pietrelcina (Italia). Memoria: 23 de septiembre.
Primer sacerdote estigmatizado de la historia
Heredero espiritual de San Francisco de Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en el mundo como el “Fraile estigmatizado”. El Padre Pío, al que Dios donó particulares carismas, se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad de fraile, llegan hasta nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud. Es un gran santo que la Misericordia de Dios envió como una lumbrera para el siglo XX, siglo de guerras y de tinieblas.
Niño ejemplar. Deseo de consagrarse a Dios
El Padre Pío de Pietrelcina, que se llamó Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, Italia, el 25 de mayo de 1887. Nació en una familia humilde donde sus padres, Grazio Forgione y Maria Giuseppa Di Nunzio, ya tenían otros hijos.
Desde la tierna edad Francesco experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente a Dios y este deseo lo distinguirá de sus coetáneos. Tal “rareza” fue observada por sus parientes y sus amigos. Su madre contaba: «No cometió nunca ninguna falta, no era caprichoso, siempre obedeció a mí y a su padre. cada mañana y cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante el día no salió nunca con los compañeros. A veces le dije: “Francisco, sal un poco a jugar.” Él se negó diciendo: “No quiero ir porque ellos blasfeman”.»
En el diario del Padre Agostino de San Marco in Lamis, que fue uno de los directores espirituales del Padre Pío, leemos que el Padre Pío, desde el 1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias carismáticas espirituales. Los éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes que al niño le pareció que eran absolutamente normales.
Fraile y sacerdote capuchino
Con el pasar del tiempo, pudo realizar Francesco lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar totalmente la vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró en la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Tuvo así inicio su vida sacerdotal que a causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollará primero en muchos conventos de la provincia de Benevento. Cambió a varios conventos por motivo de salud. Luego, a partir del 4 de septiembre de 1916, llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su sentida muerte.
En este largo período el Padre Pío iniciaba sus días despertándose por la noche, muy antes del alba, se dedicaba a la oración con gran fervor aprovechando la soledad y silencio de la noche. Visitaba diariamente por largas horas a Jesús Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14 horas diarias, y así salvó muchas almas.
Estigmas de la Pasión
Uno de los acontecimientos que señaló intensamente la vida del Padre Pío fue lo que se descubrió la mañana del 20 de septiembre de 1918, cuando, orando delante del crucifijo del coro de la vieja iglesia pequeña, el Padre Pío obtuvo el maravilloso regalo de los estigmas, participación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Eran heridas en las palmas de las manos, en los pies y en el costado, que fueron visibles y quedaron abiertas, frescas y sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno extraordinario llamó la atención de los médicos, de los estudiosos, de los periodistas, pero sobre todo de la gente común que, en el curso de muchas décadas fueron a San Giovanni Rotondo para encontrar al santo fraile de los estigmas.
En una carta al Padre Benedetto, del 22 de octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su “crucifixión”: «¿Qué cosa os puedo decir a los que me han preguntado cómo es que ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi Dios! ¡Qué confusión y que humillación! ¡Tengo el deber de manifestar lo que Tú has obrado en esta tu mezquina criatura! Fue la mañana del 20 del pasado mes (septiembre) en coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un total silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina. Todo esto ocurrió en un instante. Y mientras esto se desarrolló, yo vi delante de mí un misterioso personaje parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto. Era diferente del primero, porque tenía las manos, los pies y el costado manando sangre. La visión me aterrorizaba; lo que sentí en aquel instante en mí, no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido para sustentar mi corazón, el cual me sentí saltar del pecho. La vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado estaban horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días. La herida del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta al sábado. Padre mío, muero de dolor por el suplicio y por la confusión que experimento en lo más íntimo del alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre corazón, y tiene piedad para apartar de mí esta situación.»
Las obras del Padre Pío
Por años, de cada parte del mundo, los fieles acudieron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su potente intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: una vertical hacia Dios, con la fundación de los “Grupos de ruego”, hoy llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un moderno hospital: “Casa Alivio del Sufrimiento.”
Tránsito al Cielo. Cuerpo incorrupto
En septiembre los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50º aniversario de los estigmas y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Los estigmas desaparecieron y a los pocos días, a las dos y media de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, llegó al final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina para gozar eternamente en el Cielo.
Fue beatificado en 1999 por San Juan Pablo II y canonizado en 2002 por el mismo Papa. El 24 de abril de 2008, casi cuarenta años después de la muerte del Padre Pío, sus restos fueron exhumados, momento en que se descubrió que su cadáver se encontraba incorrupto. «El cuerpo estaba casi intacto», anunciaron los hermanos capuchinos. Premio a su gran santidad.
¡San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros y por el mundo entero!