Uno de estos pequeños
Cada sábado publicaré en esta sección un comentario a la lectura del Evangelio correspondiente a la celebración litúrgica del domingo siguiente. Espero sea de provecho.
Mc 9, 30-37.
Jesús, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí". En otra ocasión dirá que cada vez que ayudaron al más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.
Jesús toma como hecho especialmente con Él, con Dios, lo que se hace por un niño. Se muestra identificado con los pequeños porque Él es el Hijo de Dios que se hizo niño, obedece filialmente a su Padre, y siendo inocente, como los niños pequeños, se entregó para salvar a los culpables.
Jesús quiere que se reciba a los niños en su Nombre, es decir, por amor a Él, viendo en ellos la presencia del mismo Dios. Así, se recibe a los niños con alegría cuando se tiene la primera noticia de su existencia en el seno de su madre. Se les recibe con todos los cuidados y el amor de su familia. La sociedad los recibe en su beneficios de seguridad, educación, sanidad… La Iglesia los recibe con los dones más preciosos del bautismo, la asamblea dominical, la primera catequesis…
La muerte de Aylan Kurdi, el niño migrante kurdo de 3 años ahogado en playas de Turquía, ha sacudido recientemente la modorra del mundo Occidental, tantas veces aborregado en su bienestar y entretenido en frivolidades y banalidades. Aylan ha sido recibido, a título póstumo, en los titulares de la prensa, en los hogares europeos y americanos, en la conciencia del primer mundo.
Pero, si no quiere quedarse en puro sentimentalismo o, lo que es peor, en una doble moral doblemente perversa, Occidente deberá movilizarse más para ayudar a tantos otros niños anónimos:
– A los 13.000.000 no escolarizados a causa de la violencia yihadista en Oriente Próximo y África del Norte (tan solo en Yemen 2.000.000).
– Al 1.000.000 de niños desnutridos en Sudán del Sur.
– A los que son convertidos forzosamente en pequeños soldados yihadistas en Irak o el Congo.
– A los que sufren la ideologización desde las escuelas.
– A los discapacitados enjaulados en Grecia.
– A los miles que mendigan por las calles en la Cuba que Francisco está visitando.
También hay niños a quienes no se les ayudó a tiempo:
– A los que fueron vilmente abusados por la depravación de unos y otros, con la complicidad de aquellos.
– A los que fueron decapitados por no convertirse al islam.
– A los que, después de que no se les deja nacer, se les convierte en mercancía con la venta de sus órganos.
La familia, la sociedad que recibe y ayuda a los niños, se acerca a Dios. La que los descarta y olvida, sirve al enemigo de Dios.