Aprendiste
Las meditaciones que presento quieren ser una lectura del Catecismo en clave de meditación, de diálogo o charla con el Señor. Escuchando el pedido de san Juan Pablo II, escribo esta adaptación de su Catecismo para llevarlo a la oración.
Querido Jesús:
Intentar comprender tu oración es aproximarse a tu santidad.
Quiero contemplarte en la oración, escucharte cómo nos enseñás a orar y conocer, finalmente, cómo acogés nuestra plegaria.
Tu Madre te enseñó a rezar; y aprendiste con las palabras y ritmos de la oración de tu pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo. Pero Tu oración brota de una fuente secreta: de las relaciones intratrinitarias. Tu oración filial revela a Dios como Padre nuestro.
Señor, Vos rezaste especialmente antes de los momentos importantes de tu misión: antes de tu bautismo (Lc 3, 21) y de tu transfiguración (Lc 9, 28), antes de tu pasión (Lc 22, 41-44), antes de elegir a los Doce (Lc 6, 12), antes de la elección de Pedro (Lc 9, 18-20).
Los Evangelios nos cuentan cómo con frecuencia te retirabas a rezar solo a la montaña (Mc 1, 35; 6, 46; Lc 5, 16), frecuentemente por la noche.
Nos llevaste a nosotros a tu oración; compartiste en tu oración humana lo que nosotros vivimos (Hb 2, 12), compartiste nuestras debilidades para librarnos de ellas. Para esto fuiste enviado por el Padre.
Los Evangelios conservan dos oraciones tuyas durante tu ministerio. En la primera, confesás al Padre, le das gracias y lo bendecís por haber escondido los misterios del Reino a los que se creen doctos y revelarlos a los pequeños. La segunda oración es narrada por san Juan en el pasaje de la resurrección de Lázaro. "Padre, yo te doy gracias por haberme escuchado". Y luego agregaste: "Yo sabía bien que tú siempre me escuchas".
Con tu oración, Jesús, nos enseñás a orar. También ahora, como buen pedagogo seguís enseñándonos. En el sermón de la montaña insististe en la conversión del corazón: en la reconciliación con el hermano, en el amor a los enemigos, en la oración por los perseguidores (Mt 5, 44-45). Nos enseñaste a orar al Padre en lo secreto, a no gastar muchas palabras (Mt 6, 6-7), a perdonar desde el fondo del corazón (Mt 6, 14-15).