¿Paz sin Dios?
El pasado martes se celebró la Jornada Mundial de Oración por la Paz, bajo el lema 'Sed de paz, religiones y culturas en diálogo', en el 30 aniversario del encuentro interreligioso que presidió San Juan Pablo II en 1986 en Asís.
Anteayer, Francisco se se reunió con más de 400 líderes religiosos en Asís para rezar por la paz. Allá estaba el Padre Roberto Visier, columnista de Verdad en Libertad, que nos ofrecerá en dos entregas esta importante experiencia de oración interreligiosa vivida junto al Papa.
'Paz' es una de las palabras más usadas en el discurso político internacional. Pero la paz frecuentemente deja de ser un criterio de acción prioritario para los países en la realpolitik de las grandes geoestrategias y de los macronegocios como la venta de armas. Y cuando se propone a la sociedad, se habla de una paz desvinculada de Dios y de la religión.
La Jornada Mundial de Oración por la Paz, ideada por san Juan Pablo II, quiere recordar al mundo que en la cuestión de la paz entre las naciones, Dios, la religión y la oración deben desempeñar un papel de rango superior. No olvidemos que en el pasado siglo en el que el hombre quiso emanciparse de Dios, el ateísmo nacional socialista y el ateísmo comunista realizaron el mayor holocausto de la historia de la humanidad con decenas de millones de muertos, por no hablar de los cientos de miles de personas volatilizadas por el ateísmo capitalista en Hiroshima y Nagasaki.
Fue el Papa San Juan XXIII, tras la calamitosa II Guerra Mundial y en el tenso contexto de la Guerra Fría, quien recordó en 1963 en su Encíclica Pacem in terris, que "el orden establecido por Dios" es que "la paz entre todos los pueblos ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad", según reza el subtítulo del documento. En la verdad, no en los discursos demagógicos ni en el relativismo. En la justicia, no en el pragmatismo ni en la ley del más fuerte. En el amor, no en el individualismo ni en el descarte del débil. En la libertad, no en la manipulación de la opinión pública ni en la imposición dictatorial.
Recogemos algunas de las reflexiones del Papa del Concilio Vaticano II en Pacem in terris plenamente actuales. Para un islamismo que quiere imponerse con el terror bajo el signo de una seudo-religión de la violencia de un seudo-dios sanguinario. Para un neo-marxismo basado en la confrontación maniquea entre el pobre y el rico, la mujer y el varón, el homosexual y el heterosexual, la izquierda y la derecha, el ateo y el creyente. Para un pacifismo sin Dios, sin Padre -y por tanto sin verdadera fraternidad y sin paz personal interior con el Creador-.
La paz en la tierra es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios (1).
Este orden espiritual, cuyos principios son universales, absolutos e inmutables, tiene su origen único en un Dios verdadero, personal y que trasciende a la naturaleza humana. Dios, en efecto, por ser la primera verdad y el sumo bien, es la fuente más profunda de la cual puede extraer su vida verdadera una convivencia humana rectamente constituida, provechosa y adecuada a la dignidad del hombre (38).
La paz no puede darse en la sociedad humana si primero no se da en el interior de cada hombre, es decir, si primero no guarda cada uno en sí mismo el orden que Dios ha establecido (165).
La paz será palabra vacía mientras no se funde sobre el orden cuyas líneas fundamentales, movidos por una gran esperanza, hemos como esbozado en esta nuestra encíclica: un orden basado en la verdad, establecido de acuerdo con las normas de la justicia, sustentado y henchido por la caridad y, finalmente, realizado bajo los auspicios de la libertad (167).