Círculo Itálico A: «La castidad conserva al otro y a uno mismo en la verdad del amor»

Seguimos publicando aportaciones del Sínodo de la Familia. Este grupo, moderado por el cardenal Montenegro, se detuvo "largamente en el carácter profético de la Humanae Vitae, reafirmando su actualidad", e "hizo hincapié en la necesidad de evitar contraponer la conciencia y la ley moral".

Autor: VenL. / Fuente: VIS.

COMENTARIO A 'INSTRUMENTUM LABORIS' III.

En la reflexión del Círculo Itálico A sobre la tercera parte se ha considerado mucho el sentir mayoritario expresado en el aula de la necesidad de reordenar el texto y aumentar la atención sobre la formación catequética y la subjetividad de la familia en la obra de evangelización.

En este sentido, en comparación con el primer capítulo, ha habido un sentir unánime de solicitar al comité la reordenación de los números 69 al 83 siguiendo un criterio más lógico, sin la fragmentación actual, con una mayor consideración a la subjetividad de la evangelización de la familia (especialmente respecto a las diversas formas de anunciar y testimoniar a los demás el Evangelio de la Familia), y evitando enfoques del tema que son sólo funcionales sin el debido equilibrio entre el ser de la familia y las actividades apostólicas que parecen más propias de la misma, las cuales se mencionan en otros números de esta tercera parte.

En relación a la formación para el matrimonio y la vida familiar, parece necesario unificar bajo el título 'La educación para el matrimonio y la vida familiar' los párrafos 84-86 y 94-95, para poner de relieve que:

– El matrimonio es la respuesta a una llamada específica a vivir el amor conyugal en Cristo y en el Espíritu, convirtiéndose en un signo creíble del amor de Cristo y de la Iglesia.

– Por ello, la elección de casarse y crear una familia sólo puede ser el resultado de un discernimiento vocacional.

– La capacidad de comprender la voluntad del Señor sobre su vida y de adherirse a ella en un camino de fe no se puede improvisar y se cumple a partir de la vida de la familia y dentro de la comunidad eclesial.

– Es tarea de la comunidad eclesial ofrecer un camino permanente de catequesis que acompañe todas las etapas de la vida y atraiga a las familias, pero no limitado a la preparación inmediata para los sacramentos. Con ese fin se proponen, con la ayuda de asociaciones y movimientos, itinerarios formativos que introduzcan progresivamente en la vida de la gracia, enseñando a encontrar en la relación con el Señor Jesús el centro y el principio unificador del sentido de la vida y dando testimonio del Evangelio en los compromisos diarios.

– No se debe descuidar la preparación más directa para el matrimonio que se ha de realizar con el debido cuidado por parte de los pastores para que se presente en toda su exigente belleza la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia.

Se puede en tal sentido hablar de una “preparación remota”, que pasa a través de la transmisión de la fe y los valores cristianos vividos dentro de la propia familia, de una “preparación próxima”, que coincide con los itinerarios de catequesis y experiencias formativas vividos dentro de la comunidad eclesial, y una “preparación inmediata” al matrimonio, parte de un camino más amplio cualificado de la dimensión vocacional.

En todo este camino el centro deberá ser la Palabra, para aprender a descubrir, como luz y lámpara, la oración en su dimensión litúrgica, y también “la oración doméstica” de vivir en familia, los sacramentos y la vida sacramental, la fraternidad con los pobres y la necesidad de aprender la virtud de la sobriedad y la capacidad de la condivisión (cf. Francisco, Noviazgo, Audiencia general del 27 de mayo de 2015), junto a la experiencia del perdón.

También es importante fomentar un sentido más profundo de pertenencia a la Iglesia en la que el Señor llama a vivir la propia vocación. Especial atención debe prestarse al crecimiento emocional, la educación en un amor capaz de la donación de sí y a las relaciones no comprometidas por el deseo de poseer, sin temor a plantear las virtudes cristianas capaces de regenerar y de hacer brillar las relaciones, en primer lugar la castidad, principio positivo de un actuar que conserva al otro y a uno mismo en la verdad del amor.

Elementos sujetos a un discernimiento especial fueron la importancia de la lengua y la distinción (respecto de las situaciones imperfectas) entre las personas y las situaciones institucionalizadas.

Algunos padres han llamado la atención en el poder deconstructivo que poseen hoy algunos conceptos relacionados con el matrimonio y la familia; para otros padres sigue siendo una prioridad, en un contexto secularizado, evitar lenguajes condicionados por una sensación de asedio y comunicar el Evangelio con un lenguaje impregnado de esperanza, que se basa en la obra que el Señor seguramente está realizando en las personas, incluso en los que viven en situaciones familiares distantes de la propuesta cristiana.

Sobre la necesaria distinción entre personas y situaciones institucionalizadas se fijó la atención sobre la diversidad de problemas en las diversas culturas, apreciando el hecho de un compromiso matrimonial civil frente a la simple convivencia y teniendo en cuenta el valor propedéutico de las leyes que lo prevén.

Nos detuvimos largamente en el carácter profético de la Humanae Vitae, reafirmando su actualidad. Se hizo hincapié en la necesidad de evitar contraponer la conciencia y la ley moral. A partir de un animado debate en el que surgieron diferentes posturas, hemos buscado juntos una formulación que nos ayude a comprender cómo la conciencia rectamente formada es capaz de reconocer el bien que la norma moral indica y de tomar decisiones responsables.

Igualmente se destacó la importancia de defender el derecho a la objeción de conciencia en un contexto como el actual, donde las autoridades tratan de limitarlo en virtud de un supuesto bien común.

Respecto a las situaciones de los que han experimentado el fracaso en el matrimonio, los miembros del círculo han coincidido en la necesidad de abordarlas teniendo especial cuidado en distinguir la variedad de situaciones, promoviendo, en cualquier caso, itinerarios de fe, de reconciliación y de integración en la comunidad eclesial. Se ha afirmado la importancia de que estas rutas incluyan un cuidadoso y prudente discernimiento pastoral bajo la autoridad final del Obispo; las Conferencias episcopales están llamadas a madurar criterios comunes adaptados a las situaciones de las respectivas Iglesias particulares.

 

Traducción al castellano por David Saiz para VenL.