Monasterio franciscano fue reconocido por salvar a mujeres y niños judíos

Premiaron el heroísmo de religiosas que arriesgaron sus vidas hace 71 años, al albergar a 80 madres con sus niños pequeños, perseguidos por los nazis.

Autor: Jennifer Almendras. / Fuente: Aleteia.

NOMBRADO “CASA DE VIDA”.

“Casa de vida” es el reconocimiento que recibió el monasterio de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, en la Plaza del Carmen de Florencia, por parte de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg en agradecimiento de la ayuda que brindó esa comunidad a mujeres y niños durante las redadas nazis hace 71 años.

“Este acto es un mensaje que nos sirve para el presente. Tenemos que seguir reflexionando y divulgando una cultura que educa y que logra crear otro tipo de humanidad. Pueden darse conflictos, desacuerdos, pero no nos deben llevar nunca a superar el límite del ser humano. Esto sucedió durante el Holocausto. La violencia fue legitimada con mil motivos. Esto no tiene que suceder nunca más. Y nosotros estamos aquí para dar este mensaje a toda la humanidad, todos, creyentes de todas las religiones”, sostuvo en la ceremonia el rabino Joseph Levi. 

En 1943, los nazis avanzaron rápidamente hacia el norte de la península italiana para efectuar nuevas incursiones en las principales ciudades. Florencia, por su importancia y cercanía, fue el primer objetivo nazi. Al intensificarse las persecuciones, dado que los alemanes habían exigido la lista de todos los judíos de la ciudad, el Comité de Asistencia Judío decidió pedir ayuda a la arquidiócesis de Florencia. Es por ello, el cardenal y arzobispo de la diócesis Elia Dalla Costa ayudó al Comité de Asistencia Judío. Más de 21 conventos e institutos religiosos, sin contar las parroquias, abrieron sus puertas para dar refugio a más de 110 judíos italianos y 220 extranjeros. Las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, en su convento de la Plaza del Carmen, albergaron a 80 madres con sus niños pequeños. A veces se escondían en las cantinas o las celdas del convento. Convivían con el miedo constante de la irrupción de las fuerzas italianas o alemanas o a ser delatadas por un espía. Las refugiadas y las religiosas vivieron dos meses sin hacer ruido hasta que fueron descubiertas y luego deportadas al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, de donde nunca más salieron.