Francisco: «A través de san Juan Pablo II y santa Faustina, Dios envió dones inestimables a la Iglesia y la humanidad»

El Pontífice destacó a los hijos de Polonia como "los mártires, que han hecho resplandecer la fuerza inerme del Evangelio; y las personas sencillas y extraordinarias que han sabido dar testimonio del amor del Señor en medio de grandes pruebas". "Pensando en el don de un milenio abundante de fe, es bello sobre todo agradecer a Dios, que ha caminado con el pueblo polaco", sostuvo el Papa. 

Autor: Jennifer Almendras. / Fuente: Radio Vaticano.

EN EL 1050 ANIVERSARIO DEL BAUTISMO DE POLONIA.

Francisco evocó a los hijos del pueblo polaco como san Juan Pablo II y santa Faustina Kowalska, como "anunciadores mansos y fuertes de la misericordia", dado que "a través de estos canales de su amor, el Señor ha hecho llegar dones inestimables a toda la Iglesia y a toda la humanidad", al presidir la Misa por el 1050 aniversario del Bautismo de Polonia, el 28 de julio, en el Santuario de la Virgen de Czestochowa, donde afirmó que "Dios nos salva haciéndose pequeño, cercano y concreto". 

"El Señor, manso y humilde de corazón, prefiere a los pequeños, a los que se ha revelado el Reino de Dios; estos son grandes ante sus ojos, y a ellos dirige su mirada. Los prefiere porque se oponen a la soberbia de la vida, que procede del mundo. Los pequeños hablan su mismo idioma: el amor humilde que hace libres. Por eso llama a personas sencillas y disponibles para ser sus portavoces, y les confía la revelación de su nombre y los secretos de su corazón. Pensemos en tantos hijos e hijas de nuestro pueblo: en los mártires, que han hecho resplandecer la fuerza inerme del Evangelio; en las personas sencillas y también extraordinarias que han sabido dar testimonio del amor del Señor en medio de grandes pruebas", sostuvo el Papa.

El Pontífice destacó la feliz coincidencia con el Jubileo de la Misericordia y afirmó que el "hilo divino, que pasa por la historia humana y teje la historia de la salvación, se entrelaza en la historia el hilo mariano". "Pensando en el don de un milenio abundante de fe, es bello sobre todo agradecer a Dios, que ha caminado con el pueblo polaco, llevándolo de la mano y acompañándolo en tantas situaciones. Es lo que siempre estamos llamados a hacer, también como Iglesia: escuchar, comprometernos y hacernos cercanos, compartiendo las alegrías y las fatigas de la gente, de manera que se transmita el Evangelio de la manera más coherente y que produce mayor fruto: por irradiación positiva, a través de la transparencia de vida", reflexionó el obispo de Roma.