Francisco: «Con el demonio no se dialoga»

El Papa sostuvo que debemos meternos "en la cabeza que con el demonio no se pueda dialogar porque nos va a ganar siempre, solamente la fuerza de la palabra de Dios lo puede derrotar", al celebrar la Misa durante su tercer día del viaje apostólico a México. 

Autor: Jennifer Almendras. / Fuente: ACI Prensa.

MULTITUDINARIA MISA EN ECATEPEC.

Francisco aseveró que debemos meternos "en la cabeza con el demonio no se dialoga, no se pueda dialogar porque nos va a ganar siempre, solamente la fuerza de la palabra de Dios lo puede derrotar" y reiteró que los cristianos optamos "por Jesús y no por el demonio", durante la homilía del primer domingo de Cuaresma, que celebró en Ecatepec, el 14 de febrero, durante su tercer día en México.

"Cuaresma, tiempo de conversión porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira, escuchamos en el evangelio lo que hacía con Jesús por aquel que busca separarnos, generando una sociedad dividida y enfrentada. Cuaresma, tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar. Tres tentaciones  -riqueza, vanidad y orgullo- que buscan degradar, degradarnos, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio. Que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado", afirmó el Papa. 

El Pontífice sostuvo que si "nos acordamos lo que escuchamos en el Evangelio, Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia sino que le contesta con las palabra de Dios con las palabra de la escritura". "Queremos seguir sus huellas pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder. Por eso, la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que degrada, degradándose o degradando a otros. Es el Dios que tiene un nombre: misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder y en su nombre una vez más volvemos a decir con el salmo: 'Tú eres mi Dios y en ti confío'", aseguró.