Queremos el Alimento Celestial
Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.
Querido Padre:
“Danos hoy nuestro pan de cada día”. Al decirte “danos” renovamos nuestra alianza: somos tuyos, te pertenecemos y vos sos nuestro, para nosotros. Nos abandonamos filialmente en Vos porque sabemos que los que buscan tu Reino y tu justicia recibirán todo por añadidura. Esta oración nos ayuda a liberarnos de toda preocupación o inquietud agobiante.
Al decir “danos” pedimos por todos, también por los que no piden. Al pedir el pan queremos tomar conciencia de que tenemos que responsabilizarnos de los que pasan hambre; esta petición está vinculada con las parábolas del pobre Lázaro (Lc 16,19-31) y del juicio final (Mt 25,31-46). Ayudanos Señor a “no seguir de largo” como lo hicieron el sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano. Ayudame, Jesús: a darme cuenta, a detenerme y a socorrer a quien me necesite.
Como la levadura en la masa, pedimos que tu justicia se manifieste en las relaciones personales y sociales, económicas e internacionales; sabiendo que no habrá estructuras justas sin seres humanos que quieran ser justos. La pobreza de las Bienaventuranzas invita a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales para que la abundancia generosa de unos remedie las necesidades de otros. Para conseguirlo: rezar como si todo dependiese de Dios y trabajar como si todo dependiese de nosotros.
También existe otra clase de hambre: "No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios" (Dt 8, 3; Mt 4, 4). En la tierra hay mucha hambre “de oír la Palabra de Dios" (Am 8, 11). Por eso, esta cuarta petición se refiere principalmente al Pan de Vida: la Palabra de Dios y la Eucaristía.
Ayudar a las personas a prepararse para recibir el Pan de Vida es un verdadero privilegio y una responsabilidad. Los primeros responsables son los padres respecto de sus hijos; habitualmente buscan apoyo en las parroquias o en los colegios. Los catequistas tienen que prepararse intelectual y espiritualmente para tan noble tarea. Te pedimos, Padre, por ellos y, también, te pedimos muchos más para poder preparar mejor a los catecúmenos.
En el Padrenuestro te pedimos el pan para hoy. Es una filial impaciencia; pero, también, una muestra de confianza: Vos proveerás. No acumularemos; como tampoco debía hacerlo tu Pueblo que recibía, cada día, el maná en el desierto.
El “de cada día” del Padrenuestro es una repetición pedagógica del “hoy”. La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La Eucaristía anticipa “el día” del Festín del Reino venidero. Jesús, queremos comulgar de tal modo que podamos convertirnos en lo que recibimos. Amén.