Entrevista de archivo al Padre Horacio Bojorge SJ, escritor

En el programa radial de VenL emitido el 8 de mayo de 2013 entrevistamos al Padre Horacio Bojorge SJ, uruguayo, licenciado en Filosofía, Teología y Sagrada Escritura, sobre su labor apostólica a través de la publicación de libros.

Autor: VenL. / Fuente: Redacción VenL.

ARCHIVOS VENL.

El origen de su apostolado con los libros

Es una prolongación de la predicación. Uno predica y después de lo que predica lo escribe para que no sólo lo oigan los que estuvieron presentes, sino un público más basto, más amplio… Los carismas son impulsos del Espíritu Santo que se le dan a cada uno y a mí el Señor me dio ese carisma: ese llamado y ese impulso de transmitir por la palabra y por los escritos, en una tradición que es muy propia de la Compañía de Jesús a la que yo pertenezco, donde siempre ha habido el cultivo de la palabra oral y escrita para la consolación de los fieles. Nuestras constituciones dicen que es para eso. Nuestra vocación es para discurrir, para defender la fe católica y consolar a los fieles. Consolando no sólo de la tristeza cuando lloran, sino confortarlos en el ejercicio de su fe, en la permanencia, en la constancia en su fe. Y por eso el Señor me impulsó primero a escribir sobre los obstáculos para creer, los obstáculos para amar a Dios. Porque nosotros sufrimos mucho, los sacerdotes, cuando predicamos la palabra de Dios, predicamos el amor de Dios y no hay una respuesta de los corazones; se encogen de hombros o se van. ‘Te escucharemos otro día’. Eso nos hace sufrir mucho.  San Francisco se quejaba: ‘el Amor no es amado’. ¡Cómo es posible que Dios siendo tan bueno, no obtenga una respuesta! Antes había escrito otras cositas pero pienso que lo que el Señor me fue dando es esto: los obstáculos para el amor a Dios. Y el Señor me enseñó que eso era un demonio: la acedia, que impide que los hombres crean en el amor de Dios. Es un fenómeno demoníaco. Hay una fuerza opuesta al Espíritu Santo que impide que los hombres escuchen la predicación cristiana, que escuchen a los hombres de Dios, que sigan el ejemplo de los santos, que se dejen cautivar por la hermosura de la vida de los santos, y que vean el mal como bien en todos los vicios capitales, en todas las acciones en que se sumergen buscando la felicidad: en la codicia, en la droga, en el alcohol, en el sexo, en el trabajo, olvidados de Dios, que es la fuente, y la dicha y la meta de nuestra felicidad.

Sobre el primer libro “´En mi sed me dieron vinagre´, la civilización de la acedia”

El primer libro que escribí fue… “´En mi sed me dieron vinagre´. La civilización de la acedia”. Estamos en una civilización que está armada en contra para no recibir o para contradecir el mensaje de Jesucristo, el mensaje evangélico. No es una casualidad esto. Este es un fenómeno demoníaco, del príncipe de este mundo. Y el Señor me ha dado la gracia últimamente de que este libro fuera retomado en forma de videos por EWTN… Y otro libro que saqué después que se llama "Mujer ¿por qué lloras?". El primero es la civilización de la acedia en la cultura: cómo la cultura está armada contra la fe. ¿Por qué nuestros jóvenes universitarios van a la universidad y pierden la fe? Porque está armado todo un ataque a la fe. Y está armado en el mundo. Está armado en la telenovela, está armado en Hollywood, está armado en la cultura, en la historia, en la falsificación de la historia, en las falsas filosofías, en los ataques a la fe, de modo que esos obstáculos están  en la cultura, pero también dentro de la Iglesia… Yo he hablado allí, en el libro "En mi sed me dieron vinagre" de un partido del mundo dentro de la Iglesia. Ya San Juan decía: “no son todos hermanos los que parecen hermanos que salieron de nosotros” dice, hablando del anticristo. Habla de los que se fueron de la Iglesia diciendo que eran mejores que los que están en la Iglesia, que no amaron a sus hermanos. Son todos los que se han ido a través de los siglos. Hay montones de iglesias, que se llaman a sí mismas iglesias, pero que no lo son. Son comunidades que llevan el nombre de cristianos, pero que se fueron de la Iglesia Católica porque decían que eran mejores, porque no amaron a sus hermanos. Tomaron excusas de los malos para dejar también a los buenos. Alejarse de los buenos. Eso es acedia. Y eso le pasa a la Iglesia desde la primera carta de Juan: “Salieron de entre nosotros porque no eran de los nuestros”. Al fin se fueron porque el Señor los sacó, porque ellos se hubieran quedado dentro, pero llegó un momento en que a los apóstatas anónimos los pone de manifiesto y entonces se van de la comunidad cristiana. Se apartan de la Iglesia.  Muchas veces empiezan a hablar, ya dentro de la Iglesia, ‘de ellos’, como si sus hermanos fueran otros. Ellos mismos se excluyen del ‘nosotros eclesial’ hablando de ‘ellos’: ‘esos católicos, esas beatas, esos…’ ya se están excluyendo. El apóstata, sin darse cuenta, ya se está excomulgando a sí mismo en el uso del lenguaje. De estos fenómenos hablo yo en ese primer libro. Y en el segundo de las formas eclesiales de la acedia. Porque también existe un partido del mundo dentro de la Iglesia, que siente más bien como el mundo, no como la Iglesia y que persigue a los cristianos verdaderos, a los verdaderos creyentes porque son objeto de la burla del mundo. El Papa Benedicto, cuando iba a Fátima en el avión, hablando con los periodistas le preguntaron sobre las persecuciones y dijo que las peores eran las que venían de dentro de la Iglesia. Y el cardenal [Christoph] Schönborn OP, dando ejercicios en el Vaticano a Juan Pablo II, en aquel tiempo hablaba también de esta tristeza en la Iglesia, de esta ceguera para ver la obra de Dios y del Espíritu Santo en la Iglesia, que ataca a tantos y que les impide vivir contentos y gozosos en el ejercicio de su fe, en la gracia de la preservación de que hemos sido objeto, en las pruebas del amor divino continuas: no cae un cabello de nuestra cabeza sin permiso del Padre celestial; la fineza, las delicadezas del Señor que tiene para los que lo aman. Cómo el Padre nos engendra cada día a sus hijos, cómo Jesús ama a sus amigos, y ama a sus esposas. Porque los cristianos somos amigos, estamos llamados a serlo. Y las cristianas están llamadas a configurarse con la Iglesia, la esposa de Cristo, cada una en la iglesia individual. Esta hermosura de la fe está oculta por este demonio de la acedia. Están los videos estos en internet también, en youtube… Estoy muy contento por esta denuncia que estoy haciendo del demonio de la acedia, porque está disfrazado, está con un antifaz que hace difícil reconocerlo, un antifaz de cultura, un antifaz de ilustración. Ya desde los filósofos de la ilustración, el demonio de la acedia está activo. Toda la historia oponiéndose a la obra de Cristo, oponiéndose a la Iglesia, persiguiéndola… de mil formas distintas. Yo me ocupo de esas mil formas ahí. Ese fue el primer bloque del libro.

Sobre el libro “Mujer ¿por qué lloras?”

Estamos en medio de una cultura que se entristece por nuestros bienes y se alegra de nuestros males. Y en [el libro] “Mujer ¿por qué lloras?” también dentro de la Iglesia nos encontramos la acedia. Esa confusión de ver lo bueno como malo y lo malo como bueno. Cuando se habla con asco de las beatas, o cuando ciertas formas de la piedad a algunos le repugnan: las procesiones o la piedad popular. Sienten aversión, sobre todo algunos más intelectuales. Esa lucha que hay entre progresistas y conservadores en la Iglesia, decía Juan Pablo II en “El umbral de la esperanza” que es una lucha política, más que una lucha religiosa. Es decir, el motivo es un motivo de otro orden, pero que en el fondo es demoníaco. Esa persecución que divide a la Iglesia y que hace que se persiga a los buenos viéndolos como malos.

Sobre el libro “El lazo se rompió y volamos. Vicios y pecados capitales”

Y cuando se apodera el demonio de la acedia de la vida de los hombres, como no pueden encontrar la felicidad en las cosas de Dios, las buscan en las cosas de este mundo y vienen todas las adicciones, todos los vicios. Y ahí escribí un pequeño librito, muy práctico para purificarse la conciencia, para la confesión irse purificando y comenzar una vía iluminativa de Dios en la vida que se llama “El lazo se rompió y volamos. Vicios y pecados capitales”. Es un libro práctico porque habla de los siete vicios capitales, que son, yo diría, las siete adicciones capitales: la adicción a sí mismo, que es la soberbia; la adicción a la opinión ajena, que es la vanidad; la adicción a los impulsos de la naturaleza, que puede ser la gula o puede ser la lujuria, el sexo desordenado; la adicción a los bienes de este mundo, que es la codicia, y así los demás. La adicción a la crítica de los demás, alegrarse con el mal ajeno y entristecerse con el bien ajeno, que es la envidia. La acedia es en realidad envidia contra Dios: entristecerse del bien de Dios y alegrarse del mal de los buenos. Esos fueron los tres libros que escribí sobre los obstáculos para el amor a Dios.

Sobre el libro “Anuncio del sermón de la montaña. Predicaciones”

Entonces el Señor me dijo ‘ahora ponete a escribir sobre el amor mismo. ¿Cuál es el camino del amor?’. Porque está bien hablar de los obstáculos y señalar cuál es el demonio, pero qué se opone a este demonio. Se opone lo que Jesús predicó toda su vida: la vida pública, pero sobre todo en el sermón de la montaña… Entonces expliqué cuál es el camino del amor a Dios, explicado por Jesús en el sermón de la montaña. Ese libro se llama “Anuncio del sermón de la montaña. Predicaciones”. La primera parte son las bienaventuranzas, le dediqué un librito a las bienaventuranzas. Y el corazón es el Padrenuestro, le dediqué otro librito al Padrenuestro. Y como lo que Jesús enseña en el sermón de la montaña es a vivir como hijos, porque no tiene otra cosa más para enseñarnos. Él no viene a enseñarnos una doctrina abstracta. Viene a enseñarnos lo que Él vive. Es una experiencia de hijo. Él es el hijo eterno de Dios que se hace hombre y vive en su humanidad lo mismo que él vive en su divinidad: recibirse del Padre. Es maravilloso. Y nos ofrece eso a nosotros también: que podemos vivir recibiéndonos del Padre. Y eso es una historia divina. Algo que excede todo lo que nosotros podríamos pensar, desear y proyectar acerca de nuestra vida. A veces la gente vive peleando por realizar sus propios ideales y afanes. Y después capaz que se da cuenta que aquello por lo que luchó no valía la pena… Jesús dice no hagas la tuya. Deja que el Padre haga la suya en ti. Porque la suya para el Padre es algo divino y Él tiene un designio de amor divino para ti. Te creó para realizar en sí un sueño. Dice San Pablo en la carta a los Efesios que el Padre nos conoció desde antes de la creación del mundo y nos predestinó para serle próximo, para unirnos a Él por el amor, para ser santos. Santos es eso: estar unidos a Dios por el amor y recibir su vida divina en nosotros… Eso es lo que Jesús nos viene a enseñar. Es maravilloso. Por eso cuando uno vive para el Padre, vive como hijo, el Padre lo hace bienaventurado como lo hizo a Jesús y nos da a nosotros también una vida divina, que naturalmente el mundo de la acedia no puede reconocer. Por eso la octava bienaventuranza es que a los que vivan como hijos, el demonio de la acedia los va a perseguir… Pero ¿qué es lo que sostiene a los hijos? Saber que los sostiene el amor al Padre, hacer la voluntad del Padre. Eso es inefable. Y los sostiene el Espíritu Santo, que los preserva de este mundo. Sino nadie podría permanecer en la fe…, nadie podría padecer el martirio, si el Espíritu Santo no le diera una fuerza sobrehumana para menospreciar su propia vida y confiando en la vida eterna que el Padre le dará, que le pone en la boca palabras que ni él mismo entiende.

Los mártires del siglo pasado, y todavía hoy, mueren gritando ¡viva Cristo Rey! Ese grito no era una consigna. Ese grito era algo que ellos mismos se sorprenderían de estar gritando. Y lo ponía el Espíritu Santo en su boca. Era un grito de evangelización a los que los mataban. Iba más allá de su conciencia y de su deseo. Una consigna así, universal, en la boca de tantos mártires distintos y de tantos lugares, no es una obra humana…

Sobre el libro “La casa sobre roca. Noviazgo, amistad matrimonial y educación de los hijos para el matrimonio”

Después de predicar sobre el amor divino el Señor me puso a hablar sobre el amor humano. Entonces viene un libro que se llama “La casa sobre roca. Noviazgo, amistad matrimonial y educación de los hijos para el matrimonio”; del varoncito para ser un buen esposo y buen padre, de la niña para ser una buena esposa y buena madre. Pero se empieza por el noviazgo. Ese libro tiene cinco fichas sobre el noviazgo; después algunos testimonios que ilustran esos principios allí presentados. Después dos fichas sobre el matrimonio, que se muestra muy brevemente cómo el pecado original hirió al varón y a la mujer de manera semejante pero distinta, y eso es lo que crea una especie de mal entendido en el matrimonio y hace necesario que Dios viniera para curar las heridas del pecado original y para permitir que el amor entre el varón y la mujer no sucumbiera a la acedia entre ellos, a la envidia o a la ceguera para el bien del otro, sino que el sacramento del matrimonio los sanara y los santificara. Por eso Jesucristo vino a salvarnos, a salvar al varón, a salvar a la mujer, pero vino a salvar el sacramento del matrimonio, vino a salvar el amor por el sacramento del matrimonio, porque el amor entre el varón y la mujer estaba herido, y sin el amor, ni el varón llega a ser lo que Dios proyecta ni la mujer tampoco. Porque sin el amor están ambos separados. Y aquí hay una revelación de la Sagrada Escritura acerca de la herida del amor humano que explico en este libro en forma muy breve y que eso tiene consecuencias para educar al varón y a la niña. Porque el varón cae más bien hacia lo instintivo, y el varoncito entonces hay que formarlo para dominar sus instintos y la niña más bien se desordena por sus caprichos, por su voluntad, de cosas buenas pero desordenadas. Entonces hay que hacerle obedecer a la norma de la razón, someter sus caprichos a la razón. Es por eso que el varón debe tener una razón sana para poder servir a la esposa, y la esposa debe tener un corazón sano para poder reconocer la verdad cuando se dice en la boca del esposo. Y por eso la lujuria hace que caiga el varón de su racionalidad y que no pueda ser guía de su esposa y que por lo tanto la esposa no se pueda fiar de la razón de un hombre lujurioso. Comprendemos esas cosas a la luz de la revelación de la Sagrada Escritura. Es una maravilla. Estoy encantadísimo con este mensaje que el Señor me ha revelado para poderlo explicar a los varones y a las mujeres, porque están totalmente desorientados por la cultura de la muerte, por la cultura de la acedia. Ya los chicos no se quieren casar, quieren convivir. No quieren hijos, no quieren problemas. Y el mundo le hace todo eso difícil, porque tampoco ven a la familia como un bien. Nosotros somos testigos de cómo se la trata a la familia, al varón y a la mujer. Hay una abolición del varón y una abolición de la mujer, una destrucción de lo varonil y una destrucción de lo femenino… Al varón le interesa tener una mujer, pero no una madre de sus hijos. Esta destrucción del amor humano. Sobre esto el Señor me hace hablar ahora.

Sobre el libro “¿Qué le pasó a nuestro amor?”

El segundo libro se llama “¿Qué le pasó a nuestro amor?”. Se trata del amor humano. Qué le pasó al amor humano del principio, qué le está pasando a los matrimonios que se destruyen, que hay más divorcios que casamientos, que ya no hay casamientos sino que simplemente hay parejas que se emparejan y se desparejan y que se mezclan y se entreveran en un torbellino de adulterios y de promiscuidad sexual. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué le pasó al amor humano que está herido de esta manera?

El olvido de la lectura espiritual como momento de encuentro con Dios

Este es un caso concreto de la acedia frente a la Escritura, porque cuando la gente oye el relato del Génesis, de la creación del varón y la mujer, Adán y Eva, hablan de la manzana, cuando no hay tal manzana. Es un cuentito para niños… Pero qué puede enseñarme eso. Porque parece una tontería ese mensaje, pero tiene una profundísima sabiduría. Parece que Dios se hace el tonto para que el soberbio pase de largo y que nos cuenta en apariencia un cuentito menospreciable, pero el que es humilde y le pregunta acerca del contenido de sabiduría, encuentra allí algo insondable. Yo lo he puesto en gran parte, pero es inagotable. Tengo que escribir más sobre eso en ese libro que se llama “¿Qué le pasó a nuestro amor?”. En los capítulos 6, 7, 8 explico algunas enseñanzas fundamentales del libro del Génesis; también otro pasaje de la Escritura: el Cantar de los Cantares, pero el Apocalipsis también. El Catecismo de la Iglesia Católica, el número 1602, cuando trata del sacramento del matrimonio, nos explica que toda la sagrada escritura habla al matrimonio del principio al fin, porque los primeros capítulos hablan sobre el matrimonio de Adán y Eva, que son los primeros padres, destinados a engendrar la humanidad, pero ¿cómo termina la Escritura? Termina con las bodas del Cordero. Y eso nos sugiere que el primer matrimonio entre Adán y Eva apunta a las bodas del Cordero, que es una alianza de amor esponsal entre el Verbo eterno de Dios hecho hombre que muere por la humanidad para hacerla una esposa digna de él, para rescatarla de la lejanía del desamor, enamorarla y hacerla esposa suya. Y esa es la Iglesia. Lo que Jesucristo está ocupado en hacer ahora, en este tiempo, es enamorando almas para que sean Iglesia, esposa suya. Está preparando las bodas eternas porque pretende celebrarlas acá. ¿Y dónde? En la Eucaristía. Nuestra Eucaristía es el banquete de bodas que se va celebrando a lo largo de los siglos y que adelanta las bodas del Cordero. Si no entendemos la realidad en estas claves reveladas por Dios, no entendemos nada. No sabemos por qué estamos colocados sobre el mundo. Caminamos pero sin saber hacia dónde ni por qué. En cambio, esta revelación maravillosa, nos revela también por qué el varón y la mujer han sido llamados a un amor recíproco, que es imagen del amor del Verbo con la Iglesia. Ha sido creado a imagen y semejanza del Amor Divino, y así debe ser el amor humano. He escrito cinco libros ya sobre este amor humano…

Más publicaciones referidas al amor humano

Estos principios generales, como yo los explico en un blog que tengo que se llama blog del Buen Amor, y me hacen consultas, dieron lugar a dos libros que se llaman “El buen amor en el noviazgo” y “El buen amor en el matrimonio. Preguntas y respuestas”. Respuestas divinas a preguntas humanas. Muestran cómo esta sabiduría revelada por Dios es una sabiduría práctica, que puede orientar la vida del creyente en los caminos tan misteriosos y tan arduos a veces del amor humano, del amor en el noviazgo y del amor en el matrimonio. Y después un quinto libro, que es una colección de 250 cartas históricas reales, un epistolario amoroso de los años 26 al 30 que se llama “José y Felicitas, una historia de amor”… Es un maravilloso testimonio de un amor sencillo, humano, fiel y casto, pero por eso mismo extraordinario, porque hoy en día la fidelidad y la castidad son cosas raras… Yo diría que es contracultural este libro, porque va contra todo lo que la industria del espectáculo anticristiana produce en telenovelas, en películas, en obras de teatro, en sainetes, en películas pornográficas, en pornografía, en destrucción de la creación de Dios, en despersonalización del sexo…

Lo que está por venir

Yo sigo escribiendo. Quiero escribir una pequeña explicación del libro del Génesis, de esos tres primeros capítulos, irlos comentando. No sólo por mí, sino retomando cosas que dice San Agustín, que dice Santo Tomás, y que desgraciadamente son nuestros sabios olvidados por nuestro pueblo. Ha dado la espalda a nuestros sabios y se deja guiar por una cantidad de charlatanes. Cuanto libro de charlatán aparece empiezan a leerlo y comprarlo. Desgraciadamente muchas editoriales también los multiplican, los publican y confunde muchas veces a los fieles. La Iglesia ha tenido que salir al cruce de los libros de Anthony de Melo, un jesuita indio; ha tenido que salir al cruce de otros autores. Hay algunos autores que yo espero que en algún momento también se los señale, como por ej. Ansel Grum, que es un autor que aparece como católico pero que no lo es. En el fondo predica que no cree en los milagros y en la Sagrada Escritura sino que le da a toda la Sagrada Escritura una apreciación en clave psicologista y sin embargo es publicado por las editoriales “católicas”, y los fieles lo leen y se confunden con él. Hay que volver a la Sagrada Escritura y a su profunda significación en los grandes maestros de nuestra fe: San Agustín, los santos padres, Santo Tomás, volver a leer el Génesis con humildad para que así Dios nos ilumine la vida. Y otro que quiero escribir es un librito sobre la llamada de la mujer católica, de la mujer bautizada, a la esponsalidad con Cristo. Es una llamada a toda mujer. Toda mujer está llamada a ser esposa del Señor, porque toda mujer es Iglesia, y la Iglesia es la esposa de Cristo. Y la Iglesia es una sola, porque Cristo es esposo de una sola mujer… Y en ella pone signos de santidad, como la castidad, la vida religiosa consagrada en pobreza, castidad y obediencia; pone una serie de signos: los siete sacramentos; pone la plenitud de sus dones. Puede ser que algunos se vayan llevándose, robándose algunas alhajas de la esposa, pero no se pueden llevar todo. La única que los conserva porque el Señor la preserva, es la Iglesia Católica. Esa es la esposa de Cristo. En ella está el sello del amor único de Cristo, pero ese sello, así como en la Sagrada Hostia está Cristo completo en toda la hostia, y en cada partícula está Él también, así la Iglesia es una sola, la esposa, pero se realiza en el alma de cada mujer bautizada. Por eso cuando San Pablo habla del matrimonio puede poner para el matrimonio particular de un varón con una mujer como ejemplo el matrimonio de Cristo con la Iglesia, porque cada mujer debe configurarse con la Iglesia como esposa de Cristo y esposa de su esposo, y todo esposo tiene que configurarse con Cristo como esposo de su esposa. Y como esposo de alguna manera la Iglesia universal, cosa que nos está reservada a nosotros los sacerdotes como amigos de Cristo, ser también imagen de Cristo esposo para la Iglesia, y cuidar más la Iglesia.

De estos misterios tan hermosos, tan grandes, tan luminosos, tan iluminadores de la vida cristiana que el Señor se ha puesto a enseñarme, como a un niño, como a un discípulo para que yo también lo diga: lo que escucháis en secreto decidlo desde los techos. Yo estoy buscando azoteas para predicar estas cosas y le agradezco a la radio y Padre a usted que me hayan prestado esa azotea para predicar ahí… Ojalá sean muchos los que me están escuchando y se sientan iluminados por esto.

Que Dios los bendiga a todos, que bendiga su obra, su apostolado y su ministerio. Agradezco al Señor que me haya dado esta oportunidad de predicar desde las azoteas [ondas radiofónicas] lo que Él me da para decir a todo el mundo.