Círculo Gálico A: «Debemos animar y sostener a las familias que se comprometen con convicción y fe en el camino del matrimonio sacramental»

Seguimos publicando, después de concluido, algunas interesantes aportaciones de los grupos en el Sínodo de la Familia. El Círculo Gálico A, moderado por el cardenal Lacroix, manifestó el "compromiso de todos con la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio", y quiso "recordar lo que señalaba ya 'Familiaris Consortio' en 1981" sobre "la preparación para el matrimonio".

Autor: VenL. / Fuente: VIS.

COMENTARIO A 'INSTRUMENTUM LABORIS' III.

Al comenzar el trabajo de la tercera parte de nuestro documento, somos conscientes de que abordamos cuestiones de pastoral y difíciles situaciones para las que es delicado encontrar soluciones adaptadas a la universalidad de los casos. Esperamos que las palabras del Santo Padre permitan a los pastores y a las familias superar las pruebas que hieren y dividen a las familias para proseguir en el camino de la vida familiar y del testimonio de la fe con valentía y esperanza. 

Hacemos mención de un debate que aparece regularmente. Como pastores volvemos a encontrar a menudo situaciones en la vida en pareja y de familia que no se corresponden con la norma propuesta y defendida por la Iglesia como el modo más apropiado para seguir la vía de la santidad, tanto en el matrimonio como en la familia. Estas situaciones irregulares, en cierto número de regiones del mundo, están desarrolladas de tal manera que afectan también a las familias cristianas y comprometidas con la Iglesia. Nos damos perfecta cuenta de ello, e incluso en lugares donde aún no se han manifestado de manera significativa, percibimos que comienzan a producirse, debido a la generalización mundial de los comportamientos. Si nombramos estas situaciones en nuestras propuestas, en nuestros escritos pastorales, en el texto sinodal, algunos de entre nosotros temen que esto sea una puerta abierta para dicha generalización y una autorización implícita para admitirlo. Otros piensan que ignorar estas situaciones es como dar una señal para no acoger a las personas que viven de ese modo y que entonces será muy difícil proponerles vivir un camino de conversión. 

Así pues, destacamos el doble desafío ante el que nos encontramos. Debemos animar y sostener a las familias que se comprometen con convicción y fe en el camino del matrimonio sacramental y en el proyecto de una vida cristiana en familia. Ellas son el testimonio dado a la sociedad de que eso es posible. Son los instrumentos que el Señor ha elegido para anunciar el evangelio por medio de su vida sencilla y cotidiana, como lo ha sido la de los santos Louis et Zélie Martin, primera pareja canonizada en la historia de la Iglesia. Debemos hacer todo lo posible por apoyar a estas familias. 

Por otra parte, sabemos que existen familias que se saben ellas mismas alejadas de este ideal, y otras que, en mayor o menor medida, ¡no creen que eso sea para ellas! Familias divididas, familias recompuestas, familias monoparentales, familias sin matrimonio, ni siquiera civil: no podemos considerarlas aparte, no queremos pensar que su camino no les acerque al Dios que ama y atrae hacia Él a todos los hombres. Creemos que en ellas vive el Espíritu del Señor y que Él inspira su manera de proceder en la vida: ¡eso no quiere decir que desmerezcan las familias cristianas, a las que seguimos exhortando con nuestro aliento!

Respecto a los números del 122 al 125, no juzgamos necesario hacer ninguna modificación: las posiciones están bien expuestas. Pero queremos volver a referirnos en primer lugar al compromiso de todos con la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio. Acogemos también como una buena nueva la misericordia de Dios revelada en Jesucristo y la importancia concedida a la formación de la conciencia personal. Añadimos que ante situaciones consideradas como irregulares, queremos que se enuncien las vías según las cuales los que las vivan estén seguros de que se les abre un camino, una acogida y un acompañamiento. Finalmente, que los obispos, cada uno en su diócesis, y en comunión con toda la Iglesia, sean llamados a un discernimiento responsable. 

El debate comenzado en el Aula ha continuado entre nosotros, teniendo en cuenta la naturaleza del texto final, que deberemos aprobar el próximo sábado. Unos quieren que el texto lleve un título, o al menos un subtítulo, que corresponda al trascendente trabajo que hemos llevado a cabo durante estas tres semanas, pero sin revestir el carácter de un texto bien unificado. Ciertamente, este texto refleja las diferencias culturales que hemos percibido a lo largo de este Sínodo, contemplando en ocasiones situaciones particulares. Esto lo remitiremos al Santo Padre para comunicarle el estado de una reflexión muy compartida y, como el mismo Santo Padre dice en su discurso del 17 de octubre, la enseñanza de la Iglesia Católica sobre la materia que abordamos necesita ser presentada para el discernimiento del sucesor de Pedro. Deberíamos añadir, pues, como subtítulo: “Reflexiones o contribuciones de los Padres Sinodales remitidas al Santo Padre”. Otros piensan que este sínodo ha realizado un gran trabajo de discernimiento y de fructuoso diálogo que ha conducido a un texto que constituye una etapa importante en sí misma. Naturalmente, ha sido remitido al Santo Padre, pero no es necesario minimizar su importancia añadiéndole un subtítulo. 

Entre las demás cuestiones que han animado nuestro debate, debemos señalar el asombro de varios de nosotros ante el hecho de que en el Instrumentum Laboris  no se haga ninguna mención al catecumenado de los adultos. Ahora bien, observamos que muy a menudo personas de edad adulta vienen a la fe a causa de su proyecto matrimonial o de la educación de los hijos que han nacido bajo su unión, con o sin matrimonio civil. En muchos de los casos, la preparación al matrimonio debe revestir un carácter catecumenal. Y, por otra parte, del hecho del descubrimiento de Cristo en la edad adulta por cierto número de personas, desembocan situaciones canónicas irregulares ante las que consideramos que no es bueno rechazar la entrada de estas personas a la Iglesia, ya que Cristo ha llamado a cada uno en la circunstancia en la que se encuentra. 

Otra cuestión relativa al lenguaje que nos ha ocupado de manera concisa, ha sido la utilización de la expresión Semina Verbi. A algunos de entre nosotros les inquieta que este uso no sea muy conforme a su origen teológico, salvo si aceptamos que en ello existe un hecho relacionado con el desarrollo doctrinal: estos preferirían contentarse con la expresión de los “dones presentes de Dios” en la vida de las personas que aún no conocen a Cristo; otros piensan lo contrario, que en esta expresión propiamente teológica podemos encontrar la señal de que realmente es posible un diálogo con nuestros contemporáneos, que buscan la verdad pero que no disponen de conceptos adecuados para dar fe de su experiencia espiritual. No concluimos, pues, este tema, sino que dejamos la cuestión abierta.

Queríamos recordar lo que señalaba ya Familiaris Consortio en 1981, que la preparación para el matrimonio o más exactamente el acompañamiento pastoral de la vida conyugal debe comportar unas etapas: 

  • una preparación lejana que se integre en la catequesis y la pastoral de los jóvenes y de los adolescentes:
  • una preparación cercana al comienzo de la vida adulta en grupos, movimientos y capellanías de jóvenes adultos;
  • una preparación inmediata en los meses que preceden  al matrimonio sacramental y un acompañamiento específico en los primeros años de matrimonio.

Es decir, que exista una convergencia necesaria entre pastoral juvenil y pastoral familiar. Será  necesario que en las diócesis se tenga en cuenta este punto, y que se hagan proyectos en este sentido. En muchos países la población es muy joven, esto es un gran desafío para la pastoral, para las pastorales de la juventud, del matrimonio y de la familia.

Algunos tienen el sentimiento de que el documento no aborda lo suficiente la cuestión de la procreación ni la de la apertura de los cónyuges a la vida en unas sociedades en las que la mentalidad contraceptiva está muy desarrollada.

Otros han solicitado que se desarrolle más el tema de la responsabilidad educativa de los padres ya que, por una parte, es una gran preocupación de los padres y, por otra, la Iglesia dispone de grandes tradiciones educativas y sería una pena no referirse a ello con el fin de situarse al hilo de estas tradiciones que permanecen siendo adecuadas en la actualidad. 

Nos gustaría, finalmente, que no fueran ignorados problemas reales como el de las familias refugiadas, familias y niños que viven en la calle en muchos países del mundo, la violencia contra las personas explotadas sexualmente y el incesto, que es una angustia inmensa y generalmente escondida y familias que viven en países donde no existe la libertad religiosa.

 

Traducido al castellano por Ana Cristina Saiz.