Tu amor nos libera
Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.
Querido Señor:
Al decir Padre “nuestro” es a tu Padre, Verbo, a quien invocamos. Tú eres engendrado por Él eternamente; Él es tu “fuente y origen”. Y, el Espíritu Santo, procede del amor que se tienen.
Nuestra comunión es con el Padre y con Vos en el Espíritu Santo, con las tres Divinas Personas, con la Santísima Trinidad. Y, cuando oramos al Padre, lo adoramos y glorificamos con Vos y con el Paráclito. No hay más que un solo Dios; que es reconocido como Padre por los que en Vos, Jesús, hemos renacido por el agua y por el Espíritu.
La Iglesia es esta nueva comunión de Dios con los bautizados: unida con Vos, Hijo único, hecho “el primogénito de una multitud de hermanos” (Rm 8,29). Al decir Padre “nuestro”, la oración de cada bautizado se “funde” en esta comunión; los Hechos de los Apóstoles lo explica de la siguiente manera: “La multitud de creyentes no tenían más que un solo corazón y una sola alma” (4,32).
Si rezamos de corazón el Padrenuestro salimos del individualismo pues su amor nos libera. El adjetivo “nuestro” -al comienzo de la oración- y el “nosotros” -de las cuatro últimas peticiones- nos reclaman superar los conflictos y divisiones en los que podamos estar.
Jesús, te pido que, al rezar el Padrenuestro, se ensanche mi corazón en un amor sin límites; que me sepa acompañado y contenido en la Iglesia con todos mis hermanos bautizados: los del cielo, los del purgatorio y los que peregrinan conmigo.
Como la Oración del Señor es la de tu Pueblo en “los últimos tiempos” ese “nuestro” expresa también la certeza de nuestra esperanza en tu promesa: la Nueva Jerusalén, el cielo donde ¡nos esperás con los brazos abiertos!