Oración de la Iglesia
Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.
Querido Señor:
Recordábamos en la meditación anterior que el Padrenuestro es la oración cristiana fundamental que confiaste a la Iglesia. Cuenta la Didajé (8,3) que las primeras comunidades la rezaban tres veces diariamente: por la mañana (laudes), por la tarde (vísperas) y en la Santa Misa.
Según la tradición apostólica, la oración del Señor está esencialmente arraigada en la oración litúrgica. Por ejemplo: en la Liturgia de las Horas, en las ceremonias del Bautismo y la Confirmación, y en la Misa.
Quiero abrir un paréntesis para meditar algunas enseñanzas del Catecismo (n. 1174 al 1178) sobre el Oficio Divino, ya que la Liturgia de las Horas está llamada a ser la oración de todo el Pueblo de Dios:
Es la oración pública de la Iglesia. En ella, Vos mismo seguís ejerciendo tu función sacerdotal a través de tu Iglesia.
Es como una prolongación de la Liturgia Eucarística.
No excluye sino que acoge otras devociones, particularmente la adoración y el culto al Santísimo Sacramento.
Está estructurada de tal manera que la alabanza a Dios se extiende todo el día, de la mañana a la noche.
Es la voz de la misma Esposa que habla al Esposo; más aún, es tu oración con tu Cuerpo (la Iglesia) que se dirige al Padre.
Se recomienda que los laicos también la recen, solos o comunitariamente (los sacerdotes y los religiosos ordinariamente la celebran).
Los fieles que rezan el Oficio Divino nos unimos a Vos, Sumo Sacerdote, con la oración de los salmos, la meditación de la Palabra de Dios, de los cánticos y de las bendiciones, a fin de ser asociados a tu oración incesante y universal que da gloria al Padre e implora el don del Espíritu Santo sobre el mundo entero.
Celebrar la Liturgia de las Horas exige no solo armonizar la voz con el corazón; también un conocimiento sobre liturgia y Sagrada Escritura, especialmente sobre los salmos.
En las ceremonias del Bautismo y la Confirmación se hace entrega (traditio) de la Oración del Señor, que significa el nuevo nacimiento a la vida divina. Así los neófitos (los recién incorporados a la Iglesia) aprenden a invocar a su Padre con la Palabra que siempre escucha.
La Oración Dominical en la Santa Misa tiene un sentido escatológico, pues nos recuerda tu vuelta, Señor, en los últimos tiempos. Pero las siete peticiones también expresan los gemidos del tiempo presente; de este tiempo de paciencia y de espera. La Eucaristía y el Padrenuestro están orientados a tu segunda venida, Señor: “¡Hasta que vengas!” exclama el Apóstol (1 Co 11,26).