Tu nombre es santo
Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.
Querido Señor:
Después de habernos puesto en presencia del Padre para adorarlo y demostrarle nuestro amor, le pedimos siete bendiciones.
Las tres primeras son más teologales: 1) Santificado sea tu Nombre, 2) venga a nosotros tu Reino y 3) hágase tu voluntad.
Las cuatro últimas son como una epíclesis eucarística (o sea, una ofrenda invocando al Espíritu Santo): 4) Danos el pan, 5) perdónanos, 6) no nos dejes caer y 7) líbranos del demonio.
La primera petición que no enseñás, Jesús, es el deseo de que sea santificado el nombre del Padre; que sea reconocido y tratado de manera santa. Deseamos profundamente que Dios sea conocido, amado, honrado y servido por todos.
Dios empieza a revelar su nombre a Moisés; ya que no se lo había revelado previamente a Abraham. Pero se nos revela finalmente con tu venida, Jesús, salvador nuestro. Vos nos revelaste el nombre del Padre (Jn 17,6).
San Cipriano se pregunta: “¿Quién podría santificar a Dios puesto que él es quien santifica?” Y responde: “Inspirándonos nosotros en estas palabras 'Sed santos porque yo soy santo' (Lv 20, 26), pedimos que, santificados por el bautismo, perseveremos en lo que hemos comenzado a ser.” Glorificamos tu nombre, Padre, cuando luchamos por ser santos, por ser buenos hijos. Vos, Jesús,lo dijiste: “Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto”(Mt 5, 48).
Jesús, queremos santificar el Nombre del Padre con nuestra vida, “porque si nosotros vivimos bien, el Nombre divino es bendecido; pero si vivimos mal, es blasfemado”, afirma san Pedro Crisólogo. Esta petición contiene a todas y es escuchada gracias a tu oración, Señor, al igual que las otras seis que siguen. En tu oración sacerdotal rogaste por nosotros: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado”. Gracias, Señor, por tu petición; gracias, Padre, por cuidarnos siempre.