Grupo Gálico C: «Queremos una pastoral de la familia que sea clara a nivel doctrinal»

Seguimos publicando, después de concluido, algunas interesantes aportaciones de los grupos en el Sínodo de la Familia. El Círculo Gálico C, moderado por el obispo Piat afirmó que "es necesario que el tesoro de nuestro mensaje sea más claro", si bien "la Iglesia magisterial no basta: hacen falta testimonios que den vida a nuestras convicciones".

Autor: VenL. / Fuente: VIS.

COMENTARIO A 'INSTRUMENTUM LABORIS' III.

Como la semana pasada, a nuestro grupo le ha parecido útil elaborar un breve texto que permita identificar el objetivo de la parte del Instrumentum Laboris en estudio. Hemos presentado este texto en forma de modus esperando que pueda servir de prólogo a esta tercera parte. 

  • En el primer párrafo del texto, recordamos que este Sínodo se sitúa en la vertical del Concilio Vaticano II, si bien nosotros queremos evangelizar el mundo contemporáneo. Queremos enfocar una pastoral de la familia que sea a la vez clara a nivel doctrinal, y útil a nuestras familias. Creemos que el camino para realizar la conversión misionera de toda la Iglesia pasa por la familia como sujeto evangelizador.
  • El segundo párrafo se refiere a las bases de este camino pastoral: una profundización de la revelación cristiana concerniente a la familia y una movilización de todas las fuerzas vivas de la Iglesia para apoyar su misión como comunidad de vida y amor. Esto supone un verdadero diálogo pastoral con las realidades familiares vividas en la actualidad por nuestro mundo contemporáneo. 
  • Finalmente, el último párrafo de nuestro texto afirma que este diálogo, siguiendo a Jesús, debe desarrollarse a la manera de Jesús, es decir esparciendo su mirada de amor y de misericordia sobre todas las personas. Queremos, pues, realizar este diálogo pastoral con humildad, respeto, confianza y sobre todo misericordia hacia todas las familias, cualesquiera que sea su grado de proximidad o de lejanía hacia ideal evangélico.

Este texto nos ayudará a articular mejor nuestras propuestas de enmienda de esta tercera parte del  Instrumentum Laboris.

Reflexionando sobre nuestra experiencia en pequeño grupo durante esta tercera semana del Sínodo, me he puesto a pensar en la parábola del sembrador (Mc 4, 1-20 y paralelos). Nos han impresionado los testimonios de los observadores y de los delegados fraternales que han precedido a nuestras discusiones y nos hemos asombrado de la diversidad de los terrenos familiares que se presentan ante nosotros. Algunos son pedregosos y secos, otros están alfombrados bajo el vuelo de los pájaros, otros están asfixiados por las zarzas, otros gozan de buena tierra arcillosa. A veces, nos hemos visto tan fascinados por esta buena tierra que hemos descuidado el potencial de vida de las demás tierras, en apariencia menos bellas. Sin embargo, estas tierras buenas pueden esconder también parásitos y bichos nefastos para el cultivo. A veces, nos hemos encontrado tan absorbidos por las dificultades de una tierra en particular que hemos olvidado considerar los desafíos de las demás. Pero nosotros amamos a todas estas tierras y queremos ayudarlas a producir el fruto que le corresponda a cada una según su medida

Como agrónomos que discuten sobre diversos métodos de suministro de agua, hemos discutido el método de nuestro Sínodo. ¿Está bien ajustado a su finalidad? Hemos desplegado una enorme cantidad de energía, según todos los puntos de vista. Hay personas agotadas a fuerza de trabajar. ¿Valdrá la pena el resultado? ¿Habremos podido identificar algunas cuestiones específicas para estudiar entre los dos Sínodos y darnos más tiempo para estudiarlos? ¿Habrá que confiar a las comisiones pontificales el trabajo que esperamos hacer? 

Y esta tercera parte corresponde laboriosamente a la última etapa del 'ver-juzgar-actuar', en la que habríamos debido retomar las constataciones de la primera etapa para proponer vías de solución o de acción. Se habría necesitado nombrar las múltiples prácticas pastorales ya existentes en las diversas esferas de la Iglesia. Cabe afirmar que hemos considerado que se nos ha dado el mayor tiempo posible en pequeños grupos. De nuestros diálogos se desprende fuertemente el ministerio de comunión que nos corresponde como obispos. 

Hemos debido entendernos entre nosotros siguiendo un método de trabajo frente a la abundante materia de esta sección. Hemos decidido dedicar más tiempo a tres temas en particular: la formación de los sacerdotes, de los diáconos y de los agentes de pastoral; el acompañamiento de los divorciados vueltos a casar; y el desafío de la renovación de nuestro lenguaje. Hemos elaborado modi colectivos sobre estos temas, para considerar a continuación los modi individuales de los participantes en los demás números. Desgraciadamente, nos ha faltado tiempo para terminar este trabajo.

Señalamos que hay numerosos temas que no han sido abordados; entre ellos, el acompañamiento de las parejas frente a los desafíos de la paternidad en el contexto actual.

Cada uno de nosotros representa una corriente de agua que viene a abrevar estos campos. Algunas corrientes vienen de oriente, otras de occidente, otras provienen de los glaciares del norte y otras de las estaciones de lluvia tropicales. Cada uno con sus minerales específicos que riegan bien los campos con sus diversos nutrientes. Volvemos a encontrar también el gran río de la Biblia y de la Tradición viva de la Iglesia, los numerosos arroyos de la experiencia eclesial en nuestros compromisos, los dos grandes torrentes de la teología y de la pastoral que, durante su confluencia, producen olas y remolinos. ¿Cómo canalizar estos dos torrentes y los demás afluentes en un todo capaz de regar los diversos campos según sus necesidades propias?

Algunos de nosotros piensan que el Concilio ha debido ser algo así: un lugar de escucha y aprendizaje para los obispos que buscaban juntos discernir las vías del futuro de la Iglesia. Sí, nos ha afectado la gran diversidad de experiencias y de planteamientos, incluso por ciertas polaridades que han salido ocasionalmente a la superficie, por ejemplo la cuestión del acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar o la cuestión del aumento de la importancia de la mujer en algunos ministerios de la Iglesia. Integrar tanto los temas que hemos trabajado como el método. Pero incluso si no coincidimos a la hora  de llegar a un acuerdo, nos preocupa a todos el mismo deseo: hacer vivir y florecer estos campos con el fin de que den su fruto. Eso no es fácil, y habrá que continuar trabajando en esta tarea: ¡el crecimiento de la Palabra depende de ello! 

Nos animamos con el ejemplo del jardinero jefe, que es paciente, nos escucha atentamente, nos alienta, reza con nosotros y discierne con nosotros. Sí, Santo Padre, vuestra presencia entre nosotros nos reconforta profundamente y nos invita a confiar en el Espíritu Santo, sin descuidar el trabajo que nos ocupa. Gracias a vos cada uno se siente libre de decir lo que realmente piensa, siguiendo vuestro ejemplo, aprendemos a escuchar con humildad. Habéis favorecido un lugar de reflexión en el que cada uno, animado por un espíritu sincero, puede buscar la verdad. 

Y daros ejemplo de esta conversión pastoral a la que estamos convidados, en primer lugar los obispos. Hay que salir de uno mismo para ir ante las familias, sobre todo ante las que están más alejadas. Debemos adoptar esta actitud. En este sentido, apreciamos que este Sínodo está haciendo algo en nosotros. Deberíamos notar, al final de este Sínodo, que la Iglesia abre un diálogo nuevo con las familias: no solamente para que podamos volver a decir lo que siempre hemos dicho, sino para reencontrar a las familias dentro de las realidades complejas en las que se hallan. Así, es necesario que el tesoro de nuestro mensaje sea más claro y, en esa cuestión, tenemos todavía mucho trabajo por hacer.

Una convicción nos ocupa, para llevar agua a estos campos debemos encontrar una manera de “decir las cosas”. No se trata solamente de un contenido, sino de una manera de ser. Y en esta búsqueda creemos que la clave es la Palabra en sí misma, la que ha sido sembrada por el Sembrador. No se trata solamente de recitar versículos, sino de narrar una historia. Y de descubrir esta historia en nuestro mundo actual. Para decir eso, la Iglesia magisterial no basta: hacen falta testimonios que den vida a nuestras convicciones. 

Cada uno de nosotros marchará de aquí un poco cambiado: este puede ser un criterio esencial en la evaluación del éxito de este Sínodo. Hemos vivido un tiempo de verdadero reciclaje teológico y pastoral, un tiempo de retiro, incluso, que nos invita a revisar nuestra manera de vivir y nuestro ministerio en el corazón de la Iglesia. Nos hemos permitido soñar hablando de los diversos campos familiares que acogen la semilla, esbozando métodos de suministro de agua, nombrando nuestras esperanzas en los frutos.

Pero, ¿podremos realizar nuestros sueños? ¿Tenemos los recursos para hacerlo? ¿La vida real nos permitirá hacerlo? Y estos frutos anhelados para la gloria de Dios y la salud del mundo, ¿qué será de ellos? Y este mundo, ¿está tan saciado que no querrá estos frutos? ¿Está tan atiborrado de otros productos que ni siquiera quiere saborearlos? ¿Qué dirán los medios de comunicación de nuestras propuestas? ¿Cómo reaccionarán los gobiernos? ¿Quién conjurará los desafíos de la pobreza, la persecución y la guerra? Esta es la realidad que nos espera. 

Recordemos antes de abandonar este Sínodo, que compartir nuestras debilidades, más que nuestras fortalezas, es lo que verdaderamente puede hacernos avanzar. Hay algo que no controlamos y que nos invita abrir nuevas vías. Lo reconocemos y lo nombramos, es el Espíritu Santo entre nosotros, obrando mientras que nosotros discutimos de todos estos desafíos, obrando en la vida de nuestras familias, obrando en el crecimiento del fruto a pesar de la calidad de los suelos. ¡Es al Espíritu a quien confiamos el fruto de nuestro trabajo, así como lo que siga a este Sínodo, que haga crecer la semilla en todos los terrenos familiares del mundo con el fin de que la Palabra lleve con éxito el fruto al treinta, al sesenta o al ciento por uno!

 

Traducción al castellano por Ana Cristina Saiz.