“Hago siempre lo que le agrada”
Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.
Querido Señor:
Cuando rezamos en el Padrenuestro “venga a nosotros tu reino” nos referimos, principalmente, a tu venida final, a tu retorno. Esta petición es el “Maranatha”, el grito: “¡Ven Señor Jesús!”
El Reino se aproximó con tu encarnación, se anunció en tu evangelio, llegó con tu muerte y resurrección y llegará en la gloria cuando lo devuelvas al Padre. Tertuliano te pide que apresures tu venida para hacerles justicia a los mártires y cita el libro del Apocalipsis que dice “¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia por nuestra sangre a los habitantes de la tierra?” (6, 10). A mí también me consuela pensar que habrá una justicia divina -de un Dios misericordioso- que dará a cada uno lo que se merece… En su catequesis, san Juan Pablo II explicó que el infierno, más que una decisión de Dios es una opción del hombre; los condenados no han querido saber nada de Dios y no quieren estar con Él. Vos, Buen Pastor, saliste a buscarlos muchas veces, pero ellos te rechazaron y prefirieron perderse a volver al redil.
¡Qué misterio grande el de la libertad! Señor, que yo pueda rezar “venga tu Reino” por pertenecer a la escuela de san Pablo que clama: “Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal” (Rm 6,12).
Tu voluntad, Padre, es que todos "que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2, 3-4); también querés que nos queramos los unos a los otros como Vos nos querés.
Jesús, viniste para hacer la voluntad del Padre y en tu agonía lo manifestaste: "No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22, 42). Señor, que también nosotros sepamos ser dóciles y obedientes a la voluntad del Padre…
Por la oración, podemos discernir cuál es la voluntad de Dios y obtener las gracias para cumplirla. Sabemos que el Padre escucha a quienes cumplen su voluntad (Jn 9,31) y, también, que éste es el camino para llegar al cielo.
Señor, quiero ser fiel a mi vocación, que es tu llamada, tu voluntad. Madre, vos sos bienaventurada no sólo por haber llevado en tu vientre y alimentado a Jesús, también -y principalmente- por haber cumplido la voluntad del Padre. Con palabras de san Juan Crisóstomo, te pedimos, Madre, que la voluntad de Dios se haga en mí y en toda la tierra: para que el error sea desterrado y la verdad reine, para que el vicio sea destruido y la virtud vuelva a florecer y así, la tierra ya no se diferencie del cielo.