Mártires por defender el sacramento del matrimonio
El Sínodo de los Obispos, dedicado a la familia, que concluye el 25 de octubre próximo, recibió propuestas incoherentes con la doctrina bimilenaria de la Iglesia, fundada por Jesucristo, por parte de algunos obispos alemanes. Una de las ideas planteadas fue la posibilidad de administrar la comunión a los divorciados en nueva unión. Un obispo norteamericano les recordó el testimonio de algunos mártires que fueron ejecutados por defender fielmente la verdad sobre el sacramento del matrimonio.
Algunos obispos alemanes, encabezados por el cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Reinhard Marx, durante la intervención en el Sínodo de la Familia reiteraron su propuesta incongruente de administrar el sacramento de la comunión a los divorciados en nueva unión, presentándolo como una forma modernista para cambiar las normas de la Iglesia al respecto. En los últimos 50 años, los Papas rechazaron rotundamente esta idea por ir en contra de la doctrina de la Iglesia que establece que el matrimonio es indisoluble y que el vínculo solo concluye con la muerte de uno de los esposos.
Frente a ello, el arzobispo de Denver, Estados Unidos, Samuel Aquila, criticó la propuesta anticatólica y obstinada de los prelados alemanes y recordó de forma oportuna el testimonio de fidelidad cristiana de los santos Tomás Moro y Juan Fisher, que fueron martirizados por defender la verdad del sacramento del matrimonio, en un artículo titulado 'Tomás Moro y Juan Fisher ¿murieron en vano?'. "En el Sínodo sobre la Familia que está teniendo lugar en estos momentos en Roma, algunos de los obispos alemanes y sus partidarios están presionando para que la Iglesia permita a aquellos divorciados y vueltos a casar, recibir la comunión, mientras que otros obispos de todo el mundo insisten en que la Iglesia no puede cambiar las enseñanzas de Cristo. Esto plantea una pregunta: ¿Los obispos alemanes creen que los santos Tomás Moro y Juan Fisher sacrificaron sus vidas en vano?", afirmó Aquila, según publica 'El Pueblo Católico', de la Arquidiócesis de Denver.
San Juan Fisher es uno de los dos grandes mártires de la Iglesia de Inglaterra, que junto a Santo Tomás Moro se opusieron al Rey Enrique VIII, que buscaba divorciarse y pretendía contraer nuevas nupcias permitidas por la Iglesia Católica. Ante esta situación, ellos decidieron defender la indisolubilidad del sacramento del matrimonio y por ese motivo fueron ejecutados. Fisher fue ordenado sacerdote a los 22 años, bajo dispensa especial. En 1504, durante el reinado de Enrique VII, con solo 35 años, fue elegido canciller de la universidad de Cambridge y nombrado obispo de Rochester. El obispo Fisher censuró al clero en un sínodo por su corrupción, vanidad, relajamiento y amor a las ganancias. Como miembro de la cámara de los Lords lanzó una protesta cuando se propuso en la asamblea aceptar que Enrique VIII fuese la cabeza de la iglesia de Inglaterra, dado que el rey quería anular su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse de nuevo. Como el Papa no se lo concedía por no haber causa justa, Enrique VIII decidió autoproclamarse como autoridad suprema de la Iglesia en Inglaterra. Fisher rehusó jurar la supremacía del rey sobre la iglesia.
A Fisher trataron de envenenarlo y en otra ocasión intentaron asesinarlo. En Rochester, a pesar de que estaba enfermo, fue arrestado y de los alrededores vino la gente a despedirse. En Abril del 1534, el prelado de 66 años comenzó su prisión de 15 meses en la Torre de Londres. Mientras estaba encarcelado, el Papa Pablo III lo nombró cardenal. El rey enojado, lo llevó a juicio acusado de traición por negar la autoridad del rey sobre la Iglesia. Lo declararon culpable, lo condenaron a muerte el 17 de junio de 1535. Tan enfermo estaba que apenas podía pararse, por lo que lo llevaron al lugar del martirio en una silla. Con total dominio de sí mismo y con gran paz se dispuso al martirio. Fue decapitado con un hacha el 22 de Junio de 1535. Su cabeza fue exhibida en el Puente de Londres por dos semanas y después la tiraron al río Támesis. En 1935, cuatrocientos años después de su martirio, Juan Fisher fue canonizado por el Papa Pío XI.
Santo Tomás Moro fue amigo de Fisher, compartió la cárcel con él y también murió mártir. Moro fue un laico que tuvo la vocación del matrimonio. Se casó, tuvo cuatro hijos. Trabajó en el gobierno y escribió bastantes libros. Moro fue elegido como secretario del alcalde de la capital. En 1529 fue nombrado Canciller. Asistía a Misa diaria, se confesaba con frecuencia y comulgaba. Cuando llevaba dos años como Canciller de Relaciones Exteriores, el rey Enrique VIII se divorció de su legítima esposa y se fue a vivir con la concubina Ana Bolena. Él no aceptó ni el divorcio ni el que tratara de reemplazar al Pontífice. Entonces fue destituido de su alto puesto, le confiscaron sus bienes y el rey lo encerró en la Torre de Londres con Fisher. Tomás fue llamado a un último consejo de guerra. Le pidieron que aceptara lo que el rey le mandaba y él respondió: "Tengo que obedecer a lo que mi conciencia me manda, y pensar en la salvación de mi alma. Eso es mucho más importante que todo lo que el mundo pueda ofrecer. No acepto esos errores del rey". Se le dictó entonces sentencia de muerte. Él se despidió de su hijo y de su hija y volvió a ser encerrado en la Torre de Londres. En la madrugada del 6 de julio de 1535 le comunicaron que lo llevarían al sitio del martirio. Prometió que rogaría por el rey y sus demás perseguidores, y declaró públicamente que moría por ser fiel a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Después de un hachazo le cortaron la cabeza. Tomás Moro fue declarado santo en 1935.
"El episcopado de Inglaterra fue pionero en este experimento en doctrina cristiana hace unos 500 años. El asunto que se trataba entonces no era si cualquier católico podía volverse a casar, sino si el rey podía, porque su esposa no le había dado un hijo varón. Al igual que aquellos que abogan por la comunión para los que se han vuelto a casar por lo civil, los obispos ingleses estaban incómodos con la idea de aceptar el divorcio y el nuevo casamiento abiertamente. En su lugar, eligieron modificar la ley a las circunstancias individuales del caso al que se enfrentaban, concediendo al Rey Enrique VIII una 'anulación' de manera fraudulenta y sin la aprobación de Roma. En pública defensa de la indisolubilidad del matrimonio del rey, Fisher sostuvo que el matrimonio del rey y la reina no podía ser disuelto por ningún poder, humano o divino. Por este principio, dijo, estaba dispuesto a dar su vida. Fisher continuó señalando que Juan Bautista no vio otro modo 'de morir más gloriosamente que por causa del matrimonio', a pesar del hecho de que el matrimonio entonces no era tan santo en aquel tiempo como lo es ahora por el derramamiento de la sangre de Cristo", sostuvo el arzobispo de Denver.
Sin embargo, hubo otros mártires además de Santo Tomás Moro y San Juan Fisher, que también defendieron con su propia vida el sacramento del matrimonio en otras épocas, como fue el caso de San Juan Bautista. Nació seis meses antes de Jesucristo. Era hijo de Zacarías y Santa Isabel, prima de la Virgen María. Herodías era la mujer de Filipo, hermano de Herodes. Herodías se divorció de su esposo y se casó con Herodes, y entonces Juan fue con él y le recriminó diciendo: "No te es lícito tener por mujer a la que es de tu hermano". Herodes, instigado por ella, mandó gente hasta el Jordán para traerlo preso, para matarlo pero no se atrevía porque sabía que era justo y santo. Herodías lo odiaba, temía que a Herodes le remordiera la conciencia y la despidiera por el consejo de Juan. Llegó el cumpleaños de Herodes y celebró un gran banquete e invitó a muchos personajes importantes. Al final del banquete entró la hija de Herodías y bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los invitados y principalmente al propio Herodes. Entonces el rey juró a la muchacha que le daría lo que pidiera. Ella salió fuera y preguntó a su madre: "¿Qué le pediré?. Herodías, que vio la ocasión de conseguir al rey lo que tanto ansiaba, le contestó: "Pídele la cabeza de Juan el Bautista". La muchacha entró de nuevo y en seguida dijo al rey: "Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista". A causa de su juramento, el rey pidió lo hizo. Herodías iba a ser la responsable del primer mártir que murió en defensa de la indisolubilidad del matrimonio y en contra del divorcio.
En el año 800, en Inglaterra San Vistano, perteneciente a la estirpe real de Mercia, se convirtió en mártir, por oponerse al matrimonio incestuoso de su madre con un miembro de la familia real. Se oponía a tal unión por motivos de consanguinidad, porque ese era su pariente y padrino, además existían fuertes sospechas de que tras aquel matrimonio estaba oculta la ambición por apoderarse del poder real. Fue decapitado. Durante el siglo XVI, en Inglaterra cuando gobernaba Enrique VIII, además de Fisher y Moro, fueron asesinados otros beatos por defender el matrimonio cristiano. Ese es el caso del beato Ricardo Bere, el sacerdote que fue encarcelado por orden del rey que, junto a los monjes cartujos, murió abatido por las inhumanas condiciones de la cárcel y por hambre que padeció. Los beatos Eduardo Powell, Ricardo Featherstone y Tomás Abel, presbíteros y doctores en teología, que por oponerse al divorcio del rey Enrique VIII y por permanecer fieles al Papa, después de pasar un tiempo encarcelados, fueron ahorcados. La beata Margarita Pole, condesa de Salisbury y madre del cardenal Reginaldo, fue decapitada en la cárcel por haber desaprobado ese divorcio.
Incluso a principios del Siglo XX, hubo dos sacerdotes que defendieron el matrimonio con su propia vida, a tal punto de morir como mártires. En 1915, en la ciudad de Guadalajara, en México, san David Galván Bermúdez, fue un sacerdote que durante la persecución mexicana fue martirizado por defender la santidad del sacramento, al ayudar a una joven que era perseguida por el militar Enrique Vera, negándole que contrajera matrimonio porque este ya estaba casado. Fue fusilado por un soldado, sin juicio previo. Cuando el Padre Galván fue nombrado Vicario de Amátitán, fue aprehendido por órdenes de Vera, antiguo condiscípulo suyo, que tenía profundos resentimientos contra el sacerdote por el impedimento de matrimonio. El arresto no tenía motivos, por eso el sacerdote fue liberado. Hubo varios enfrentamientos en la ciudad. Galván y otro sacerdote auxiliaron a los moribundos y heridos. Después, fueron interceptados por Enrique Vera, quien ordenó su arresto inmediato. Sólo matarían al presbítero Galván. Frente al pelotón de fusilamiento y sin perder la entereza, la víctima distribuyó los objetos de valor que portaba. No quiso que le vendaran los ojos y frente a los encargados de ejecutarlo, se señaló el pecho para recibir las balas; sus últimas palabras fueron para sus verdugos: "Les perdono lo que ahora van a hacer conmigo". Fue canonizado el 21 de mayo del 2000 por Juan Pablo II junto a otros 24 mártires mexicanos.
En 1938, el beato austriaco Otón Neururer convenció a una joven católica para que no simulase la celebración del matrimonio con un partidario, ya casado, del partido nazi, y fue encerrado en la cárcel. Allí, el sacerdote continuó clandestinamente con su ministerio. Él confortó y auxilió espiritualmente a sus compañeros de prisión. Instruyó en la fe y reconcilió con la iglesia a un prisionero, lo que motivó que fuera aislado en el "bunker" del campo de concentración de Buchenwald, en la región de Turingia, en Alemania. Tras esto, lo colgaron cabeza abajo, y lo dejaron morir lenta y dolorosamente. Murió el 30 de mayo de 1940 y fue beatificado en 1996, por Juan Pablo II.
Todos ellos a lo largo de los años fueron martirizados por defender la verdad del sacramento del matrimonio. Morir por defender la verdad , sin ceder a las pretensiones de los hombres que iban en contra de las enseñanzas de Jesucristo. "Los obispos alemanes promueven 'gracia barata' en vez de 'gracia rica', y que incluso parecen ignorar las palabras de Jesús: 'El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame' (Mc. 8: 34, Lc. 14: 25-27, Jn. 12: 24-26). Piensen, por ejemplo, sobre la mujer adúltera a quien los fariseos presentaron a Jesús para ponerle a prueba. Lo primero que hizo fue protegerla de sus acusadores, y lo segundo fue instarla a dejar su pecado. 'Ve', le ordenó, 'y no peques más'. Siguiendo las palabras del mismo Cristo, la Iglesia Católica siempre ha enseñado que divorciarse y casarse de nuevo es simplemente adulterio bajo otro nombre. Y, puesto que la comunión está reservada a los católicos en estado de gracia, aquellos que viven en situación irregular no pueden participar en ese aspecto de la vida de la Iglesia, aunque son siempre bienvenidos en la parroquia y a la Misa en sí", reflexionó el prelado estadounidense Aquila en el periódico de su Arquidiócesis.
Muchos cardenales y obispos reiteraron la imposibilidad de dar la comunión sacramental a los divorciados en nueva unión. Meses atrás el cardenal Marc Ouellet reiteró que "la comunión espiritual puede ser un camino para quien no puede comulgar", tras recordar que para los divorciados en nueva unión "la comunión espiritual, o comunión de deseo, es por lo tanto una práctica no sólo aconsejable, sino deseable". Asimismo, el arzobispo de Lviv y presidente de la Conferencia Episcopal de Ucrania, Mieczysław Mokrzycki, aseveró que "en este Sínodo los obispos han traído diversos problemas y diversas dificultades de la familia", y que algunos querían ser un "poco 'progresistas' y darle la comunión a los divorciados vueltos a casar, pero muchos obispos han recordado la gran enseñanza de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, que se han expresado claramente indicando que eso iría contra la doctrina de la Iglesia, contra el Sacramento de la Eucaristía, de la penitencia y de la gracia". En Argentina, el arzobispo emérito de Corrientes, Domingo Castagna, recordó antes de que comenzase el Sínodo las palabras de Jesús para reiterar la indisolubilidad del sacramento del matrimonio. "La enseñanza de Jesús posee una coherencia interna. Como es su estilo, sus afirmaciones son directas, simples e irrevocables", sostuvo el prelado argentino. Recordó que Jesús aseveró "que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Esta verdad no debe prestarse a interpretaciones caprichosas y tampoco cambiar por decisión de los hombres. Eso mismo lo sabían bien los mártires que dieron su vida, en defensa de la verdad del sacramento del matrimonio.