Francisco: «Que Jesús, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad»

El Papa reflexionó que "el Resucitado no es otro que el Crucificado; lleva en su cuerpo glorioso las llagas indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de esperanza" y que a "Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada", frente a la pandemia del COVID-19. "Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud", destacó.

Autor: Jennifer Almendras. / Fuente: Santa Sede.

EN SU MENSAJE 'URBI ET ORBI' EN EL DOMINGO DE PASCUA.

Francisco pidió que el "Señor Jesús, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso", frente a la crisis y emergencia generada por la pandemia del COVID-19, en su mensaje del Domingo de Pascua, desde la Basílica Vaticana, el 12 de abril, que fue transmitido por el canal de YouTube de 'Vatican News'. Tras sus palabras, el obispo de Roma impartió la bendición 'Urbi et Orbi', es decir, a la ciudad y al mundo. 

"El Resucitado no es otro que el Crucificado. Lleva en su cuerpo glorioso las llagas indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de esperanza. A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada. Hoy pienso sobre todo en los que fueron afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que fallecieron y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera pudieron darles el último adiós", lamentó, al indicar que "para muchos es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas económicos".

Precisó que "esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación". "En muchos países fue posible acercarse a ellos, pero el Señor no nos dejó solos. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros de que Él nos cubre con su mano, repitiéndonos con fuerza: No temas, 'he resucitado y aún estoy contigo'". "Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud", destacó.